Alessandra Cavani.La cama se siente tibia, pero ya Dylan no está. Aun así, la sonrisa en mis labios no se borra. Porque recuerdo sus palabras mientras me hacía el amor y también, cuando se despidió hace unas horas, antes de irse a la oficina.Quiero amanecer así cada día de mi vida…Mi piel se erizó al escucharlo. Y acompañado de la vibración de su voz contra mi cuello, con solo una frase me desarmó por completo.Me estiro un poco para destensar mis músculos. El dolor tenue de los golpes ya es casi inexistente, pero siento otro tipo de dolor. Uno que se refleja entre mis piernas y es un recordatorio de lo bien que se sintió nuestro encuentro. Me recorre un escalofrío solo con pensar en su peso sobre mí.Me siento en el borde de la cama y con cuidado, me levanto. La luz atraviesa las ventanas de la habitación y no he dado dos pasos hacia el baño, cuando la puerta se abre y aparece una señora mayor, con expresión dulce, dispuesta a ayudarme.—Buenos días, señora O’ Conell, mi nombre es
Dylan O’ Conell.Salgo de la casa y antes de ir a la oficina, paso por el apartamento que comparto con mi hermano. Es temprano y él todavía debe estar en casa. Si por mí fuera, me quedaba con Alessandra todo el día, pero tengo cosas que revisar antes del lanzamiento de la empresa. Ella estará bien cuidada y de todas maneras pretendo regresar temprano.En cuanto atravieso la puerta principal, que paso por el salón, lo veo sentado en una de las sillas en la barra de la cocina, tomando algo de desayuno. Ya está listo para ir a trabajar.—Buenos días, Dylan —saluda, sin voltearse—. ¿Cómo está Alessandra?Me guardo el gruñido por su pregunta. No tengo intenciones de pelear, más bien, quiero su respuesta.—Está mejor —murmuro, llegando a su lado.Él asiente.—¿Esperarás por su recuperación para grabar el video promocional o elegirás otra modelo? Yo no tengo problemas en ajustar mi agenda para ayudar con eso.Ruedo los ojos y me callo lo que en verdad quiero decirle. No obstante, no me corto
Alessandra Cavani.Cuando Dylan se va, pasan unos pocos minutos cuando siento que no puedo seguir acostada. Necesito caminar, estirar las piernas y tratar de relajar mi cuerpo tenso. Abro la gaveta de la mesilla de noche y saco el teléfono que encontré en la caja que me trajo Daniel hace unos días.Como no la había revisado, no sabía lo que contenía. Pero hoy que Daniel me pidió llevarse algunos de los documentos, me llamó la atención el celular. Según él, llevaba apagado tres años, desde mi accidente nadie lo utilizó. Probé a encenderlo luego de que Daniel se fuera con lo que vino a buscar. Al revisar el registro de llamadas, un número se repetía varias veces. La curiosidad pudo conmigo y lo marqué, pero escuché la llegada de Dylan y antes de tener que dar explicaciones de algo que ni siquiera recuerdo, colgué.Y ahora, por más que trato de recordar, nada viene a mi mente. Eso me frustra más de lo que quiero aceptar. Sobre todo porque ya van tres años del accidente que mató a mis pad
Ryan O’ Conell.No te salvé por lo que crees…Me cuesta demasiado mantener la compostura al escucharla. A pesar de la claridad de las circunstancias, no puedo evitar que ese órgano que está en mi pecho y que, hasta ahora, solo me ofrecía vida, palpite con más fuerza.Son pocas las veces que me he permitido sentir. No estoy hecho para eso. Pero lo que esta mujer frente a mí provoca en mi interior, no es algo que pueda detener. No me niego al amor, simplemente era algo que no me había interesado jamás, así como las mujeres que desde años se mantienen a mi alrededor como moscas molestas esperando atención. Sin embargo, me bastó una mirada a la “prometida” de mi hermano.«Irónico, ¿verdad?».Nunca nada me hizo sentir envidia de Dylan, a diferencia de lo que él cree, me enorgullece el hombre de principios que hay detrás de su fachada bien trabajada. Hasta ella. Hasta ese revuelo de hace un año atrás en el que nadie entendió nada. Sigue siendo así, en parte, pero ahora hay una diferencia.E
Ryan O’ Conell.Todo el tiempo que seguí a Dylan hasta su nueva casa, Annabelle no dejó de parlotear sobre mi interés en Alessandra y que debería ponerme en su lugar, ayudarla a separarlos para que nosotros pudiéramos estar con quien queremos.En un primer momento, cuando me mencionó esa loca idea, apreté el volante entre mis dedos y tomó toda mi fuerza de voluntad para no sacarla del auto y dejarla tirada. La sola mención de traicionar a mi hermano, me puso de mal humor. Puede que la relación no sea la mejor, pero no llegamos a ese nivel de problemas.Sin embargo, me contuve. Primero, porque quería mostrarle lo que ahora son Alessa y Dylan, un jodido matrimonio en todo el sentido de la palabra. Y segundo, porque luego lo pensé mejor y me vino una idea a la cabeza. No confío en Annabelle y puedo suponer que algo trama, así que fingí interés y no me negué a su petición.Y si en algún momento pensé que había visto lo peor que podría mostrarme, definitivamente no tenía idea.Detengo el a
Alessandra Cavani.Con el paso del tiempo, he aprendido a diferenciar algunas situaciones, entre ellas, la capacidad para saber si estoy soñando o viviendo en carne propia, otra vez, mi única y eterna pesadilla. Ahora mismo puedo asegurar que sigo dormida a pesar de sentir mi cuerpo frío y tembloroso. Solo me basta la bruma, esa niebla espesa que se asienta frente a mí, para asegurarme; porque lo único a mi alcance son mis propias manos. Pegajosas. Ensangrentadas. Un pinchazo insoportable estremece el lado derecho de mi cabeza y la urgente necesidad de retorcerme en el lugar, para palear el dolor, me llena; sin embargo, no puedo moverme. Nunca puedo moverme en mis pesadillas. Eso lo hace peor. Un entumecimiento cubre todo mi rostro, a medida que el calor viscoso aumenta y corre por mis sienes. Pronto un peso se asienta sobre mi pecho y mis pulmones queman por la necesidad de oxígeno. Bien podría pensar que unas manos aprietan mi garganta y me impiden respirar, porque así se siente.
Dylan O’ Conell. No tengo idea de cómo debo reaccionar a lo que Cristoff me está diciendo. Me toma desprevenido y es imposible no sentir que la ira hierve en mis venas. Cierro mis ojos y presiono con mis dedos, tratando de controlarme. Con la otra mano sostengo el teléfono tan fuerte, que en cualquier momento destrozaré el aparato. «Esto no puede estar pasando». —Esto era lo que más me preocupaba, ¡maldita sea! Si tuviera algo delante, ya se hubiera llevado patadas y puñetazos, porque tengo ganas de romper algo. —Dylan, tranquilo. Hasta el momento no es nada ofensivo a tu negocio, solo son…especificaciones, por así decirlo. —¡Nadie tiene que ponerme condiciones en mi propia empresa, Cristoff! —exclamo, sin paciencia para seguir aguantándome—. Mucho menos ese idiota. De solo recordar el nombre del tipejo, mi humor empeora. Y si soy sincero, no es solo el hecho de que mi empresa esté siendo “atacada”, va más allá. Es por ella. Y no debería serlo. No quiero pensar mal. No quiero
Alessandra Cavani.Hay momentos y situaciones que te desestabilizan, aunque pretendas detener esa sensación de perderlo todo. No es lo mismo considerar una posibilidad, a confirmar su existencia. Sobre todo cuando detrás de las noticias, llega un fuerte desasosiego.Llevaba todo un año asimilando el hecho de que Dylan era mi salvador, pero no tenía la seguridad. Hasta hoy.Y ahora, no sé cómo debo actuar. Tanto tiempo pensando en la manera de iniciar un tema tan difícil para mí, por todo lo que implica, para que mi reacción sea quedarme en shock, con unas ganas tremendas de huir lejos y esconderme de esos lugares que me atormentan, aunque no los recuerdo todos.Mis pesadillas hoy, se sienten como un augurio del final del día. Y no dudo que cuando vuelva a cerrar los ojos, regresen.Porque negar la existencia de algo, no lo desaparece. Hay tanto que puedo hacer ahora que tengo al fin una respuesta concisa, pero me aterra. Tengo miedo de lo que mis preguntas puedan ocasionar.«Tonto, ¿v