Dylan O’ Conell.Cuando entro a la sala otra vez, la sangre que de a poco se había calmado, vuelve a bullir en mi interior. Ryan está demasiado cerca de Alessandra y esta vez, cuando sienten mi presencia, se callan.Por un momento me sentí culpable de siempre pensar lo peor, pero cómo no hacerlo ahora, si ambos actúan como si ocultaran algo.Miro directamente a Alessa, a medida que me acerco. Sé que mi rostro es un libro abierto con mis emociones, con mis pensamientos permanentes, pero no me importa. Que ella sea testigo de lo mucho que me molesta verla con mi hermano y además, tan cercanos como aparentan. Sobre todo, sabiendo que Ryan va por ella. Se atrevió a decirlo en mi cara y no disimula su interés, tampoco, delante de Alessandra.—Ya te darán de alta —informo, con voz dura.Alessandra enarca una ceja, provocándome.—¿Te molesta eso? ¿Me quieres en este hospital más tiempo?Frunzo el ceño ante su evidente ataque y no entiendo a qué se debe. No soy yo el que anda haciendo o actua
Dylan O’ Conell.Alessandra se queda dormida en el camino a casa. Después de que recostara su cabeza al cabecero del asiento, se relajó tanto que su suave respiración es lo único que se escucha en el silencio del auto. Cada vez que hago un alto en algún semáforo o por cualquier otro motivo, me dedico a mirarla y en varias ocasiones, solo reacciono cuando desde atrás otro auto me avisa de que es hora de seguir.Mirando su rostro tranquilo, no puedo dejar de pensar en lo que estos últimos días han sido para mí, para nosotros. Jamás pensé que esta sensación en mi pecho, un cosquilleo extraño que acelera mis latidos, fueran provocados por la presencia de ella en mi vida.Sé que todavía hay mucho que debe ser aclarado, pero de alguna forma retorcida, inusual e inexplicable, lo que sea que sucedió antes dejó de importarme desde el momento en punto en que la vi con otros ojos. Siempre admiré su belleza, pero por motivos que desconozco, no la valoraba como lo que era, más bien estaba tan mole
Alessandra Cavani.Me despierto y lo primero que siento, es un cuerpo duro y tibio acurrucado contra mi espalda. Mi respiración se detiene cuando reconozco su maravilloso aroma, cuando su aliento caliente, profundo y constante, se siente contra mi mejilla.Abro los ojos y la oscuridad me rodea, nos rodea. El brazo de Dylan se aferra a mi cintura con tal posesividad, que por un momento siento y puedo vernos como si fuéramos un matrimonio real, normal, en la intimidad de su habitación. Un suspiro se me escapa y no sé realmente si es eso lo que lo despierto, pero en cuanto siento su cuerpo tensarse un poco detrás del mío, mi corazón comienza a latir tan fuerte que creo se me saldrá del pecho en algún momento.Cierro los ojos otra vez, como si fuera capaz de disimular las reacciones de mi cuerpo ante su presencia. Pero, como lo esperaba, es una misión imposible.—Buenas noches, querida.Su voz ronca eriza mi piel, desde mi nuca hasta la punta del dedo del pie. Sus brazos presionan su agar
Dylan O' Conell. Ya no aguanto más. Ver en sus ojos que ella desea nuestra cercanía tanto o más que yo, me lanza al abismo del deseo. Pero me aguanto. A pesar de que mis dedos masajeando con el ungüento las partes de su cuerpo que lo necesitan, queman con el calor que nos rodea ahora, me mantengo claro y enfocado en una sola cosa: ella necesita descansar. Pero es muy difícil cuando de su boca salen unos gemidos bajos, roncos y demasiado sexys, provocadores. Tal vez sea solo yo el que lo ve y lo siente de esa manera, pero como sea, me vuelven loco. Su espalda desnuda, sus hombros, se sienten tibios, cercanos. Mis manos resbalan por su piel suave y resbalosa, como si quisiera fundirme con ella, bajar un poco más mis dedos y adentrarme en esas zonas peligrosas que me tienen babeando después de la única vez que nos hemos entregado al placer. —Dylan... —susurra. Su piel arde. Mis rodillas se apoyan encima del colchón. Sin apenas darme cuenta, trato de acercarme más a ella. —¿Sí? —gr
Alessandra Cavani.Sus palabras me derriten. Me hacen sonreír.Y cuando siento su boca otra vez sobre la mía, quiero morir de amor.No, deseo. No, pasión. Amor. Un amor puro y crudo, que no tenía idea que podía sentir por él. Por el hombre de hierro, frío y desconfiado con el que me casé.¿Es esto posible?Las cosquillas recorren todo mi cuerpo, desde mi estómago, hasta hacer estragos en mis partes íntimas. Las que están cerca de él, abiertas para él.Me besa con suavidad, como si él también estuviera sintiendo mucho, aprendiendo de lo que estamos viviendo, poco a poco. Y no me importan esas palabras que me desalentaron por unos segundos, porque me prometió algo más, mucho más. Ambos tenemos dudas, aprensiones, pero si queremos, podemos hacer de esto más que un falso matrimonio. Una nueva vida que pueda ser vivida. Juntos.La toalla hace rato que cayó a un lado y su dura erección presiona en mi entrada, pidiendo entrar. Y yo lo quiero, lo quiero bien al fondo. Quiero gemir su nombre y
Alessandra Cavani.La cama se siente tibia, pero ya Dylan no está. Aun así, la sonrisa en mis labios no se borra. Porque recuerdo sus palabras mientras me hacía el amor y también, cuando se despidió hace unas horas, antes de irse a la oficina.Quiero amanecer así cada día de mi vida…Mi piel se erizó al escucharlo. Y acompañado de la vibración de su voz contra mi cuello, con solo una frase me desarmó por completo.Me estiro un poco para destensar mis músculos. El dolor tenue de los golpes ya es casi inexistente, pero siento otro tipo de dolor. Uno que se refleja entre mis piernas y es un recordatorio de lo bien que se sintió nuestro encuentro. Me recorre un escalofrío solo con pensar en su peso sobre mí.Me siento en el borde de la cama y con cuidado, me levanto. La luz atraviesa las ventanas de la habitación y no he dado dos pasos hacia el baño, cuando la puerta se abre y aparece una señora mayor, con expresión dulce, dispuesta a ayudarme.—Buenos días, señora O’ Conell, mi nombre es
Dylan O’ Conell.Salgo de la casa y antes de ir a la oficina, paso por el apartamento que comparto con mi hermano. Es temprano y él todavía debe estar en casa. Si por mí fuera, me quedaba con Alessandra todo el día, pero tengo cosas que revisar antes del lanzamiento de la empresa. Ella estará bien cuidada y de todas maneras pretendo regresar temprano.En cuanto atravieso la puerta principal, que paso por el salón, lo veo sentado en una de las sillas en la barra de la cocina, tomando algo de desayuno. Ya está listo para ir a trabajar.—Buenos días, Dylan —saluda, sin voltearse—. ¿Cómo está Alessandra?Me guardo el gruñido por su pregunta. No tengo intenciones de pelear, más bien, quiero su respuesta.—Está mejor —murmuro, llegando a su lado.Él asiente.—¿Esperarás por su recuperación para grabar el video promocional o elegirás otra modelo? Yo no tengo problemas en ajustar mi agenda para ayudar con eso.Ruedo los ojos y me callo lo que en verdad quiero decirle. No obstante, no me corto
Alessandra Cavani.Cuando Dylan se va, pasan unos pocos minutos cuando siento que no puedo seguir acostada. Necesito caminar, estirar las piernas y tratar de relajar mi cuerpo tenso. Abro la gaveta de la mesilla de noche y saco el teléfono que encontré en la caja que me trajo Daniel hace unos días.Como no la había revisado, no sabía lo que contenía. Pero hoy que Daniel me pidió llevarse algunos de los documentos, me llamó la atención el celular. Según él, llevaba apagado tres años, desde mi accidente nadie lo utilizó. Probé a encenderlo luego de que Daniel se fuera con lo que vino a buscar. Al revisar el registro de llamadas, un número se repetía varias veces. La curiosidad pudo conmigo y lo marqué, pero escuché la llegada de Dylan y antes de tener que dar explicaciones de algo que ni siquiera recuerdo, colgué.Y ahora, por más que trato de recordar, nada viene a mi mente. Eso me frustra más de lo que quiero aceptar. Sobre todo porque ya van tres años del accidente que mató a mis pad