Jhon sentía que el corazón se le saldría del pecho. Aquel simple gesto, aquel simple movimiento significaban todo para él. Corrió hacia la mesa y sacó su propia tableta y su juego de ajedrez, lo organizó a toda prisa y colocó aquel movimiento en el tablero. Ni siquiera tuvo que pensarlo mucho antes
Ella solo quería una cosa y Jhon lo sabía: salvar a su familia. Antes había pensado que no debía meterse en eso, que lo hacía por su nombre y que el dinero era más importante que su libertad. Pero le había bastado ver a Chiara en aquella jaula para entender que no, el dinero no era solo dinero, y e
John se paseaba por el patio de aquella casona, sus pasos resonaban en las galerías de piedra y estaba agotado. Había pasado los últimos dos días siendo entrevistado, golpeado y amenazado por gente leal al hombre que quería ver, pero estaba decidido a que lo pusieran frente a Franco Garibaldi, el Co
Estaba en racha. Jhon podía sentirlo en cada uno de sus dos huesos rotos. no solo porque había conseguido un trato con la Mamma y el Conte sino porque sabían que no fallarían en la palabra empeñada, así que al menos de su parte los clientes volverían al Asterion Bank. Ahora le quedaba otra batalla,
Jhon era bueno para muchas cosas, y amenazar con precisión y convencimiento era una de ellas. Quizás por eso al día siguiente Noémi se sorprendió cuando le avisaron que Malcom Sabater había regresado y quería verla. —¿Disculpe, cómo dijo? —quiso confirmar porque creyó que sus oídos la engañaban—. ¿
Chiara colgó y puso el teléfono a su lado mientras mantenía la vista fija en el suelo de la habitación. Luego se hizo un ovillo sobre la cama y cerró los ojos, intentando procesar todo lo que estaba pasando y sobre todo lo que acababa de escuchar. Después de tres horas Jhon se asustó un poco, pero
Podía balbucear, temblar, tartamudear, correr... cualquier reacción habría sido válida en aquel momento, pero Jhon solo se quedó ahí, estático, mirándola a los ojos mientras los suyos se humedecían sin que pudiera evitarlo. El pijama que Chiara llevaba no era ancho, así que podía notar la pequeña c
Quería odiarlo, eso era mucho más fácil porque necesitaba alguien a quien culpar de todo lo que estaba sucediendo, pero la verdad era que odiar a Jhon Hopkins no era tan simple. No fue capaz de dormir el resto de esa noche, pero al otro día apenas amaneció se detuvo delante de aquel librero y comen