—Sí, en mamelucos, pero en la ropita de varón —respondió la empleada. —¡No me importa! ¡Ella es una bebé dura! ¿No es verdad mi amor? ¡Tú vas a usar un mameluquito de Snowboard! —exclamó haciéndole una mueca y Adriana se desternilló de la risa. Andrea se apoyó en una de las perchas viendo aquello.
Zack apretó la mano de Andrea por un momento y le aseguró que él cuidaría de Adriana, así que la muchacha salió corriendo detrás de su vecina, atravesó el pasillo y entró a la casa de la señora Wilson. La pobre anciana respiraba con dificultad, como si tuviera asma o algo así, pero Andrea sabía que
—¡Maldito imbécil eso no es urgente, me pusiste el corazón en la boca! ¡Busca "Urgente" en el diccionario y déjame follar en paz! ¡Llámame mañana! —le gritó Ben antes de colgarle y Zack miró al teléfono. —Pues debe estar muy mal follado para andar de tan mal humor... —se burló, y él mismo puso mano
Andrea sentía una opresión en el pecho difícil de describir. No solía importarle lo que pensara la gente de ella. Pero la verdad era que dolía que mujeres que habían trabajado con ella por más de cuatro meses, pudieran hablar tan superficialmente de lo que le había pasado con Trembley o lo que hacía
Zack bufó molesto, pero cuando Ben lo decía así de verdad parecía algo muy estúpido. —Entonces la cagué —murmuró. —Monumentalmente, ya te lo dije. Más porque la atacaste por no reaccionar como tú querías. Eso no estuvo bien. Zack apretó los labios con una mueca. —¡Maldición! Ya hasta con las nov
Andrea no dijo una palabra mientras iban hacia el departamento de Zack. La bebé se había calmado un poquito, pero ellos no. —Listo, tenemos las medicinas, la fórmula y a la bebé... ¡y los nervios! —murmuró Zack apenas llegaron. Les abrió la puerta de su departamento y Andrea intentó no sorprenders
—Hija, me alegra mucho que Adriana y tú tengan quien las cuide, porque creo que ya no voy a estar mucho tiempo por aquí —le dijo la anciana. —No diga eso, señora Wilson, le aseguro que muy pronto le van a dar el alta —murmuró Andrea con el corazón encogido. —De cualquier forma ya no regresaré al d
Ben era un hombre con un encanto especial, pero desde que se había reencontrado con la madre de su hijo, ese encanto se había concentrado en desaparecer para las demás mujeres. No era extraño entonces que nadie más le prestara atención en aquel ascensor lleno de gente, más cuando iba con su gorra de