—Sí, aquí está... lo siento, no ha sido el mejor día. —Está bien, es un gusto ayud... —detrás de ella se escuchó aquel sonido característico y Zack escuchó cómo Andrea intentaba calmar el llanto de su bebé—. Lo siento señor Keller... ¿Qué me decía?... Shshshshs tranquila mi amor... —No, nada, de n
Andrea miró a todos lados, confundida, como si Zack acabara de golpearla en la cabeza con algo contundente. —¿Qué buscas? —preguntó él frunciendo el ceño. —La cámara oculta... —respondió ella—. O la camisa de fuerza que debe tener por ahí... porque no veo que esté muy cuerdo ahora mismo. Él respi
—Está bien... —susurró—. ¿Qué tengo que hacer? Zack suspiró con alivio. —¡Ahora toca entrenamiento! —exclamó—. Te invito a almorzar hoy y vemos los detalles. ¡Y vaya que había detalles que discutir! Cuando Zack la llevó más tarde a un agradable restaurante y sacó la silla cortésmente para ella,
Llegó escondida, camuflada, camaleónica y tan silenciosa que cuando escuchó aquel "Andrea" despegó el trasero del asiento como treinta centímetros del susto que se llevó. —¡Aaaaaaah! —ahogó un grito y luego se agarró de los brazos de su silla, mirando a Zack. —Así tendrás la conciencia —se burló é
—Sí, en mamelucos, pero en la ropita de varón —respondió la empleada. —¡No me importa! ¡Ella es una bebé dura! ¿No es verdad mi amor? ¡Tú vas a usar un mameluquito de Snowboard! —exclamó haciéndole una mueca y Adriana se desternilló de la risa. Andrea se apoyó en una de las perchas viendo aquello.
Zack apretó la mano de Andrea por un momento y le aseguró que él cuidaría de Adriana, así que la muchacha salió corriendo detrás de su vecina, atravesó el pasillo y entró a la casa de la señora Wilson. La pobre anciana respiraba con dificultad, como si tuviera asma o algo así, pero Andrea sabía que
—¡Maldito imbécil eso no es urgente, me pusiste el corazón en la boca! ¡Busca "Urgente" en el diccionario y déjame follar en paz! ¡Llámame mañana! —le gritó Ben antes de colgarle y Zack miró al teléfono. —Pues debe estar muy mal follado para andar de tan mal humor... —se burló, y él mismo puso mano
Andrea sentía una opresión en el pecho difícil de describir. No solía importarle lo que pensara la gente de ella. Pero la verdad era que dolía que mujeres que habían trabajado con ella por más de cuatro meses, pudieran hablar tan superficialmente de lo que le había pasado con Trembley o lo que hacía