Sin embargo, en ese preciso momento, Milo retrocedió silenciosamente hacia el otro extremo del corredor, sin revelar su presencia ante nadie. Mientras se escondía temporalmente en una esquina, una mezcla de sorpresa y preocupación se apoderó de su rostro. Había escuchado voces al llegar a la puerta
—¡Ay, dios! ¡Yo no voy a pagar eso! La sorpresa de Anja era tan genuina que Milo solo pudo reír. —¡No importa, lo pago yo! —aseguró mientras miraba el espejo. —¡Pues claro que lo pagas tú!, ¿pero quién se lleva la mala suerte? —lo reconvino Anja. —¿Repartimos cincuenta cincuenta? —¿Tres años y
El pie de Milo parecía aparatito de cuerda, zapateando insistentemente en el suelo des ascensor mientras este subía. Solo iban a ver edificios, no era nada extraordinario, pero verla le estaba provocando últimamente algunas reacciones muy poco apropiadas. Tocó en la puerta y cuando ella abrió, Milo
—¡Anja! —¡¿Qué?! Era provocación, desafío, reto y todo lo demás, y mientras el pecho de la muchacha subía y bajaba contra el suyo, los ojos de Milo solo estaban clavados en aquella boquita enojada, determinada y feroz, pensando en la forma tan absoluta en que le habría gustado devorarla y lo cobar
Anja se desperezó de repente, dándose cuenta de que quedarse viendo a Milo no era lo mejor en aquel momento. Caminó por el pasillo buscando la habitación que él le había mencionado y al abrir la puerta sus ojos se abrieron de par en par, porque ella había esperado una habitación de invitados, pero e
—Gracias, pero no creo que sea correct... —¿Te gustaría quedarte a comer con nosotros? —preguntó Milo interrumpiéndola y cortando aquella intentona de escape—. Niko está de buen humor hoy porque le hicieron su comida favorita, así que... ¿te animas? Anja asintió con una sonrisa radiante, cada mome
Anja sentía que el corazón le latía con mucha fuerza. Ponerse nerviosa de vez en cuando era aceptable porque solo lo veía unos pocos minutos al día, pero algo le decía que todo esto empeoraría en el mismo momento en que vivieran bajo el mismo techo. —Milo, no puedo mudarme contigo, no es correcto.
Milo se sentía como si estuviera en el mejor restaurante del mundo, disfrutando de la compañía de su improvisada familia, pero dejó claro una y cien veces que no se comería aquel postre tan horrendo. Después de cenar, decidieron ver una película juntos en el salón de la casa. Milo encendió la chime