Alessandra Ferrara.«Hoy es el día».Me miro al espejo, a mi reflejo elegante y mi porte regio.Hoy vuelvo a ser la heredera Ferrara, la futura dueña de uno de los imperios mejor establecidos en el país. Mi hermano es el presidente y quien lleva todo a la perfección, yo todavía no voy a ocupar su lugar y, verdaderamente, no creo que lo haga. Por cuestiones que no sé y mi abuelo nunca me dejó claro, soy yo la que debe quedarse con todo, pero sería incapaz de quitarle a mi hermano algo por lo que ha trabajado tanto.Yo acepto mi título, pero no quiero lo que viene con él. Prefiero empezar mis propios proyectos. Darle el toque a mi futuro, como yo deseo.Y, sobre todo, quiero ser feliz. Hacer algo que me entusiasme y no, hacerlo por obligación. Ahora que recuerdo la mayoría de las cosas, sé que los negocios nunca fueron mis preferidos, aunque estudié por años, para prepararme y ocupar mi puesto como heredera.—Alessa, ¿estás lista? —la voz de mi hermano me llega desde la puerta.Lo miro,
Dylan O’ Conell.Un mensaje de Cristoff me avisa de que debo esperar en la parte trasera del hotel, donde me reuniré con Alessandra y su hermano. Miro mi reloj y todavía faltan unos minutos para que dé comienzo oficialmente el evento. Camino de un lado a otro, nervioso. Ofuscado, retuerzo mis manos y me obligo a calmarme, porque parezco un puto adolescente con desajuste emocional.Unos hombres de traje custodian la parte trasera, puedo ver un logo en sus camisas que los identifica como parte de una empresa de seguridad que debe haber sido contratada. De repente, uno de ellos lleva una mano a su oreja y murmura algo, antes de moverse hacia la puerta.Mi espalda se tensa ante el presentimiento. Me muevo solo un poco y desde mi nuevo ángulo de visión, puedo ver la limusina negra fuera. Mi corazón aletea fuerte y rápido en mi pecho. Porque ella está cerca, ella va ahí.Daniel Ferrara se baja del auto y aunque me quedo esperando, mirando hacia la puerta trasera aún abierta, Alessandra no s
Alessandra Ferrara.Siento sus manos en mi cuerpo, un agarre a la vista normal, rodeando mi cintura, pero con mi cabeza hace de todo.Dylan para mí ahora es como una droga que necesito y que a conciencia quiero evitar. No porque piense que me hará daño, sino porque necesito mantenerme enfocada en todo lo que sucede a mi alrededor. No puedo perder mis pensamientos entre las flores y los corazones, le prometí a mi hermano que hoy sería una noche tranquila y que actuaríamos como el matrimonio que somos. O todos piensan que somos.Avanzamos hacia el hotel, con un ruido excesivo a nuestra espalda. Los reporteros, con su intensivo trabajo, no dejan de fotografiar y hacer preguntas que no vamos a detenernos a responder ahora. Y en cuanto atravesamos la puerta de oro y cristal, que la recepción se abre ante nosotros con su maravillosa decoración, suelto el aliento que no sabía que estaba conteniendo.El agarre de Dylan se hace más fuerte en mis caderas y yo busco sus ojos. El gris azulado me
Alessandra Ferrara.Escapamos del hotel en un auto negro que Daniel había dejado preparado para nosotros. No entiendo bien el motivo por el que lo hacemos, pero escuchar a Dylan decirme que iba a secuestrarme me provocó demasiadas cosas. Una de ellas, y puede que la más importante, el hecho de que yo no me opongo a ser secuestrada por él.No quiero profundizar en las emociones encontradas, no quiero pensar en los malos presentimientos que antes tuve. Quiero fingir que por una vez en la vida soy dueña de mis decisiones, porque claro está que no he tenido mucho libre albedrío, por más que me gustaría pensar lo contrario. No voy a concentrarme en el motivo y sí en lo que va a resultar de esto.Porque mi verdad es que quiero su compañía. Su amor. Todo lo que él tenga para ofrecerme.Desde que subimos del auto, hemos estado en silencio. No un silencio incómodo, más bien, agradable. Salimos de la ciudad hace ya un buen rato y todavía seguimos avanzando por la autopista oscura, sin saber si
Dylan O’ Conell.La verja que rodea la villa se abre en cuanto presiono el botón del mando a distancia. La oscuridad nos rodea, solo las luces del auto alumbran el frente y hacia la casa que se esconde detrás de la alta puerta.—¿Dónde estamos? —pregunta Alessandra, con voz ronca.Una sonrisa se forma en mi boca al pensar en este lugar, porque está muy cerca de aquella playa en la que nos conocimos hace años.—Ya verás —mumuro, con el entusiasmo calmado, mientras avanzo al fin por la entrada de la propiedad.No hay mucha distancia desde la verja hasta la entrada principal de la casa. Una pequeña villa que heredé cuando mi abuela murió; yo solo tenía dieciséis años. En aquel entonces fue mi abuelo el que se ocupaba de mantenerla habitable, pero en cuanto pude asumir los gastos, comencé a ocuparme yo mismo.No es una propiedad muy grande, es cómoda, tiene lo indispensable y lo mejor de todo, en mi opinión, es la playa privada a sus espaldas.Bajamos del auto luego de dejarlo aparcado en
Alessandra Ferrara.El hombre frente a nosotros nos mira sonriente. Señala un libro grande y elegante y nos extiende una pluma con la que debemos firmar.Miro a Dylan una vez más. Sus ojos brillan con emoción contenida, me sonríe tímido y podría decir, que también temeroso. Le guiño un ojo con diversión y tomo la pluma para firmar en el espacio donde mi nombre es visible.La tinta negra contrasta con el blanco impoluto del papel. Y al verla, antes de pasarle el libro a Dylan, siento que mi pecho se llena de mariposas que necesitan alzar el vuelo. Porque hoy, otra vez, tomé una decisión, solo que ahora todo es diferente.Lo amo. Él me ama. Y todo tiene sentido, al fin.Dylan repite mi accionar y también, cuando estampa su firma en el gran libro de registro, se queda viéndola como si no lo creyera posible. Busca mis ojos y sonríe.—Yo los declaro, marido y mujer —exclama el hombre del otro lado de la mesa y al escucharlo, no puedo evitar sentir que floto de la felicidad—. Puede besar a
Alessandra O’ Conell.El regreso es una verdadera locura. No hemos puesto prácticamente un pie en la ciudad y la prensa se lanza sobre nosotros como aves de carroña.En todo el viaje ni Daniel ni Dylan comentan sobre la amenaza que consideran viene de parte de Annabelle, pero como yo escuché la conversación entre ellos dos, puedo entender el nivel de seguridad que nos rodea desde entonces. Sin embargo, no hago preguntas, porque no pretendo aumentar el estrés de mi hermano, ya de por sí bastante evidente.Nos alojamos en la casa familiar esta vez, “sugerencia” de Daniel, por temas de seguridad. Yo no me opongo y Dylan acepta sin problemas. Y lo primero que hago al llegar, por supuesto, es visitar a mi abuelo en su recámara.De solo verlo la tristeza se apodera de mí, porque si sigue con vida es gracias a un respirador artificial. En cualquier momento lo voy a perder y contrario a lo que llevo meses diciéndome, no estoy lista para ello.Cuando la nueva realidad llega, las responsabilida
Dylan O’ Conell.Ryan me comenta entusiasmado sobre los nuevos proyectos del consorcio. Después de todas nuestras diferencias de los últimos tiempos, por fin llegamos a un punto en el que superamos esas discrepancias.Él es el encargado de las empresas familiares, siempre lo ha sido y la verdad que se lo merece. Yo, desde que tuve uso de razón, fui consciente de que mi futuro estaba haciendo lo que me gusta y con un negocio propio.—Con la caída de las acciones de los Smith, el mercado es completamente nuestro. Y hoy Enzo Smith se encontrará con Ferrara para sellar el trato de la compra-venta.—¿Cómo? —pregunto, sorprendido. Levanto mi mirada de los papeles que estoy revisando y observo la forma en que Ryan sonríe complacido.—Lo que escuchas. Tenemos a ese cabrón comiendo de nuestra mano.Frunzo el ceño, un poco confundido con eso. Un encuentro entre Daniel y Enzo no puede significar buenas noticias. Pero imagino que hayan organizado todo como se debe. Si algo tiene Daniel, es una ex