Alessandra Cavani.Pensé que Annabelle se atrevería a entrar estando Dylan conmigo en la habitación y atendiéndome, además, pero no lo hace. La mirada que me dedicó a través de la abertura de la puerta no me gustó nada, tampoco quise profundizar mucho en el motivo por el que vino hasta aquí. Aunque seguro que lo hizo para quedar bien delante de todos, como siempre intenta.Después de su visita a mi casa no confío en sus intenciones y tengo que cuidarme las espaldas, porque a esa se le ve que es de las que clava puñales y retuerce luego sobre la herida.Dylan se va cerca de una hora después, cuando se asegura de que estaré bien. La asistente que consideró el abuelo Fran llega y solo así, él se queda tranquilo.No sé qué pensar de todo esto que está sucediendo con nosotros. Hay mil cosas que no comprendo, pero no puedo negarme que me gusta su compañía, su sonrisa suave y socarrona, su intento de portarse bien. Sobre todo, después de haber sido tan imbécil desde…siempre.Con mi cabeza ap
Alessandra Cavani.¿Ese sentimiento que creía estaba manteniendo lejos de mi vida? Pues, ahora se siente real, se siente vivo. Y se siente como si fuera lo peor del mundo.Porque no quiero sentir esto que me destroza, que me vuelve débil. La desconfianza, la decepción…son sentimientos ambiguos, imprecisos…confusos. Y eso es todo lo que siento cuando pronuncio su nombre en mi cabeza. Cuando no abro los ojos, solo para no ser testigo de que el tiempo continúa pasando y él, él sigue sin aparecer. Probablemente, calentando una buena cama, siendo ese salvaje desmedido que folla por instinto básico.Tan diferente a lo que conmigo fue.¿Puede eso ser algo malo? En medio de la nebulosa que eran mis pensamientos en esos minutos eternos, no puedo decir que en algún momento tuve la capacidad de pensar, razonar, más allá de lo bien que se sentía su cuerpo contra el mío. Su cercanía, su sutilidad y la lentitud con la que me hizo suya.Volteo mi cara y una lágrima se desliza hasta perderse en la al
Dylan O’ Conell.—¿Qué estás diciendo? —pregunto, molesto y confundido a la vez.No logro entender su nueva postura. Lo que pretendía contarle a Alessandra ahora me parece tan tonto, que oculto mis intenciones y decido concentrarme en lo que acaba de decirme. No me gustó nada que mi hermano estuviera otra vez aquí y no puedo ocultar lo celoso que eso me hace actuar. Pero acabo de quedarme en shock con su afirmación.No quiero desconfiar, no quiero que el maldito Ryan tenga razón en decir que siempre pienso lo peor de ella. Pero, con estas palabras es inevitable pensar que hay algo más sucediendo entre ellos dos.—Alessandra… —insisto, con los dientes apretados, cuando ella se mantiene en silencio.Me ignora y lo hace a consciencia. Evita mi mirada y por más que trato de cruzarme con sus ojos para tratar de ver a través de ellos, no puedo.Comienzo a desesperarme, lo mismo con las dudas, mis propios sentimientos y miedos.—¿No recuerdas? —Me mira entonces, en sus ojos hay lágrimas que
Dylan O’ Conell.Cuando entro a la sala otra vez, la sangre que de a poco se había calmado, vuelve a bullir en mi interior. Ryan está demasiado cerca de Alessandra y esta vez, cuando sienten mi presencia, se callan.Por un momento me sentí culpable de siempre pensar lo peor, pero cómo no hacerlo ahora, si ambos actúan como si ocultaran algo.Miro directamente a Alessa, a medida que me acerco. Sé que mi rostro es un libro abierto con mis emociones, con mis pensamientos permanentes, pero no me importa. Que ella sea testigo de lo mucho que me molesta verla con mi hermano y además, tan cercanos como aparentan. Sobre todo, sabiendo que Ryan va por ella. Se atrevió a decirlo en mi cara y no disimula su interés, tampoco, delante de Alessandra.—Ya te darán de alta —informo, con voz dura.Alessandra enarca una ceja, provocándome.—¿Te molesta eso? ¿Me quieres en este hospital más tiempo?Frunzo el ceño ante su evidente ataque y no entiendo a qué se debe. No soy yo el que anda haciendo o actua
Dylan O’ Conell.Alessandra se queda dormida en el camino a casa. Después de que recostara su cabeza al cabecero del asiento, se relajó tanto que su suave respiración es lo único que se escucha en el silencio del auto. Cada vez que hago un alto en algún semáforo o por cualquier otro motivo, me dedico a mirarla y en varias ocasiones, solo reacciono cuando desde atrás otro auto me avisa de que es hora de seguir.Mirando su rostro tranquilo, no puedo dejar de pensar en lo que estos últimos días han sido para mí, para nosotros. Jamás pensé que esta sensación en mi pecho, un cosquilleo extraño que acelera mis latidos, fueran provocados por la presencia de ella en mi vida.Sé que todavía hay mucho que debe ser aclarado, pero de alguna forma retorcida, inusual e inexplicable, lo que sea que sucedió antes dejó de importarme desde el momento en punto en que la vi con otros ojos. Siempre admiré su belleza, pero por motivos que desconozco, no la valoraba como lo que era, más bien estaba tan mole
Alessandra Cavani.Me despierto y lo primero que siento, es un cuerpo duro y tibio acurrucado contra mi espalda. Mi respiración se detiene cuando reconozco su maravilloso aroma, cuando su aliento caliente, profundo y constante, se siente contra mi mejilla.Abro los ojos y la oscuridad me rodea, nos rodea. El brazo de Dylan se aferra a mi cintura con tal posesividad, que por un momento siento y puedo vernos como si fuéramos un matrimonio real, normal, en la intimidad de su habitación. Un suspiro se me escapa y no sé realmente si es eso lo que lo despierto, pero en cuanto siento su cuerpo tensarse un poco detrás del mío, mi corazón comienza a latir tan fuerte que creo se me saldrá del pecho en algún momento.Cierro los ojos otra vez, como si fuera capaz de disimular las reacciones de mi cuerpo ante su presencia. Pero, como lo esperaba, es una misión imposible.—Buenas noches, querida.Su voz ronca eriza mi piel, desde mi nuca hasta la punta del dedo del pie. Sus brazos presionan su agar
Dylan O' Conell. Ya no aguanto más. Ver en sus ojos que ella desea nuestra cercanía tanto o más que yo, me lanza al abismo del deseo. Pero me aguanto. A pesar de que mis dedos masajeando con el ungüento las partes de su cuerpo que lo necesitan, queman con el calor que nos rodea ahora, me mantengo claro y enfocado en una sola cosa: ella necesita descansar. Pero es muy difícil cuando de su boca salen unos gemidos bajos, roncos y demasiado sexys, provocadores. Tal vez sea solo yo el que lo ve y lo siente de esa manera, pero como sea, me vuelven loco. Su espalda desnuda, sus hombros, se sienten tibios, cercanos. Mis manos resbalan por su piel suave y resbalosa, como si quisiera fundirme con ella, bajar un poco más mis dedos y adentrarme en esas zonas peligrosas que me tienen babeando después de la única vez que nos hemos entregado al placer. —Dylan... —susurra. Su piel arde. Mis rodillas se apoyan encima del colchón. Sin apenas darme cuenta, trato de acercarme más a ella. —¿Sí? —gr
Alessandra Cavani.Sus palabras me derriten. Me hacen sonreír.Y cuando siento su boca otra vez sobre la mía, quiero morir de amor.No, deseo. No, pasión. Amor. Un amor puro y crudo, que no tenía idea que podía sentir por él. Por el hombre de hierro, frío y desconfiado con el que me casé.¿Es esto posible?Las cosquillas recorren todo mi cuerpo, desde mi estómago, hasta hacer estragos en mis partes íntimas. Las que están cerca de él, abiertas para él.Me besa con suavidad, como si él también estuviera sintiendo mucho, aprendiendo de lo que estamos viviendo, poco a poco. Y no me importan esas palabras que me desalentaron por unos segundos, porque me prometió algo más, mucho más. Ambos tenemos dudas, aprensiones, pero si queremos, podemos hacer de esto más que un falso matrimonio. Una nueva vida que pueda ser vivida. Juntos.La toalla hace rato que cayó a un lado y su dura erección presiona en mi entrada, pidiendo entrar. Y yo lo quiero, lo quiero bien al fondo. Quiero gemir su nombre y