Dylan O' Conell.Mis pies no dejan de rebotar contra el piso y aunque no se ven por debajo del escritorio, el ruido constante descubre mis nervios.Con mis codos apoyados sobre la madera y mis dedos cruzados sobre mis labios, espero a que la puerta se abra y dé paso a la mujer que me trae de cabeza. Debería estar haciendo algo, a fin de cuentas, trabajo es lo que sobra; pero desde que le di la dirección a Alessandra, no dejo de pensar en lo que diré en cuanto nos encontremos.El teléfono suena sobre mi escritorio y presiono el botón que me comunica con Cristoff. El pulso se me acelera y un cosquilleo en la nuca hace acto de presencia.—O' Conell —respondo.—Señor O' Conell, su esposa ya llegó. ¿La hago pasar? —pregunta Cristoff y en otro momento me daría risa su forma de dirigirse a mí delante de Alessandra.—Sí, por favor —murmuro y corto la comunicación.Me levanto, arreglo mi chaqueta y camino hasta ponerme delante de mi escritorio. Me recuesto un poco y me cruzo de pies y brazos.
Alessandra Cavani.Su aliento choca con el mío y yo ya no puedo hacer nada. Me mentiría a mí misma si tratara de convencerme de que con esas palabras, no me tocó una fibra importante.Solo presto atención a sus labios, tan cercanos, tan apetecibles. Sus manos a cada lado de mi cabeza, me arrinconan. Y su cuerpo, su pecho casi pega al mío, pero no me toca.—No hay nadie aquí, Dylan —me obligo a decir, con un susurro ahogado. Tengo que hacerlo para entender de qué va.Miro sus ojos, azules, hermosos. Brillan por una fracción de segundo, antes de que en su boca se dibuje una sonrisa ladina.—Lo sé.Y sin más espera, baja sus labios hasta juntarlos con los míos.Algo explota dentro de mí, las dudas, los miedos y las aprensiones pasan a un segundo plano. Solo tengo cabeza para su boca caliente fundiéndose con la mía, con fervor, con ansias, a pesar de que sus labios son suaves y el beso es delicado.Se siente como una extensión de todo lo que pasó en la noche y como una tonta, creo que est
Alessandra Cavani.Sus palabras erizan mi piel, pero no dejo de mirarlo. No hago gesto alguno, no me muevo. Le mantengo la mirada todo el rato, hasta que es él quien desvía su atención y se enfoca otra vez en su hermano.En una revelación increíble, me repito que Dylan jamás confiará en mí. Su primer gesto de desconfianza siempre estará relacionado conmigo. No tengo dudas de que él cree que fui yo la que le dio la dirección a Ryan. Y la verdad, qué ganaría yo con eso.Con Ryan solo trato lo mínimo, además del tema de la foto que aún no quiere explicarme. Eso sería lo único que me ate a él y todo por resolver una parte de mi vida que no recuerdo, que me persigue sin cansancio.—Ya Alessandra se iba —declara, con una orden solapada.«Cobarde». Es la palabra que me viene a la mente. Porque no, no me iba, estábamos demasiado concentrados en lo que estaba sucediendo entre nosotros, pero ya veo que tengo que ubicar mi lugar en su vida y tenerlo claro.—Puedes ir con Cristoff —dice, mirándom
Dylan O’ Conell.¿Cómo puedo creerle a mi jodido hermano si luego hace algo como esto?Cierro mis manos en puños y aprieto mis dientes en cuanto lo escucho. Lo único que evita que yo me le tire encima y le golpee el maldito rostro, es que estamos en medio del improvisado estudio, con todo el equipo de trabajo a nuestro alrededor. Y la mayoría, se muestran emocionados con la participación de mi hermano en el proyecto que me lanzará como empresario.El productor aplaude entusiasmado y sin esperar respuesta, se acerca a Ryan y comienza a alabar todas sus características físicas, que compaginan con las de Alessandra. Y no sé que es peor, el hecho de que tengan que actuar juntos en mi video promocional o que alguien de fuera hable sobre lo bien que se verán.Creo que mi gruñido brusco sería capaz de escucharse en todo el edificio si lo soltara como quiero. Suficiente tengo ya con lidiar con todo lo sucedido con Alessa, para que ahora se sume la presencia de mi maldito hermano entre nosotro
Alessandra Cavani.Trato de permanecer tranquila en compañía de Ryan. Trato de disimular la mezcla de emociones que me cubren. Porque él significa nada y todo en este momento.Nada, porque quisiera desaparecerlo de este lugar y hacer que Dylan pueda disfrutar de lo que lleva tres años guardándose para lanzar en el momento indicado. Todo, porque él es el sujeto de la foto, la única pista que tengo y que podría llevarme de vuelta a mi pasado.Estudio el corto guion más veces de las necesarias. Ya me lo sé de memoria, pero Ryan insiste en que él necesita más de mi ayuda. Estoy por mandarlo al carajo, pero mi imagen no puedo verse adulterada delante de todos, menos de personas que se codean en las altas esferas, así que soporto estoica su intensa cercanía. A veces siento como si estuviera haciéndolo a propósito.—Señora O’ Conell, por favor, ¿puede venir un momento? —me llama el productor y yo me alejo de Ryan para ver qué necesita.Llego a su lado y él me explica con una expresión emocio
Dylan O’ Conell.«Jodida mierda». Cierro los ojos y siento que la maldita bilis me sube a la garganta, cuando algo me dice que es Annabelle la que está detrás de mí.Suelto a Alessandra con lentitud, porque ya todo se fue a la mierda y de nada me sirve tratar de negar algo que quedó claro. No me permito mirar a Alessa a los ojos, pero cuando me giro para enfrentar a Annabelle, me quedo delante de ella, tapándola.¿De qué? No lo sé.El rostro de Annabelle está rojo de indignación, pero su labio inferior tiembla, no sé si de rabia o terror por lo que acaba de ver. Ni siquiera puedo alcanzar a entender lo que es esto para ella.Alessandra, la mujer que se entrometió en la fiesta de compromiso, el motivo por el que Anna se fue lejos de mí, para evitarse la humillación, otra vez se aparece en su vida. Solo que esta vez, es mi culpa. No puedo pretender culpar a Alessandra de algo que propicié yo, porque ya las ganas de besarla, de marcarla, me estaban matando.—Dylan —susurra, con media voz
Dylan O’ Conell.—Soy una estúpida, ¿no? —reclama Annabelle, con tono triste, resignado y molesto—. A pesar de toda la humillación de hace un año, regresé porque pensaba que estaba siendo injusta. Pero ya veo que hice bien en irme.Levanto mi cabeza y veo sus ojos claros, cristalinos, con las lágrimas no derramadas. Sus mejillas están rojas y en su boca, un puchero tembloroso se forma.—No digas eso. Que te fueras fue un golpe duro para mí.Anna suelta una carcajada.—Eso se nota, Dylan —declara, con evidente sarcasmo.Doy un paso adelante, para tratar de acercarme, pero ella da un paso atrás. Espero una reacción dolorosa en mi cuerpo ante su rechazo, pero solo siento culpa. Culpa por saber que tiene razones para estar molesta.—Lo siento, ¿vale? —declaro, medio desesperado.Soy una tormenta de emociones encontradas en este momento, sobre todo, porque no siento lo que debería por ella. Es frustrante darme cuenta de esto, en este preciso momento. Y enfrentar la decepción en su mirada,
Dylan O’ Conell.Entro a la habitación donde tienen internada a Alessandra y aunque veo a mi hermano demasiado cerca de ella, avanzo hasta llegar a su posición. Lo aparto de mi camino con un empujón y me inclino sobre Alessa, para ahuecar su rostro con mis manos.—¿Estás bien? —Mi voz casi no es escucha.Es una mezcla de desaliento con alivio. No sé identificar nada, solo siento que mi cuerpo cede un poco a ese miedo atronador que sentí por unos angustiantes minutos.Sus ojos brillan y sus labios están entreabiertos. Me da ganas de besarla, solo para sentir que respira. Pero me aguanto. Es instinto, el primero de todos, pero aun así, no hago nada.—Solo…solo un poco adolorida. —Se escucha ronca.La observo con atención, está magullada y lleva una escayola en el brazo izquierdo. Y aunque a primera vista no se ve mucho daño, la tensión en su cuerpo es evidente.Paso mis pulgares por sus mejillas en un gesto cariñoso, pero también confortado. Los latidos de mi corazón poco a poco se van