Alessandra Cavani.Con el paso del tiempo, he aprendido a diferenciar algunas situaciones, entre ellas, la capacidad para saber si estoy soñando o viviendo en carne propia, otra vez, mi única y eterna pesadilla. Ahora mismo puedo asegurar que sigo dormida a pesar de sentir mi cuerpo frío y tembloroso. Solo me basta la bruma, esa niebla espesa que se asienta frente a mí, para asegurarme; porque lo único a mi alcance son mis propias manos. Pegajosas. Ensangrentadas. Un pinchazo insoportable estremece el lado derecho de mi cabeza y la urgente necesidad de retorcerme en el lugar, para palear el dolor, me llena; sin embargo, no puedo moverme. Nunca puedo moverme en mis pesadillas. Eso lo hace peor. Un entumecimiento cubre todo mi rostro, a medida que el calor viscoso aumenta y corre por mis sienes. Pronto un peso se asienta sobre mi pecho y mis pulmones queman por la necesidad de oxígeno. Bien podría pensar que unas manos aprietan mi garganta y me impiden respirar, porque así se siente.
Dylan O’ Conell. No tengo idea de cómo debo reaccionar a lo que Cristoff me está diciendo. Me toma desprevenido y es imposible no sentir que la ira hierve en mis venas. Cierro mis ojos y presiono con mis dedos, tratando de controlarme. Con la otra mano sostengo el teléfono tan fuerte, que en cualquier momento destrozaré el aparato. «Esto no puede estar pasando». —Esto era lo que más me preocupaba, ¡maldita sea! Si tuviera algo delante, ya se hubiera llevado patadas y puñetazos, porque tengo ganas de romper algo. —Dylan, tranquilo. Hasta el momento no es nada ofensivo a tu negocio, solo son…especificaciones, por así decirlo. —¡Nadie tiene que ponerme condiciones en mi propia empresa, Cristoff! —exclamo, sin paciencia para seguir aguantándome—. Mucho menos ese idiota. De solo recordar el nombre del tipejo, mi humor empeora. Y si soy sincero, no es solo el hecho de que mi empresa esté siendo “atacada”, va más allá. Es por ella. Y no debería serlo. No quiero pensar mal. No quiero
Alessandra Cavani.Hay momentos y situaciones que te desestabilizan, aunque pretendas detener esa sensación de perderlo todo. No es lo mismo considerar una posibilidad, a confirmar su existencia. Sobre todo cuando detrás de las noticias, llega un fuerte desasosiego.Llevaba todo un año asimilando el hecho de que Dylan era mi salvador, pero no tenía la seguridad. Hasta hoy.Y ahora, no sé cómo debo actuar. Tanto tiempo pensando en la manera de iniciar un tema tan difícil para mí, por todo lo que implica, para que mi reacción sea quedarme en shock, con unas ganas tremendas de huir lejos y esconderme de esos lugares que me atormentan, aunque no los recuerdo todos.Mis pesadillas hoy, se sienten como un augurio del final del día. Y no dudo que cuando vuelva a cerrar los ojos, regresen.Porque negar la existencia de algo, no lo desaparece. Hay tanto que puedo hacer ahora que tengo al fin una respuesta concisa, pero me aterra. Tengo miedo de lo que mis preguntas puedan ocasionar.«Tonto, ¿v
Alessandra Cavani.El peso en mi cabeza, por el dolor que me taladra en las sienes, es insoportable. En cuanto abro los ojos, además, la claridad en la habitación me molesta y empeora mi malestar.Doy vuelta en la cama y el lado vacío de Dylan me hace pensar, en un primer momento, que no vino a dormir finalmente. Sin embargo, entrecierro los ojos cuando algo llama mi atención sobre las sábanas negras. Me incorporo de a poco y un mareo momentáneo me hace gruñir, cubro mis ojos con mis manos y masajeo un poco con mis dedos a los costados. Cuando me siento preparada, vuelvo a mirar lo que está encima de la cama, justo a mi lado.Un lirio. Un lirio rojo.No sé qué significa, solo que no es una flor que se regale a la ligera. Mi corazón retumba en mi pecho y es casi imposible de detener la sonrisa radiante que se forma en mis labios. No puedo evitarlo. Todo de mí reacciona a él, aunque esté ausente.Y esta flor en pleno amanecer debe ser una señal. ¿De qué? No tengo idea. Pero ya tendré ti
Alessandra…La ironía de una mentira necesaria, es ese momento exacto en que descubres que alguien conoce la verdad; porque a pesar de todo, igual te sientes como la mierda por mentir. Aun sabiendo que los cambios fueron necesarios, que las mentiras eran imprescindibles, no sé cómo mirar al anciano frente a mí. Uno que sabe más de mí, que yo misma, al parecer.Hay mucho que no recuerdo, para no decir que nada. Lo que fui antes de ese accidente es todo un misterio para mí. No obstante, confié a ciegas en las personas que se presentaron como mi familia cuando abrí los ojos en aquella cama de hospital.Mi abuelo, Giovanni Ferrara, lloraba con mi mano entre las suyas, lamentando la muerte de su familia. Yo no recordaba nada, pero algo en él se sentía tan cercano, esa sensación de estar en casa jamás desapareció. Y a su lado, estaba Daniel, mi hermano.La recuperación fue dura, porque luchar con una mente en blanco es insoportablemente doloroso. Sobre todo, porque la persona que debía ser,
Dylan O’ Conell.Llego a la oficina más temprano de lo que acostumbro. Tengo demasiadas cosas que hacer y que se han ido aplazando por todo lo sucedido. Conmigo traigo los pocos documentos que quedaban dentro de la caja para poder revisar todo a plena conciencia y buscar la información que sea necesaria.Me sentí culpable al hacerlo, no puedo mentirme a mí mismo. Sé que estoy mancillando la confianza de Alessa y que no tengo justificación alguna para hacerlo. Pero no quiero enfrentarla, pedirle explicaciones, sin al menos saber qué esperar.Darme cuenta de lo que me está pasando con ella, me hizo mirar desde otra perspectiva todo. Lo que hasta hace unos pocos días era una locura, hoy es una verdad.Cuando decía odiar, resultó que me estaba enamorando.Sin más motivos que su sola presencia en mi vida. La demostración de lo que es ella en realidad.Fui un odioso por tanto tiempo y no entiendo cómo es que Alessa pudo perdonarme todos esos desplantes, palabras hirientes que querían precis
Alessandra Ferrara.El peso en la cama, a mi lado, me despierta. Al instante, los brazos de Dylan me rodean y su calor, reconfortante y desolador a la vez, me llena. Fuerzo mis ojos a no abrirse, quiero fingir que sigo durmiendo, no puedo darle la cara ahora y pretender que nada sucede. Son tantas cosas las que que dan vueltas en mi cabeza, que no garantizo tener la cordura suficiente para hablar con la verdad en la mano ahora.Y si no lo hago, entonces la sensación de culpa y los remordimientos no me dejarán estra tranquila.—¿Vas a tratar de hacerme creer que no estás despierta? —Su voz ronca es provocativa.Recuerdo el lirio que sigue a mi lado de la cama, su tarjeta y esa frase.«¿Qué estoy haciendo?, ¿por qué me niego a todo como si siempre la culpable fuera yo?».Yo ansiaba verlo, sentirlo otra vez. Y ahora me niego a disfrutarlo por situaciones que se salen de mi control.—Depende… —susurro, con una sonrisa, al fin.Su boca se pega más a mi oreja y su ya esperada pregunta me pr
Alessandra Ferrara.—¿Fue divertido? ¿Fue fácil?Sus preguntas son dardos duros y resentidos. Helados. Su rostro está aparentemente imperturbable mientras reclama algo que no entiendo, pero su mandíbula está apretada, demasiado.—¿Dylan? —Quiero preguntar si es conmigo, pero eso está claro.Sus ojos chispean al mencionar su nombre, pero su cuerpo se tensa mucho más.—Debo confesar que lograste convencerme, confundirme…Entrecierro los ojos, comienzo a desesperarme. Esos presentimientos de anoche y de hace segundos se enredan en mi cabeza. Una frase se repite en mi cabeza sin cesar: lo sabía.—¿De qué estás hablando, Dylan?—¿No sabes? —Pone una mueca escéptica—. Lo dudo mucho.De serio pasa a dibujar una sonrisa. Pero no es una sonrisa feliz, ni una que me guste. Está desprovista de todo sentimiento bueno.—Fui un idiota, ¡joder!Su expresión inmutable se rompe. Pasa sus manos por su cabello cuando empieza a asimilar lo que dice, lo que sucede. Que yo todavía no entiendo.—¡El mayor i