Cualquiera que no conociera a John Hopkins habría creído que estaba tranquilo, sereno, pero solo los muy allegados a él podían ver la rabia del hombre bajo la calma gélida del interrogador. Estaba sentado en una silla frente a la Dra. Atkins, que estaba atada a la suya, y entre los dos se coagulaba
John caminaba con paso apresurado hacia la casa, al punto de que casi saltó las escaleras del porche, emocionado. Sabía que Chiara no podía esperar más para abrazar a su pequeña hija y él había hecho todo lo necesario para que eso pasara. Estaba amaneciendo cuando por fin abrió la puerta de la habi
Jhon accedió, pero antes de que la enfermera volviera a vestirla y la sacaran del consultorio, el director del hospital entró. —Señor Hopkins, acaban de informarme la situación ocurrida con la bebé —le dijo—. La verdad es que sospechaba que algo iba mal desde el momento en que Víktor Hanover exigió
John y Chiara habían encontrado por fin un momento de paz en medio del caos que había envuelto sus vidas en los últimos meses. Tras rescatar a su hija de las garras de aquellos monstruos, ambos estaban agotados emocional y físicamente. Estaban sentados juntos en una pequeña habitación, alejados de l
—No tienes de qué preocuparte —le dijo Billy a Jhon tres días más tarde—. Estuve monitoreando la decisión del juez. —¿Espiando? —¿No es lo que hacemos? —¡Ah, sí, perdón lo olvidé por un minuto! —se burló Jhon—. ¿Qué encontraste? —El juez está descolocado, el jefe de la policía está histérico y e
John guardó silencio sobre su reunión con el director, no quería levantar sospechas ni causar problemas innecesarios, pero no podía librarse de la seguridad de que alguien los estaba vigilando, informando de todos sus movimientos al director de la CIA. Había decidido ya que no regresaría a la agenc
Jhon estaba desesperado, su corazón latía con fuerza mientras suplicaba a Noémi que le dijera dónde estaba Chiara. Habían desaparecido del hospital sin dejar rastro y ni siquiera sus hombres, ahora relajados porque aparentemente no había enemigos acechando, habían notado cómo o a dónde se iba. —Por
Los ojos del Director de la CIA parecían a punto de salirse de sus órbitas cuando al darse cuenta de que era Jhon el que estaba esperándolo en la casa. Él había conocido cada una de sus misiones encubiertas y sabía que era un agente muy peligroso, pero no entendía por qué estaba ahí. —¿Qué estás ha