El tercero de hoy, si me da tiempo, subo otro más en el transcurso del día!!
―¿Crees que sea conveniente que nos quedemos hablando aquí mismo? Me siento en una de las sillas frente a ella, dispuesto a escuchar lo que tiene que contarme. ―No te preocupes, hijo ―expresa calmada―. No escuchará nada de lo que hablemos. Asiento en respuesta. Miro hacia la puerta del baño y luego le presto toda mi atención. Comienza a relatar todas aquellas terribles y difíciles circunstancias por las que atravesó mi esposa, desde que despertó en aquella solitaria y fría habitación del hospital. La misma noche en la que supo que nos había perdido. Mi corazón se rompe. Aprieto mis puños y tiemblo de pies a cabeza. Maldigo una y otra vez por no haber podido estar con ella cuando más me necesitaba. Aunque es irracional que piense de esa manera, sobre todo, porque en esos instantes era yo el que estaba muerto. Siento un inmenso dolor al saber que mi amada mujer tuvo que soportar tanto dolor y nadie estuvo allí para consolarla. »Debes tener mucha paciencia, cariño ―expresa con dulzur
Ese beso… ¡Por Dios! ¿Por qué le correspondí? Estoy temblando de pies a cabeza. Mis piernas apenas pueden sostenerme y siento que mis pulmones estás echando fuego debido a lo agitada de mi respiración. ¿Cómo pude ser tan imprudente? Ese hombre apenas lo conozco y mi marido no hace ni un mes que… Me llevo las manos a la cara. Ni siquiera tengo el valor para decirlo, pero sé que de alguna manera maché el hermoso recuerdo que guardo de mi esposo. Me siento devastada, sin embargo, por más que quiera negarlo, en el lugar más recóndito de mi alma, algo en ese beso me perturbó de extraña manera. No sé cómo explicarlo, pero en un instante llegué a pensar que era Paúl el que me estaba besando. Esa es la razón por la que me entregué a los besos y caricias de ese hombre sin ninguna resistencia. ¿Qué voy a hacer con la vergüenza y el remordimiento que estoy sintiendo? ¿Cómo mirar a ese hombre a la cara después de lo que pasó? Inhalo profundo. Intento recomponerme, recuperar la cordura perdida
Anthony sonríe al ver que cedo y decido entrar. »Puedes recostarte en mi cama ―me dice mientras se aleja y se esmera en acomodar varios almohadones para que apoye mi espalda sobre ellos―. Lo ves ―aduce satisfecho―, aquí te sentirás cómoda y la podrás alimentar con tranquilidad. Asiento conforme con un movimiento de cabeza. Acepto su propuesta de la mejor manera. Quiero mantener las cosas en paz. Espero que él también haga lo mismo. Me siento en la cama y apoyo la espalda sobre el montón de almohadas que gentilmente ha preparado para mí para que me sienta más cómoda. Lo miro a la cara y extiendo los brazos para que me entregue a la beba. ―Hora de comer, princesita. Trago grueso al escucharlo mencionar aquellas palabras. Seguido, se arrodilla frente a mí para quitarme las zapatillas y elevar mis piernas sobre la cama. Lo hace con cuidado y esmero. El contacto me hace estremecer de pies a cabeza y envía un ramalazo de calor directo a mi vientre. Aparto mi cara para evitar que note mi
Desde el mismo momento en que abandoné la habitación, repetí una y otra vez ese beso dentro de mi cabeza. Tenía una erección descomunal y sentía que el fuego estaba quemando todo mi interior. La deseaba, añoraba tener de vuelta a mi esposa entre mis brazos y hacerla vibrar como tan solo yo podía hacerlo. Sabía que aquello estaba lejos de suceder y, sobre todo, con el maldito imbécil jodiendo todos mis planes. Esa era a razón principal por la que había tomado la determinación de apartarlo de mi camino, porque, aunque era su puto cuerpo, no había nada en este mundo que me impidiera quedarme con él y esa era mi intención. La recorro con mi boca mientras divaga entre sus dudas y temores. Sé que me estoy arriesgando con esto, pero es el todo o la nada y, de ella; lo quiero absolutamente todo. Dejo besos en la comisura de su boca y pego mi cuerpo al suyo tanto como puedo. Estoy empalmado y sé que ella sentirá mi dureza empujando con ahínco contra su pelvis. Le doy besos cortos y suaves en
Me sigo mirando en el espejo como si estuviera esperando alguna respuesta de la imagen que me observa como si quisiera arrancarme la vida con sus propias manos. Jamás me había mirado desde una perspectiva diferente a la que normalmente lo hago. ¿Ese hombre de mirada cruel y despiadada soy yo? Siento que estoy a punto de volverme loco. Después de recibir aquel disparo que me puso al borde de la muerte, me están sucediendo las cosas más extrañas. Esos dolores repentinos de cabeza seguidos de periodos de oscuridad de los que no recuerdo absolutamente nada; me tienen desconcertado. Incluso, aparezco en lugares a los que no recuerdo haber ido antes. ¿Qué demonios me está pasando? Una vez que recupero la consciencia, todo parece confuso. Me miro las manos y muevo los dedos para saber que tengo el control de mis movimientos. Me vuelvo a mirar al espejo y llevo las manos a mi cara para tocarme. Aprieto y estrujo la piel para sentirme; para saber que estoy despierto y no siento víctima de una
Me pongo duro cuando se inclina hacia adelante y desliza sus bragas a lo largo de sus espectaculares y tonificadas piernas. Me da un vistazo de la perfección que tiene entre sus piernas y es suficiente para que el mío arda encendido por el fuego de la pasión. Si fuera un hombre con principios y escrúpulos, me daría la vuelta y me iría de esta habitación, sin embargo, me quedo parado allí y disfruto de la hermosa vista. Soy un bastard0. Llevo la mano a mi miembro al verla entrar a la ducha. Gira las llaves del agua y se mete debajo del chorro. Me quedo sin aliento al ver la manera en que la cascada de agua empapa su cuerpo y se desliza por su piel, acariciando cada curva que hay en él. Amplío la abertura cuidadosamente y me pierdo en la en el hermoso paisaje al verla llevar una de sus manos hasta sus pechos para acariciarse con impaciencia mientras deja caer su cabeza hacia atrás, seducida por el éxtasis y la pasión. Mi cuerpo reacciona al instante. No puedo evitar deslizar la mano po
Me alejo de la ventana al escuchar pasos acercándose a mi espalda. Volteo y encuentro a Wilson, llegando a la sala. ―Pensé que te habías marchado luego del impasse que armé durante el almuerzo ―menciono al aproximarme a él―, y que acabó con la bendita bienvenida que tenían preparada para mí. Todos saben lo mucho que me molestan las sorpresas y en esta oportunidad deberían entender que no sería una excepción. ―No, no lo hice y tampoco dejé de probar la buena comida que Celia preparó para nosotros con tanto esmero, en esta ocasión especial ―menciona complacido―. Conozco de tu apatía y estaba más que seguro que, de una u otra manera, terminarías jodiéndolo todo ―sonríe satisfecho―. Así que luego de tu patético show, le pedí a la chica que sirviera el delicioso platillo y me lo devoré por completo ―niega con la cabeza―. No estaba dispuesto a rechazar semejante delicia que pudo haberse perdido gracias a tus acostumbradas pataletas de chico malcriado. Juro que, si no fuera mi mejor y úni
Esos minutos en sus brazos fueron suficientes para que la hoguera dentro de mí se incendiara luego de haber permanecido apagada durante un largo y sequío mes. Sin embargo, una vez alcanzado el orgasmo; me sentí sucia y decepcionada de mí misma. Lloré y me desahogué por haber sido tan débil y ensuciar el recuerdo del único hombre que amé en toda mi vida. Estoy molesta conmigo misma. Me dejé llevar una vez más y, al final, el resultado fue el mismo. Dolor, decepción y arrepentimiento. No sé qué es lo que me está sucediendo con ese hombre, pero lo cierto es que, cada vez que estoy cerca de él; es imposible para mí no dejarme arrastrar por esta atracción irresistible que me empuja a sus brazos. Sin embargo, y a pesar de todas las emociones que Anthony me produce; no estoy dispuesta a dejarme humillar por ese miserable que se ha jactado de acusarme de ser una cazafortunas. Esa fue la gota que derramó el vaso. Es por esa razón que, mientras lloro a cántaros debajo de la regadera del baño;