Alessandra Cavani.El peso en mi cabeza, por el dolor que me taladra en las sienes, es insoportable. En cuanto abro los ojos, además, la claridad en la habitación me molesta y empeora mi malestar.Doy vuelta en la cama y el lado vacío de Dylan me hace pensar, en un primer momento, que no vino a dormir finalmente. Sin embargo, entrecierro los ojos cuando algo llama mi atención sobre las sábanas negras. Me incorporo de a poco y un mareo momentáneo me hace gruñir, cubro mis ojos con mis manos y masajeo un poco con mis dedos a los costados. Cuando me siento preparada, vuelvo a mirar lo que está encima de la cama, justo a mi lado.Un lirio. Un lirio rojo.No sé qué significa, solo que no es una flor que se regale a la ligera. Mi corazón retumba en mi pecho y es casi imposible de detener la sonrisa radiante que se forma en mis labios. No puedo evitarlo. Todo de mí reacciona a él, aunque esté ausente.Y esta flor en pleno amanecer debe ser una señal. ¿De qué? No tengo idea. Pero ya tendré ti
Alessandra…La ironía de una mentira necesaria, es ese momento exacto en que descubres que alguien conoce la verdad; porque a pesar de todo, igual te sientes como la mierda por mentir. Aun sabiendo que los cambios fueron necesarios, que las mentiras eran imprescindibles, no sé cómo mirar al anciano frente a mí. Uno que sabe más de mí, que yo misma, al parecer.Hay mucho que no recuerdo, para no decir que nada. Lo que fui antes de ese accidente es todo un misterio para mí. No obstante, confié a ciegas en las personas que se presentaron como mi familia cuando abrí los ojos en aquella cama de hospital.Mi abuelo, Giovanni Ferrara, lloraba con mi mano entre las suyas, lamentando la muerte de su familia. Yo no recordaba nada, pero algo en él se sentía tan cercano, esa sensación de estar en casa jamás desapareció. Y a su lado, estaba Daniel, mi hermano.La recuperación fue dura, porque luchar con una mente en blanco es insoportablemente doloroso. Sobre todo, porque la persona que debía ser,
Dylan O’ Conell.Llego a la oficina más temprano de lo que acostumbro. Tengo demasiadas cosas que hacer y que se han ido aplazando por todo lo sucedido. Conmigo traigo los pocos documentos que quedaban dentro de la caja para poder revisar todo a plena conciencia y buscar la información que sea necesaria.Me sentí culpable al hacerlo, no puedo mentirme a mí mismo. Sé que estoy mancillando la confianza de Alessa y que no tengo justificación alguna para hacerlo. Pero no quiero enfrentarla, pedirle explicaciones, sin al menos saber qué esperar.Darme cuenta de lo que me está pasando con ella, me hizo mirar desde otra perspectiva todo. Lo que hasta hace unos pocos días era una locura, hoy es una verdad.Cuando decía odiar, resultó que me estaba enamorando.Sin más motivos que su sola presencia en mi vida. La demostración de lo que es ella en realidad.Fui un odioso por tanto tiempo y no entiendo cómo es que Alessa pudo perdonarme todos esos desplantes, palabras hirientes que querían precis
Alessandra Ferrara.El peso en la cama, a mi lado, me despierta. Al instante, los brazos de Dylan me rodean y su calor, reconfortante y desolador a la vez, me llena. Fuerzo mis ojos a no abrirse, quiero fingir que sigo durmiendo, no puedo darle la cara ahora y pretender que nada sucede. Son tantas cosas las que que dan vueltas en mi cabeza, que no garantizo tener la cordura suficiente para hablar con la verdad en la mano ahora.Y si no lo hago, entonces la sensación de culpa y los remordimientos no me dejarán estra tranquila.—¿Vas a tratar de hacerme creer que no estás despierta? —Su voz ronca es provocativa.Recuerdo el lirio que sigue a mi lado de la cama, su tarjeta y esa frase.«¿Qué estoy haciendo?, ¿por qué me niego a todo como si siempre la culpable fuera yo?».Yo ansiaba verlo, sentirlo otra vez. Y ahora me niego a disfrutarlo por situaciones que se salen de mi control.—Depende… —susurro, con una sonrisa, al fin.Su boca se pega más a mi oreja y su ya esperada pregunta me pr
Alessandra Ferrara.—¿Fue divertido? ¿Fue fácil?Sus preguntas son dardos duros y resentidos. Helados. Su rostro está aparentemente imperturbable mientras reclama algo que no entiendo, pero su mandíbula está apretada, demasiado.—¿Dylan? —Quiero preguntar si es conmigo, pero eso está claro.Sus ojos chispean al mencionar su nombre, pero su cuerpo se tensa mucho más.—Debo confesar que lograste convencerme, confundirme…Entrecierro los ojos, comienzo a desesperarme. Esos presentimientos de anoche y de hace segundos se enredan en mi cabeza. Una frase se repite en mi cabeza sin cesar: lo sabía.—¿De qué estás hablando, Dylan?—¿No sabes? —Pone una mueca escéptica—. Lo dudo mucho.De serio pasa a dibujar una sonrisa. Pero no es una sonrisa feliz, ni una que me guste. Está desprovista de todo sentimiento bueno.—Fui un idiota, ¡joder!Su expresión inmutable se rompe. Pasa sus manos por su cabello cuando empieza a asimilar lo que dice, lo que sucede. Que yo todavía no entiendo.—¡El mayor i
Alessandra Ferrara.Ese momento, luego de un hecho que te rompe de maneras que no eres capaz de comprender en un primer momento, en el que rebobinas y analizas todo lo sucedido, solo para darte cuenta que deberías dejar de actuar como una tonta, llega.Luego de comprender en realidad lo que sucedió, me propongo solo una cosa: ¡ya no más! Basta de ser la tranquila que acepta, traga en seco y luego disculpa, cuando el primer pensamiento es el peor de todos, en su contra.Entiendo lo que pasó, sí, el video tuvo un objetivo claro. La toma nos incluía a Daniel y a mí en el momento que nos despedimos, cuando mi hermano me abrazó. Solo hubiera bastado una explicación, solo tres palabras: es mi hermano.Pero no hubo tiempo.Como cada vez, el peor pensamiento caló en su cabeza. Y aunque me gustaría pensar que todo es tan sencillo como justificar, entender y perdonar, no es así. Es hora de que Dylan me demuestre algo que no sea desconfianza a la primera de cambio.Si de verdad, luego de que ent
Alessandra Ferrara.Me alejo de todos y trato de hacer oídos sordos, la ventana es el único espacio que puede considerarse solitario en todo el lugar.A mis espaldas, escucho las voces de las mujeres de esta familia, con sus ya cansinas protestas y ofensas; más mi hermano, hablando algo con el abuelo Fran. No sé qué esperan y aunque comienzo a impacientarme, sé que tengo que controlarme y aguantar.La mirada de Dylan está sobre mí. La siento. Y es su voz, también, la que se abre paso entre todas las demás.—¿Para qué necesitan un reportero? —Su tono no es conciliador. Y entiendo su postura, aunque no la comparta.A su ver, estamos invadiendo de cierta manera su espacio, imponiendo un tempo que solo nosotros sabemos cómo seguir. Es lógico su escepticismo, también su desconfianza. Pero ya eso no es nada nuevo para mí.Es Daniel quien le responde.—El señor Tomeu tiene algunas declaraciones que hacer, en el momento indicado. —Su voz es dura y a la vez, imponente. Mi hermano tiene eso—. D
Dylan O' Conell.Ocupa toda mi fuerza de voluntad no ir tras ella. Mi autocontrol está a nada de esfumarse, mientras escucho sus pasos alejarse del salón. ¿Lo peor de todo? Que soy consciente de lo que hice, de lo que provoqué con mis actitudes. Sé que debo darle su espacio, respetarla por una vez desde que nos conocimos.Cometí el peor error de todos. Me equivoqué de la forma en que no debía. Y sé que me va a costar recuperar su confianza...su amor.Con mis ojos cerrados y mis manos frotando mi rostro con ansias, escucho el cuchicheo de mi madre y mis tías, aliadas, por supuesto, con Annabelle. Otro motivo por el que siento que voy a explotar en cualquier momento.¿Es que no pueden callarse?Levanto la cabeza y miro a mi alrededor, al salón que me va a recordar por toda la vida lo idiota que puedo ser aun sin proponérmelo.Daniel Ferrara, el jodido hermano que no contaba en esta ecuación, conversa con mi abuelo en voz baja. No quiero darle un segundo pensamiento a las ideas que me ll