Dylan O' Conell.Ocupa toda mi fuerza de voluntad no ir tras ella. Mi autocontrol está a nada de esfumarse, mientras escucho sus pasos alejarse del salón. ¿Lo peor de todo? Que soy consciente de lo que hice, de lo que provoqué con mis actitudes. Sé que debo darle su espacio, respetarla por una vez desde que nos conocimos.Cometí el peor error de todos. Me equivoqué de la forma en que no debía. Y sé que me va a costar recuperar su confianza...su amor.Con mis ojos cerrados y mis manos frotando mi rostro con ansias, escucho el cuchicheo de mi madre y mis tías, aliadas, por supuesto, con Annabelle. Otro motivo por el que siento que voy a explotar en cualquier momento.¿Es que no pueden callarse?Levanto la cabeza y miro a mi alrededor, al salón que me va a recordar por toda la vida lo idiota que puedo ser aun sin proponérmelo.Daniel Ferrara, el jodido hermano que no contaba en esta ecuación, conversa con mi abuelo en voz baja. No quiero darle un segundo pensamiento a las ideas que me ll
Alessandra Ferrara.Desde la parte trasera del auto miro el exterior de la casa familiar de los O’ Conell. Mientras espero a mi hermano, ocupo toda mi entereza para no salir, regresar y quedar como una idiota.Mentiría si dijera si no quedé conforme con la forma en que pude enfrentarlo a él al fin, pero me duele demasiado haberlo hecho. Porque sí, mi dignidad vale todo, pero mi corazón sangra igual. Aún más, si soy consciente de que debe ser así. Por segundos, mi respiración se agita, el pecho se me aprieta con una profunda tristeza y tengo que cerrar con fuerza los ojos para evitar las lágrimas. No puedo permitirme flaquear, no, todavía.Lo que siento por Dylan ya no es solo atracción, no es tan sencillo de obviar. Me enamoré de él de formas que no soy capaz de entender. Porque debajo de toda su bravuconería, aun pensando los horrores impuestos hacia mí, nació algo. Un algo que a pesar de todo sé que él también siente. No fue dicho con palabras, pero hubo acciones y reacciones, hubo u
Dylan O’ Conell.En medio del shock que me provoca ver las maletas a un lado de la puerta, escucho pasos en la escalera. Levanto la vista sabiendo lo que voy a encontrar. Mi corazón se salta un latido en la milésima de segundo que demoro en ver sus ojos. Dolidos.«Alessandra».Doy un paso adelante por inercia, por impulso. Pero me detengo cuando ella se estremece, su postura se tensa, como si no quisiera mi cercanía, como si pudiera flaquear y quisiera evitarlo a toda costa.Cierro los ojos y respiro profundo. Pellizco el puente de mi nariz y me concentro en el segundo inmediato. No más allá. Porque no tengo idea de lo que me depara.—¿Lo tienes todo? —escucho la voz de Daniel y no puedo evitar reaccionar.Vuelvo a mirarla y entonces veo lo que la llevó al segundo piso: los documentos del divorcio.La respiración quema en mi garganta, las ganas de pedirle, rogarle, se atascan y no me permiten siquiera respirar. Pero aguanto, porque por primera vez en mi vida, tengo que aceptar la derr
Dylan O’Conell.«Alessandra Ferrara». Ese nombre debería sonarme de antes, pero la verdad es que no.Sí conocía el imperio Ferrara, pero nunca me preocupé por investigar sus interioridades. Después de todo lo que me contó el abuelo, la curiosidad me absorbe. Porque ahora me queda la duda si alguna vez nos vimos.Del accidente no recuerdo su rostro, lo único que me importó mientras la sacaba de aquel lugar, era tratar de llegar al hospital más cercano y ver si podía salvarse al menos. Había mucha sangre, su cabello empegostado se pegaba a su rostro y la verdad, no busqué más detalles. Porque no quería saber cosas que luego me persiguieran. Hay algo extraño y doloroso en intentar salvar a alguien y que esa persona no lo logre, al final. Esa conexión incierta con un desconocido que puede afectar más de lo que uno imagina.Pero ahora quiero saber si logro reconocer algo, de ese momento y alguno antes. También, quiero saber más de ella. Me consta que perdió la memoria y que poco recuerda d
Alessandra Ferrara.Reconozco su voz. Sé que es él.Mis labios cosquillean con un recuerdo que llega atronador, intenso. Me relaja por unos segundos y me hace sonreír.Cierro los ojos y lo veo a él, a su esmoquin, su sonrisa inteligente y sus ojos profundos. Unos ojos que me mostraron una versión diferente de la que estaba rechazando con todas mis fuerzas. Toco mis labios cuando recuerdo ese beso inesperado, pero real y sincero, sin mayor intención que crear un vínculo que me tranquilizara por unos segundos, así fuera con un completo desconocido.Vuelvo a buscar sus orbes grises y brillantes. Siento lo áspero de sus dedos en mis mejillas, su respiración aparentemente calmada, pero fuerte.Pestañeo.Y veo su espalda. Siento mi sonrisa mientras lo veo alejarse, mis dedos acariciando mis labios, ahí donde su boca antes estuvo, hace nada. No me abruma la tristeza, en ese momento entendía el motivo de su llegada fugaz a mi vida, en el momento justo. Sabía que no lo vería más y estaba confo
Dylan O’ Conell.Los últimos días han sido una completa mierda. No hay una palabra que defina mejor cómo me he sentido. Mis estados de ánimo no han dejado de cambiar, yendo desde una seguridad absoluta de que todo se arreglará, hasta una depresión continua sobre lo difícil que veo una solución.Conocer la verdad de Alessandra, saber que me han manipulado como les ha dado la gana toda mi vida y luego, recordar aquella noche hace tantos años atrás, me hacen pensar en cuantas cosas más estarán relacionadas y yo ni enterado.La culpa me carcome a pesar de que no podía saber. Pero revivo cada palabra desubicada que le dediqué y me odio a mí mismo por ello. ¿En qué estaba pensando para tratar así a una mujer? ¿Tanto me importaba Annabelle, tan ciego estaba?Ahora regreso el tiempo atrás y en mi relación con Annabelle, no veo ni la mitad de la pasión que sentí esas noches pasadas con Alessandra. Pero, incluso, con la Alessa de aquella playa, fuerte y delicada a la vez.La razón por la que qu
Alessandra Ferrara.«Hoy es el día».Me miro al espejo, a mi reflejo elegante y mi porte regio.Hoy vuelvo a ser la heredera Ferrara, la futura dueña de uno de los imperios mejor establecidos en el país. Mi hermano es el presidente y quien lleva todo a la perfección, yo todavía no voy a ocupar su lugar y, verdaderamente, no creo que lo haga. Por cuestiones que no sé y mi abuelo nunca me dejó claro, soy yo la que debe quedarse con todo, pero sería incapaz de quitarle a mi hermano algo por lo que ha trabajado tanto.Yo acepto mi título, pero no quiero lo que viene con él. Prefiero empezar mis propios proyectos. Darle el toque a mi futuro, como yo deseo.Y, sobre todo, quiero ser feliz. Hacer algo que me entusiasme y no, hacerlo por obligación. Ahora que recuerdo la mayoría de las cosas, sé que los negocios nunca fueron mis preferidos, aunque estudié por años, para prepararme y ocupar mi puesto como heredera.—Alessa, ¿estás lista? —la voz de mi hermano me llega desde la puerta.Lo miro,
Dylan O’ Conell.Un mensaje de Cristoff me avisa de que debo esperar en la parte trasera del hotel, donde me reuniré con Alessandra y su hermano. Miro mi reloj y todavía faltan unos minutos para que dé comienzo oficialmente el evento. Camino de un lado a otro, nervioso. Ofuscado, retuerzo mis manos y me obligo a calmarme, porque parezco un puto adolescente con desajuste emocional.Unos hombres de traje custodian la parte trasera, puedo ver un logo en sus camisas que los identifica como parte de una empresa de seguridad que debe haber sido contratada. De repente, uno de ellos lleva una mano a su oreja y murmura algo, antes de moverse hacia la puerta.Mi espalda se tensa ante el presentimiento. Me muevo solo un poco y desde mi nuevo ángulo de visión, puedo ver la limusina negra fuera. Mi corazón aletea fuerte y rápido en mi pecho. Porque ella está cerca, ella va ahí.Daniel Ferrara se baja del auto y aunque me quedo esperando, mirando hacia la puerta trasera aún abierta, Alessandra no s