CAPÍTULO 30. Un momento para olvidarAlexa pasó saliva. Scott Hamilton era escandaloso, arrogante y dramático, pero en las pocas ocasiones en que le había siseado entre dientes, ella sentía que temblaba. Estaba enojado, estaba muy enojado, pero Alexa era demasiado ciega como para ver que no estaba amenazándola por arrogancia sino por celos. O al menos no quería verlo así.Se dedicó por entero a trabajar, ya luego tendría con Howard una conversación seria sobre todo lo que había dicho, no podía darse el lujo de que fuera ventilando sus problemas por ahí.Alexa recordó el momento en que lo había conocido. Por desgracia fingir la muerte no era tan fácil. Hacía un año aquel Ferrari iba sin frenos, y por más lento que condujera, eventualmente no podría parar. Había saltado fuera del coche antes de que se desbarrancara, pero no había contado con que no caería sobre terreno suave.El impuso, aunque leve, la había estampado contra un tocón seco y enmarañado, y una de las raíces se había clava
CAPÍTULO 31. ¡Esto va a ser muy interesante!Scott pasó saliva y respiró hondo—Estoy tratado de sentir tu corazón, tu chichi solo está en medio —respondió él apresuradamente, blanco como el papel—. ¡Joder, eres una psicópata! ¡Ni siquiera estás acelerada y yo aquí casi haciéndome en los putos pantalones! —gruñó.—Bueno, ya que lo comprobaste ¿me sueltas?Scott dejó de tocarla y Alexa echó a andar de nuevo el auto, dirigiéndose a la casa. En todo el camino no dijeron ni una sola palabra, pero apenas llegaron Scott se apresuró hacia ella.—¿Quién eres? —dijo mirándola a los ojos—. Eso que hiciste, correr un Ferrari en tierra como si... eso no lo hace cualquiera, Alexa, ¿quién eres?—¿Te estoy preguntando yo por tu vida y milagros? —replicó ella—. Necesitaba relajarme, gracias por permitirme hacerlo, pero no te debo explicaciones. Sé correr, es lo único extraño.Alexa pasó a su lado con los hombros caídos, con gesto cansado.—Las analistas financieras no manejan como pilotos expertos, A
CAPÍTULO 32. Encima de míScott quería ahogarla, matarla, descuartizarla, estaba a dos pasos de convertirse en Jack el Destripador, así que solo respiró profundo y cerró los ojos, asumiendo el hecho de que estaba perdido. Había puesto a una loca enojada frente a un funcionario de migración. Nada podía empeorar.—Bien, señor Hamilton. ¿Quiere explicarme eso de que la intimidad es, y cito: "escasa"?—Pues no, la verdad no lo quiero explicarle nada, pero no veo que tenga muchas opciones, ¿cierto?—No, no muchas —replicó el señor Gerber—. Veo que está muy enojada con su marido...Alexa apretó los labios, Scott vio un brillo lleno de maldad en su mirada y luego ella lo señaló con el pulgar.—¡Pues es que al niño bonito este se le apareció una ex! ¡Que ni idea tenía de que estaba casado! —escandalizó Alexa—. ¡Y no es que sea una mujer celosa, porque yo no soy una mujer celosa, ni tóxica ni mucho menos, pero la rubia teñida esa llegó a nuestra casa con toda la zalamería del mundo y encima me
CAPÍTULO 33. Veremos si esto te hace gritar.La muchacha levantó la mirada, sorprendida, y él volvió a sonreír.—Después de todo, somos un equipo. ¿O no quieres que te haga compañía? —le preguntó, sin dejar de observar sus ojos incrédulos.Alexa dudó un momento, pero al ver la mirada expectante en los ojos del CEO supo que aquello era una batalla perdida. Suspiró y se rindió, asintiendo lentamente.—De acuerdo —aceptó—. Pero solo vamos a trabajar, ¿sí?Scott asintió y se puso cómodo. Pidió comida, tomaron algunas cervezas y trabajaron juntos en silencio hasta altas horas de la noche.—¿Quieres decirme tus impresiones? —preguntó él y Alexa suspiró.—¿No prefieres los hechos?—El hecho es que me están robando, pero quiero saber qué piensas sobre eso.—Pienso que hay un espía en la empresa.Alexa notó que Scott asentía, como si esperara aquello de alguna manera.—He buscado en todos sus documentos y archivos, pero todavía no he encontrado cualquier pista o indicio sobre quién podría ser
CAPÍTULO 34. Una mujer hermosaAclaremos algo: Scott Hamilton era un maldito mujeriego. Siempre estaba enredado con alguna mujer y a todas se las f0llaba como si solo para eso sirvieran. Entonces era lógico que no supiera entender todo lo que Alexa Carusso le causaba. Para empezar las mujeres no solían desafiarlo y ella parecía la hija perdida del último vikingo ¡siempre lista para dar pelea! Y para continuar, Scott no entendía aquella mezcla de dulzura y fiereza que había en ella.La admiraba por su talento. Detestaba su carácter desafiante. Y odiaba su lengua con la misma intensidad con que quería devorarla.Era la contradicción más grande del mundo. Scott Hamilton era increíble en la cama, pero en las cuestiones del amor era un completo ignorante, quizás por eso no era capaz de ver lo rápido y lo profundo que estaba cayendo por ella.Contuvo la respiración cuando la sintió estremecerse y ahogar un pequeño grito contra su mano al sentir la vibración entre sus piernas.—¡No, no, no,
CAPÍTULO 35. ¡Tú a mí no me dices qué hacer!—¿Estás bien? —susurró Scott con el corazón desbocado mientras le quitaba el velcro de las muñecas. Aquella mujer probablemente ni supiera lo hermosa que era.Alexa asintió, pero la verdad era que apenas podía mantener los ojos abiertos. Solo sintió que la cubrían completamente con una manta y la levantaban un par de brazos fuertes mientras el mundo se convertía en un lugar pacífico y agradable.—¿Puede llevarnos el desayuno a la habitación, por favor, señora Flora? —pidió Scott pasando por la cocina y su ama de llaves asintió un poco descolocada porque aquella escena no era normal en la casa.Él solo sonrió mientras acostaba a Alexa en la cama y la dejaba descansar. Del desayuno apenas bebió un poco de café, pero no fue suficiente para mantenerlo despierto, y tres horas después, cuando volvió a abrir los ojos, se dio cuenta de que tenía el pequeño cuerpo desnudo aquella mujer calentando el suyo y que no lo odiaba... sino todo lo contrario.
CAPÍTULO 36. Cartas y fotosScott estaba listo para descontrolarse, le hervía la sangre, y le molestaba hasta el infinito que ella ni siquiera se tomara el trabajo de medirse frente a él. Se lo había advertido. ¡Maldita fuera se lo había advertido! ¿Por qué se atrevía a desafiarlo de aquella manera?Su mano fue a la primera cosa “arrojable” que tuvo cerca, pero sus ojos tropezaron con algo oscuro que había sobre el suelo de la oficina. Caminó hasta eso y vio el sobre negro, junto a él, había una carta, y Scott la levantó, perdiendo el aliento en cuanto se dio cuenta de lo que era.“Vete ahora, o no solo tú sufrirás las consecuencias”.La foto que había a su lado era una clara demostración de que aquella advertencia no era en vano. Una imagen del médico, brutalmente golpeado, aseguraba que quien hubiera enviado aquella carta para amenazar a Alexa iba muy en serio.Scott guardó todo en el sobre y corrió al ascensor. En menos de dos minutos estaba en su auto y salía del estacionamiento j
CAPÍTULO 37. Ya no está solo tras su dineroEl doctor los llevó hasta la habitación del paciente y los dejó a solas. Alexa permaneció sentada junto a aquella cama durante horas, apoyando a veces la cabeza en la cama y otras, cuando ya el sueño la vencía, Scott se sentaba a su lado y la hacía descansar sobre su hombro.Ya había amanecido cuando lo sintieron moverse y tratar de despertar. Scott salió corriendo a buscar al médico y Alexa tomó la mano de Howard.—Howie, sé que puedes oírme. Por favor mejórate pronto. Por favor —besó su mano con expresión desesperada, nadie podía entenderlo pero aquel hombre era la única familia que había tenido en el mundo desde su accidente.Lo doctores llegaron y la sacaron de la sala. Tenían que hacerle a Howard toda clase de estudios ahora que estaba consciente, pero incluso con todos aquellos tubos metidos en la garganta, él pudo regalarle a Alexa una sonrisa tranquilizadora.—Tienes que dejar que te lleve a casa —murmuró Scott acercándose a ella y c