Jhon caminó despacio hasta el buzón de la calle 46 en North Point. Era una calle de mala muerte rodeada de tiendecillas baratas y cafeterías con olor a cucaracha. Era una zona horrible en las afueras de la ciudad, pero bastante bulliciosa como para que pasara desapercibido quien así lo quería. El b
—¿Sabes por qué no tenemos una mesa aquí? —preguntó Jhon pateando la silla para llamar su atención—. Porque no queremos que te pongas cómoda, que te recargues, que creas ni por un instante que esto será un interrogatorio amigable. Ailsa sacudió las manos esposadas a la silla y lo miró con ojos muy
Loan entró en aquella habitación y miró a todos lados menos a Ailsa. Era un lugar horrible para morir, pero Jhon se había equivocado al pensar que no tenía estómago para aquello. Llegó junto a la mujer y le dirigió una mirada amenazante. —Dime dónde está Danna —exigió. Ailsa no se movió siquiera.
—¡Tú no puedes devolverme nada porque Emil ahora es de ella! ¡Esa zorra se quedó con él y no me lo devolverá! ¡No voy a decirte dónde está! ¡Jamás! —escupió con los ojos desorbitados y Loan se levantó. —Entonces por las malas será. Veinte minutos, cientos de gritos y seis disparos después Loan sal
Dos días antes. Danna despertó a su nueva realidad. Una liga sobre su brazo apretaba demasiado mientras sentía los golpes en el interior del codo. El aire cargado estaba lleno de una sensación de desesperación. Ella abrió los ojos y vio a Emil a su lado, comenzando a inyectarle aquel líquido visco
Pasaron segundos, luego minutos, hasta que los brazos de Emil comenzaron a caer lentamente. Danna pudo escuchar su última respiración, pudo sentir su último latido, lo único que no pudo ver fue la expresión de terror en sus ojos pero no la necesitaba porque lo había sentido con el resto de su cuerpo
Loan esperó ansiosamente en la sala de espera del hospital mientras atendían a Danna. Jhon se encargó de hacer las llamadas a la familia y poco después todos llegaban al hospital. El reloj de la pared marcaba el paso de la hora, cada segundo se arrastraba con lúgubre lentitud. Danna no había desper
Loan logró limpiarse las lágrimas con un gesto de impotencia y luego intentó llamar su atención. —Danna, nena, sé que te sientes mal —susurró con voz quebrada—. Sé que te sientes asustada, amor, pero tienes que dejar que la doctora te revise... —Danna se quedó quieta, sin decir una palabra, sin siq