ROJO PROMESA. CAPÍTULO 45. Un caso frío Ainara sintió que empezaba a sudar frío. No podía ser. Aquella gente de verdad había estado tras su pista desde hacía tiempo, suficiente como para intentar sabotear los negocios de Mauro. —Pero no entiendo, ¿por qué? ¿Por qué negarte la licitación? ¿Eso qué
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 46. Una elección Era una buena pregunta. Era una excelente pregunta, pero era más que evidente que muchas cosas se desarrollarían independientes a las intenciones de Mauro, porque no habían pasado ni veinticuatro horas cuando supo de parte de quién estaba la mayor lealtad del
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 47. Una estupidez. La voz de la mujer era tan tajante, que si no la hubiera amado como la amaba, Mauro probablemente le habría tenido miedo. —¡Ainara no seas infantil! —le reclamó Rosso—. El que está haciendo esto sabe… sabe cosas. Sobre nosotros, ¡sobre ti! ¡Maldición sabe
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 48. Causa probable Decir “estupidez” era un eufemismo. Mauro estaba dispuesto a darle a Lugh la paliza de su vida después de ver cuál era esa información que tenía sobre Ainara, así que era mejor ir acompañado. Dejó a su esposa y su hija en casa de sus padres, mientras su mad
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 49. Tienes esposa ahora ¿recuerdas? Para Ainara, bastó que June se quedara por completo rendida en uno de los cuartos de invitados de sus nuevos abuelos, para que ella pudiera dar rienda suelta a toda esa preocupación que no quería mostrar delante de su hija. —¿Dónde están?
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 50. Un secreto Y no, el detective estaba seguro de que no tenía tanta suerte, pero la cuestión era que no podía dejar pasar ni una sola pista u oportunidad. —Bueno, no soy una santa, pero aunque no le pueda dar la confesión que usted está esperando, quizás pueda arrojar algu
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 51. Estrategia Mauro podía jurar que estaba a punto de tragarse la lengua de la impresión, y le detective frente a ellos nos estaba mucho mejor. Sabía que Ainara era una mujer fuerte y sagaz, pero también estaba convencido de que era perfectamente capaz de cumplir con esa ame
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 52. Alguien más El rostro del senador Rosso se descompuso visiblemente. Solo una fracción de segundo le duró la sorpresa, suficiente para que Ainara comprendiera que algo de aquello era nuevo para él, o la muerte de Lugh o su acusación. —¿Muerto? ¡¿Cómo que Lugh está muerto?