ROJO PROMESA. CAPÍTULO 2. Después de tanto tiempo… Mudo. Consternado. Con el corazón pendiendo de un hilo que amenazaba con soltarse y dejarlo caer en trozos al suelo. Era extraño que después de tanto tiempo, después de una década de olvidarla, (porque el odio definitivamente era demasiado bueno pa
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 3. Condiciones “¿Quieres sobrevivir?” Era una pregunta cruel, y aunque Ainara era muy consciente de la frialdad y el desprecio en el tono del Mauro, aun así la respuesta era “Sí”. —A mí… —repitió mientras sus ojos se perdían en el techo de la habitación—. ¿Y qué podría quer
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 4. Una extraña pesadilla Entre la mirada decidida de Mauro Keller y la aturdida del Senador Russo, era evidente quién llevaba las de ganar, y por más que Loan intentara llevar aquello a un punto razonable, era evidente que su hijo cedería y que el senador estaba realmente int
ROJO PROMESA. CAPITULO 5. Una profesional Ainara estaba aturdida. Quizás fuera un sueño bonito provocado por la anestesia. Quizás aquella forma en la que Mauro sostenía su mano solo era uno de esos universos alternativos en los que él no había resultado ser el completo idiota que le había puesto lo
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 6. Una mujer difícil La había conocido en la calle, en una de esas calles de Zúrich donde los chicos ricos iban a correr sus autos caros, porque el tránsito era mínimo y los policías que patrullaban en las zonas más feas de la ciudad eran fácilmente sobornables. Mauro la hab
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 7. El mismo escenario Mauro apretó los dientes con rabia mientras miraba a los ojos profundos y oscuros de aquella mujer. Veintiséis años, los ojos de un general y el carácter de una mercenaria. Siempre había sido una chica dura, pero parecía que en la última década se había
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 8. Un servicio de alto “standing” Decir que el aliento se le iba en una sola sacudida era poco. El cuerpo de Ainara había cambiado mucho en diez años, definitivamente había ganado peso en curvas, su piel se veía tirante y cálida sobre músculos suaves. Era maciza, mujer, Mauro
ROJO PROMESA. CAPÍTULO 9. Curiosidad Ainara contuvo el aliento, pero ni por un instante se dejó amedrentar. Mauro podía saber a dónde había ido, pero no qué había hecho, porque en más de diez años ni los mejores investigadores habían podido descubrir qué era exactamente lo que hacía cuando iba a es