Anja y Milo pasaron casi toda la mañana en busca del servicio de catering perfecto para el evento. No querían que fuera algo extremadamente refinado pero tampoco tan simple. Habían visitado varias empresas, probado diferentes menús y evaluado la calidad del servicio. Algunas opciones les habían impr
—Lo hiciste por Niko —recordó. —Exacto, lo hice por él —admitió Milo y luego se pegó a ella con un movimiento suave—. Pero sabes que es cierto que no lo seré de nuevo, y eso sí es por ti. —Porque ya no eres soltero —murmuró Anja. —No, ya no. Soy un hombre cazado con z de zolo soy para ti. —Solo
—¡Anja! Milo se puso el primer par de pantalones que encontró y corrió detrás de ella, tratando de alcanzarla antes de que saliera de la casa. No tenía idea de qué diablos estaba pasando, y mucho menos por qué Alina estaba en su casa y en su cama. ¡Y ciertamente él no tenía nada que ver con eso! —
—Perdón, yo no quería dejarla entrar pero ella... Ella me dijo que era su invitada especial, y... bueno... como ya ha venido otras veces a la casa—balbuceó confundida. Milo puso los ojos en blanco y la interrumpió con un tono autoritario. —¿Cuándo? ¿Cuándo fue la última vez que vino a esta casa?
Milo se giró hacia Anja con la mirada llena de arrepentimiento y preocupación. Se acercó a ella y acarició sus hombros con nerviosismo mientras le hablaba en un tono suave. En su mirada había una mezcla de confusión y rabia de esas que son imposibles de contener. —Lo siento mucho, Anja. Te juro por
Anja lo miró sin comprender, estaba desconcertada ante todo aquello y quería preguntarle qué significaba aquello pero honestamente tenía miedo de la respuesta. —Milo... ¿de qué hablas? —De que al parecer no estoy siendo lo suficientemente explícito así que... Toma, esto es para ti. Abrió la mano
Milo estaba dentro de un ascensor, desesperado por salir, porque antes de que las puertas se cerraran había alcanzado a ver a aquella mujer acercándose rápidamente a Anja, pero lamentablemente, no había logrado detenerlas a tiempo. —¡Maldita puerta, ábrete! —gruñó molesto pero el ascensor ya estaba
—¿¡O qué!? —lo interrumpió Alina con actitud desafiante, pero Milo solo respiró profundo y sonrió de medio lado. —Estás cometiendo un error. No confundas el enorme dominio que tengo sobre mi temperamento, con debilidad. No tengo que ponerte un dedo encima para lastimarte, porque conozco muy bien tu