Giselle la miró con una mezcla de desprecio y sonrió. —¡Tú no puedes hacerme nada! En cuanto salga de aquí voy a ir directamente a la policía a denunciarte y... —Eso me parece muy bien —la interrumpió Andrea—. Pero antes, ya que te gusta tanto arruinar la vida de los demás, ¿Qué tal si hacemos lo
Zack no podía creerlo. —Dime que esto de verdad se terminó —pidió mientras se cepillaba la boca por centésima vez. —¡Y ahora le whisky! —lo apuró Andrea y Zack estalló en carcajadas antes de beber de aquel vaso—. Listo, desinfectado por dentro, ahora al baño que te tienes que voy a restregar bien.
Zack se retorcía de placer al tiempo que la miraba con los ojos entrecerrados por el deseo, encontrándose con la mirada de Andrea que lo observaba como si quisiera devorarlo. Ambos estaban más rígidos que nunca, sus cuerpos bañados en sudor y sus alientos jadeantes mezclados. Por primera vez desde
Por fin había llegado el día. Zack daba vueltas por la habitación como si aquel traje lo estuviera asfixiando. —¡La culpa es tuya! —se burló Milo—. Si me hubieras dejado hacerte despedida de soltero ahora estarías completamente relajado. —¿¡Estás loco!? ¿Despedida de soltero? ¿Querías que mi tóxic
—¡Vamos, mi amor! —dijo él mientras la guiaba hacia el centro del salón, para que pudieran tener su primer baile juntos como marido y mujer—. ¡Dios, qué nervios! ¡Espero estar a la altura! Los invitados los miraban emocionados, algunos estaban divertidos, otros eran algo escépticos ya que no sabían
—¿Miras tú o miro yo? Parecía simple pero no lo era. Aquellas cinco pruebas de embarazo eran como dragones de siete cabezas. —¿Miramos los dos? —murmuró ella y Zack tomó su mano en la suya con un gesto reconfortante. —Pastelito, sin importar lo que pase con estas pruebas —dijo él con una voz cáli
Cada día era más hermoso que el anterior, pero finalmente la luna de miel terminó y decidieron regresar a casa. Ya era hora de compartir con todos la gran noticia, pero primero querían saber que todo seguía marchando bien. —Deberíamos esperar al cumpleaños de Adriana que es en unos días —dijo Zack—
Seis meses después. —Thorcitooooooooo —gritó Andrea y un segundo después Zack derrapaba frente a ella. —¿Ya vienen? —preguntó mirando a su esposa con aquellos ojitos del gato de de Shreck. —Sí —respondió ella entre suspiros—. ¡Ya se cansaron de patearse entre ellos y ahora me están pateando a mí!