Danna escuchó los toques suaves en su puerta y dio permiso para que pasaran, sonriendo apenas vio a Ted y Lissa asomarse. Toda la familia Keller rondaba por allí. Danna se sentía más que cuidada, y siempre procuraban no mencionar nada de lo que había pasado, pero aun así ella lo recordaba a cada se
Danna asintió. No era que no pudiera sostenerse en pie, o que no sintiera las piernas, era que el dolor en las articulaciones de la cadera y en la pelvis no la dejaban estar mucho tiempo de pie. La doctora la hizo levantarse y dar algunos pasos por la habitación para evaluarla, pero finalmente estu
Danna estaba en shock y quizás un poco más allá. Ailsa estaba muerta. Loan le había disparado para encontrarla. Ya no había nadie de quién tener miedo y aun así... aun así Danna sabía que pasaría mucho tiempo antes de que lograra sonreír de nuevo con sinceridad. Terminó de empacar la maleta y Chiar
—Dime una cosa. ¿Sabes volver sola a tu casa? —le preguntó la mujer. Danna lo pensó un momento, no conocía mucho a la ciudad pero no era tan grande como para que se perdiera. —Sí, supongo que sí. —Entonces da un paseo largo. Camina. Respira. Haz un recorrido en tu regreso y veremos si el cansanci
Aquel "Hola" le había acelerado el corazón a Loan a punto de ponerlo a correr por la casa, y cundo leyó ese mensaje diciéndole que podía ir a ver a Mauro, solo se subió a su auto y condijo como loco sin importarle que no llevaba ni maleta ni anda. Solo cuando estaba entrando a Lucerna se dio cuenta
No había mucho en la cima, pero era simplemente perfecto estar ahí. Danna miró alrededor y vio un par de tiendas de artículos deportivos, varios saloncitos de entrenamiento para niños pequeños y un acogedor restaurancito. Iba de camino a comprar un café caliente cuando algo frente a una de las pue
Loan se lanzó de la cama, vistiéndose mientras corría al salón. Se puso los zapatos y salió de la casa sin siquiera darse el tiempo de reflexionar, solo sabía que si su madre lo llamaba a aquella hora era porque algo había pasado con Danna o su hijo. Su corazón latía a mil por hora mientras conducía
—Buenos días, jefe —saludó animada al entrar a la tienda y Levi rompió en carcajadas. —¿Jefe yo? ¡Yo no soy jefe ni de mi núcleo familiar! —replicó—. Pero tú súbeme el ego porque ya está comprobado que nadie más lo hará. ¿Comenzamos? —Por supuesto. ¡Oh, jefe, el impresionante, el temible...! —¡A