CAPÍTULO 68. ¡No te atrevas a firmar eso, Scott!Siete meses después.Scott Hamilton miraba los documentos que tenía delante, intentando bajar aquel trago amargo de impotencia. Había vuelto a pasar, habían vuelto a robarle. Y lo peor de todo era que Recursos Humanos le había confirmado lo que ya pensaba, no se había hecho ni un solo cambio de personal, nadie nuevo había sido contratado en la empresa, mucho menos para una posición con cierta ventaja.—¡Maldición! —gritó lanzando las carpetas de documentos al suelo.Él mismo había revisado los contratos cientos de veces, incluso de la forma en que ella... en que Alexa sabía hacerlo, pero no había detectado nada hasta que habían empezado a llover las pérdidas.Se llevó las manos a la cabeza y gruñó con rabia mientras la puerta de su despacho se abría y Gerard Hamilton entraba con paso suave, más por su carácter que por su edad.—Volvió a pasar, ¿no es cierto? —preguntó con indiferencia.Era la tercera vez que viajaba desde Reino Unido pa
CAPÍTULO 69. Espero que sufras todo lo que te mereces... y más.Pocos minutos después una ambulancia se llevaba al señor Hamilton y los dos amigos la seguían en un auto. El abuelo fue internado y un doctor salió para explicarle que necesitaba cirugía de emergencia.—Un marcapasos —dijo el cardiólogo—. Su corazón está débil, tenemos que ayudarlo. Debemos llevarlo a cirugía y colocarle un marcapasos.Scott sentía que temblaba. Adoraba a su abuelo, era la única familia que le quedaba en el mundo, no podía concebir que fuera a faltarle nunca.—Sí... sí, hagan lo que tengan que hacer.Las dos horas que duró la cirugía fueron eternas para él. No tenía cabeza para nada así que Daniel terminó ocupándose del papeleo, del hospital, del seguro y de todo.—¿Familiares del señor Gerard Hamilton? —dijo una voz que no había olvidado y Scott se levantó de inmediato, quedando frente a frente nada menos que con Howard—. Soy el doctor Eckart, fui el cirujano de su abuelo —dijo el médico con una indifere
CAPITULO 70. Un fantasmaRN-0173BAquel número de expediente estaba escrito en una tarjeta pequeña sobre el escritorio de Scott Hamilton. No había nada más, solo aquella tarjeta blanca con el garabato de sus letras escrito en medio.El abuelo había estado hospitalizado por un mes ya, y Scott no se había separado de él en ningún momento. Evolucionaba tan bien como podía hacerlo un anciano de setenta años, pero los médicos todavía no se arriesgaban a dejarlo ir.Aquella mañana en particular, después de despertar, ojeroso y cansado, Scott por fin había logrado tener una conversación con el abuelo que no incluyeran la frase: "Ya me quiero ir de aquí".Estaba mejorando, pero no a la velocidad que los médicos esperaban.—Quiero verla —había dicho el señor Gerard.—¿Ver a quién, abuelo?—A Alexa. Quiero verla. Búscala para que pueda hablar con ella —le pidió.—Abuelo... no sé si en tu estado eso sea lo mejor, tienes que descansar, no alterarte más...—¡Pues si no quieres que me altere haz lo
CAPÍTULO 71. El que está ganando soy yo—¿Ya sabes cómo vas a llamarla? —Lucy estaba emocionada de ver a la nena cumplir su primer mes—. No podemos seguir llamándole Bebé, además mañana se cumple el plazo para que la inscribas, tienes que encontrarle un nombre bonito.Alejandra sonrió. Decían que las mamás sabían automáticamente el nombre de su bebé cuando lo tenían en brazos, pero a ella no le había pasado. Tenerla a su lado, sana y comelona, era más que suficiente para ella, pero Lucy tenía razón, debía encontrarle el nombre perfecto.—¿Puedes quedarte con ella un rato? Tengo que salir —le pidió a Lucy y la chica accedió encantada.Alejandra vistió su ropa más formal y se dirigió al banco más cercano, para vaciar su caja de seguridad. Pocos minutos después entraba en una joyería que ya había investigado con anticipación y como ya había hecho una cita con el dueño, él mismo la recibió.Los ojos de Alejandra de humedecieron cuando abrió aquella caja y mostró a “Mar”, el hermoso diaman
CAPÍTULO 72. ApuestasCualquier mujer en su sano juicio, o en medio de su locura, se habría estremecido con las palabras de Sebastian Ricci, por desgracia, Alejandra ya no era una de ellas.La invitó a sentarse frente al enorme ventanal de cristal y se aseguró de que estuviera cómoda todo el tiempo, pero en cuanto comenzó la carrera, la muchacha se alegró al ver que él estaba más interesado en el desempeño de su corredor que en conquistarla.Sebastian dictaba órdenes precisas al piloto y al copiloto en la carrera, pero solo si era necesario, mientras tanto se mantenía al margen completamente. Sus ojos se movían con rapidez desde las pantallas hasta el cristal cuando pasaban los autos frente a él, y Alejandra pronto se sintió contagiada por toda aquella excitación.El piloto de Sebastian había salido a la cabeza, era un corredor excelente y estaba dispuesto a dar lo mejor, pero en cierto punto, después de la segunda vuelta, los ojos de Sebastian Ricci la buscaron, entre incrédulos y so
CAPÍTULO 73. Solo un milagro puede salvarnos ahora.Al día siguiente se despertó temprano, acunó a Mar contra su pecho y se llenó de esa paz y esa fuerza que solo su hija podía darle. Ella era lo primero, la razón de todo, la más importante y lo más grande de su vida.Después se puso el overol y se subió al coche que Sebastian había mandado por ella. Se preparó mentalmente para aquella carrera y cuando dos horas después se deslizó dentro de la cabina del auto, ya estaba completamente lista.Sebastian se acercó a su ventana y tiró de los cinturones, asegurándose de que estuviera todo en orden.—Te inscribí como me dijiste, con el nombre de Alex Diamond —le dijo y ella sacó cinco bonos al portador que puso en sus manos.—Apuéstalo todo por mí.Sebastián se puso pálido y negó.—¡No puedes hacer esto, Ale! ¡Son cinco millones, es todo tu dinero! —la increpó.—¡Y los momios nunca serán mejores que hoy, Bas! Si empiezo a ganar, las apuestas comenzarán a jugarme en contra. ¡Tengo que hacer e
CAPÍTULO 74. El precio justoDaniel Craig necesitaba que alguien le pegara fuerte en la cara, a ver si se le frenaban los malos pensamientos, porque aquello no podía estar pasando.—¿Es una broma? ¿Cómo que se lo regalaste...? ¿¡Le regalaste el juego a Alexa!? —gritó.—¡No pensé que fuera a valer nada! —exclamó Scott—. He diseñado al menos tres docenas de juegos en mi vida y ese era simplemente... ¡irrelevante!Recordó sus palabras cuando Alexa le había dicho que aquel juego sería el mejor de todos, que un día sería el más rentable.—Lo hice por contradecirla —murmuró Scott—. Ella dijo que ese sería el juego más rentable de esta compañía y yo no lo creí, solo para comprobarle la poca fe que le tenía, se lo regalé.—¡Maldición, Scott, regalaste una mina de oro! ¡Tenemos que recuperarlo! —exclamó Daniel y su amigo se encogió de hombros.—Para recuperarlo, tendríamos que encontrar a Alexa, ¡y tú no lo has conseguido en casi un año! —replicó Scott con frustración.—¡Pues porque tú no me h
CAPÍTULO 75. Un hombre desesperadoScott respiró tranquilo y estaba a punto de empezar a negociar una oferta cuando una muchacha atravesó la puerta y le entregó un informe.—¡Uff! ¡Esto está interesante! —dijo el italiano—. ¡Y parece que "cierto progreso" es un eufemismo, señor Hamilton! Al juego le va realmente muy bien.—¿Había pedido el informe ya? —murmuró Daniel, confundido.—Desde que me anunciaron sus nombres —respondió Sebastian con suavidad—. No se deje confundir por mi sonrisa, señor Hamilton. No soy estúpido. Un diseñador de juegos que toca a mi puerta justo cuando su peor juego de repente se hace famoso... es porque está buscando recuperar la mina de oro que perdió...—¡Se lo regalé a alguien que era importante para mí! ¡Era para que lo tuviera ella, no usted! —siseó Scott sin contenerse.—Pues si ella "era", en pasado, importante para usted, debe asumir que usted para ella dejó de ser importante en el mismo momento en que este juego salió de sus manos. —Scott se levantó c