REGLA # 1. CAPÍTULO 31. Un conde a su servicioLeon frunció el ceño porque aquella respuesta sí que no se la esperaba. Mariel se veía agotada y él solo quería gritarle a su madre que se fuera al diablo, pero en lugar de eso, Mariel le decía que no quería salir de allí.—Hadita, te dije que no tienes
Regla #1 CAPÍTULO 32. Un inversor desconocidoMariel estaba devolviendo una jarra de galletas a la estantería superior de la despensa cuando sintió un empujón brusco por detrás, y apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de escuchar un portazo.—¿Qué demonios...? —dijo, girándose de golpe, porque todo
Regla #1 CAPÍTULO 33. Una hadita artesana muy cabreadaMariel apretó los dientes mientras escuchaba el caos que se desarrollaba fuera de la despensa. A través de las paredes, las voces llegaban entrecortadas, pero era imposible no captar el tono desesperado de Leon.—¡¿Dónde está mi esposa?! —rugió
REGLA # 1. CAPÍTULO 34: La verdad sale a la luzEl ambiente en el salón era tenso, cargado de miradas de reprobación y murmullos. Leon giró sobre sus talones y encaró a Verena, mientras su rostro parecía completamente encendido de la rabia.Había estado buscando a Mariel como loco por todo el castil
REGLA # 1. CAPÍTULO 35. Esa Mariel KellerEl salón quedó sumido en un silencio absoluto. Todos los ojos estaban puestos en Mariel, que permanecía firme y serena frente a la incredulidad general. Su declaración había caído como un trueno en medio de la reunión, y ni siquiera el conde parecía capaz de
REGLA # 1. CAPÍTULO 36. La familia políticaHabía mucho que decir, pero realmente ni una sola palabra le parecía en aquel momento importante a Leon. No tenía idea de cómo aquella hadita podía hacerlo sentir que estaba en un horno más grande que el de la cocina, pero así lo hacía sentir la condenada.
ENERO SEATTLE —¡¿Cómo fuiste capaz de hacer esto?! —El rugido furioso de Zack Keller detuvo a su novia en la misma puerta de la casa apenas la vio llegar. Giselle vio una hoja en su mano y ni siquiera sabía de qué estaba hablando, pero jamás lo había visto tan alterado como en ese momento. —No s
NOVIEMBRE. VANCOUVER —¡Andrea! ¡A mi oficina! ¡Ahora! El grito de su jefe, un gerente medio en la compañía SportUnike, la hizo saltar en su asiento, angustiada, porque sabía que estaba de muy mal humor ese día. —¿Esta es una maldit@ broma? —gruñó lanzándole una carpeta de documentos a la cara—.