Dylan O’Conell.«Alessandra Ferrara». Ese nombre debería sonarme de antes, pero la verdad es que no.Sí conocía el imperio Ferrara, pero nunca me preocupé por investigar sus interioridades. Después de todo lo que me contó el abuelo, la curiosidad me absorbe. Porque ahora me queda la duda si alguna vez nos vimos.Del accidente no recuerdo su rostro, lo único que me importó mientras la sacaba de aquel lugar, era tratar de llegar al hospital más cercano y ver si podía salvarse al menos. Había mucha sangre, su cabello empegostado se pegaba a su rostro y la verdad, no busqué más detalles. Porque no quería saber cosas que luego me persiguieran. Hay algo extraño y doloroso en intentar salvar a alguien y que esa persona no lo logre, al final. Esa conexión incierta con un desconocido que puede afectar más de lo que uno imagina.Pero ahora quiero saber si logro reconocer algo, de ese momento y alguno antes. También, quiero saber más de ella. Me consta que perdió la memoria y que poco recuerda d
Alessandra Ferrara.Reconozco su voz. Sé que es él.Mis labios cosquillean con un recuerdo que llega atronador, intenso. Me relaja por unos segundos y me hace sonreír.Cierro los ojos y lo veo a él, a su esmoquin, su sonrisa inteligente y sus ojos profundos. Unos ojos que me mostraron una versión diferente de la que estaba rechazando con todas mis fuerzas. Toco mis labios cuando recuerdo ese beso inesperado, pero real y sincero, sin mayor intención que crear un vínculo que me tranquilizara por unos segundos, así fuera con un completo desconocido.Vuelvo a buscar sus orbes grises y brillantes. Siento lo áspero de sus dedos en mis mejillas, su respiración aparentemente calmada, pero fuerte.Pestañeo.Y veo su espalda. Siento mi sonrisa mientras lo veo alejarse, mis dedos acariciando mis labios, ahí donde su boca antes estuvo, hace nada. No me abruma la tristeza, en ese momento entendía el motivo de su llegada fugaz a mi vida, en el momento justo. Sabía que no lo vería más y estaba confo
Dylan O’ Conell.Los últimos días han sido una completa mierda. No hay una palabra que defina mejor cómo me he sentido. Mis estados de ánimo no han dejado de cambiar, yendo desde una seguridad absoluta de que todo se arreglará, hasta una depresión continua sobre lo difícil que veo una solución.Conocer la verdad de Alessandra, saber que me han manipulado como les ha dado la gana toda mi vida y luego, recordar aquella noche hace tantos años atrás, me hacen pensar en cuantas cosas más estarán relacionadas y yo ni enterado.La culpa me carcome a pesar de que no podía saber. Pero revivo cada palabra desubicada que le dediqué y me odio a mí mismo por ello. ¿En qué estaba pensando para tratar así a una mujer? ¿Tanto me importaba Annabelle, tan ciego estaba?Ahora regreso el tiempo atrás y en mi relación con Annabelle, no veo ni la mitad de la pasión que sentí esas noches pasadas con Alessandra. Pero, incluso, con la Alessa de aquella playa, fuerte y delicada a la vez.La razón por la que qu
Alessandra Ferrara.«Hoy es el día».Me miro al espejo, a mi reflejo elegante y mi porte regio.Hoy vuelvo a ser la heredera Ferrara, la futura dueña de uno de los imperios mejor establecidos en el país. Mi hermano es el presidente y quien lleva todo a la perfección, yo todavía no voy a ocupar su lugar y, verdaderamente, no creo que lo haga. Por cuestiones que no sé y mi abuelo nunca me dejó claro, soy yo la que debe quedarse con todo, pero sería incapaz de quitarle a mi hermano algo por lo que ha trabajado tanto.Yo acepto mi título, pero no quiero lo que viene con él. Prefiero empezar mis propios proyectos. Darle el toque a mi futuro, como yo deseo.Y, sobre todo, quiero ser feliz. Hacer algo que me entusiasme y no, hacerlo por obligación. Ahora que recuerdo la mayoría de las cosas, sé que los negocios nunca fueron mis preferidos, aunque estudié por años, para prepararme y ocupar mi puesto como heredera.—Alessa, ¿estás lista? —la voz de mi hermano me llega desde la puerta.Lo miro,
Dylan O’ Conell.Un mensaje de Cristoff me avisa de que debo esperar en la parte trasera del hotel, donde me reuniré con Alessandra y su hermano. Miro mi reloj y todavía faltan unos minutos para que dé comienzo oficialmente el evento. Camino de un lado a otro, nervioso. Ofuscado, retuerzo mis manos y me obligo a calmarme, porque parezco un puto adolescente con desajuste emocional.Unos hombres de traje custodian la parte trasera, puedo ver un logo en sus camisas que los identifica como parte de una empresa de seguridad que debe haber sido contratada. De repente, uno de ellos lleva una mano a su oreja y murmura algo, antes de moverse hacia la puerta.Mi espalda se tensa ante el presentimiento. Me muevo solo un poco y desde mi nuevo ángulo de visión, puedo ver la limusina negra fuera. Mi corazón aletea fuerte y rápido en mi pecho. Porque ella está cerca, ella va ahí.Daniel Ferrara se baja del auto y aunque me quedo esperando, mirando hacia la puerta trasera aún abierta, Alessandra no s
Alessandra Ferrara.Siento sus manos en mi cuerpo, un agarre a la vista normal, rodeando mi cintura, pero con mi cabeza hace de todo.Dylan para mí ahora es como una droga que necesito y que a conciencia quiero evitar. No porque piense que me hará daño, sino porque necesito mantenerme enfocada en todo lo que sucede a mi alrededor. No puedo perder mis pensamientos entre las flores y los corazones, le prometí a mi hermano que hoy sería una noche tranquila y que actuaríamos como el matrimonio que somos. O todos piensan que somos.Avanzamos hacia el hotel, con un ruido excesivo a nuestra espalda. Los reporteros, con su intensivo trabajo, no dejan de fotografiar y hacer preguntas que no vamos a detenernos a responder ahora. Y en cuanto atravesamos la puerta de oro y cristal, que la recepción se abre ante nosotros con su maravillosa decoración, suelto el aliento que no sabía que estaba conteniendo.El agarre de Dylan se hace más fuerte en mis caderas y yo busco sus ojos. El gris azulado me
Alessandra Ferrara.Escapamos del hotel en un auto negro que Daniel había dejado preparado para nosotros. No entiendo bien el motivo por el que lo hacemos, pero escuchar a Dylan decirme que iba a secuestrarme me provocó demasiadas cosas. Una de ellas, y puede que la más importante, el hecho de que yo no me opongo a ser secuestrada por él.No quiero profundizar en las emociones encontradas, no quiero pensar en los malos presentimientos que antes tuve. Quiero fingir que por una vez en la vida soy dueña de mis decisiones, porque claro está que no he tenido mucho libre albedrío, por más que me gustaría pensar lo contrario. No voy a concentrarme en el motivo y sí en lo que va a resultar de esto.Porque mi verdad es que quiero su compañía. Su amor. Todo lo que él tenga para ofrecerme.Desde que subimos del auto, hemos estado en silencio. No un silencio incómodo, más bien, agradable. Salimos de la ciudad hace ya un buen rato y todavía seguimos avanzando por la autopista oscura, sin saber si
Dylan O’ Conell.La verja que rodea la villa se abre en cuanto presiono el botón del mando a distancia. La oscuridad nos rodea, solo las luces del auto alumbran el frente y hacia la casa que se esconde detrás de la alta puerta.—¿Dónde estamos? —pregunta Alessandra, con voz ronca.Una sonrisa se forma en mi boca al pensar en este lugar, porque está muy cerca de aquella playa en la que nos conocimos hace años.—Ya verás —mumuro, con el entusiasmo calmado, mientras avanzo al fin por la entrada de la propiedad.No hay mucha distancia desde la verja hasta la entrada principal de la casa. Una pequeña villa que heredé cuando mi abuela murió; yo solo tenía dieciséis años. En aquel entonces fue mi abuelo el que se ocupaba de mantenerla habitable, pero en cuanto pude asumir los gastos, comencé a ocuparme yo mismo.No es una propiedad muy grande, es cómoda, tiene lo indispensable y lo mejor de todo, en mi opinión, es la playa privada a sus espaldas.Bajamos del auto luego de dejarlo aparcado en