Nos vemos mañana!!
El regreso a mi nuevo hogar es tenso y silencioso. Agradezco que, Wilson, no haga preguntas que ahora mismo no puedo responderle. La situación es caótica, no tengo idea hacia dónde nos llevará todo esto; pero estoy seguro de lo que quiero. Estoy temblando, el frío cala mis huesos a pesar de que la calefacción está puesta. Voy a pescar un resfriado si no me deshago cuanto antes de la ropa empapada. Me quito la americana y la lanzo en el piso. Froto mis manos y soplo sobre ellas para proveerlas de calor. ―Puedo subir la temperatura. Niego con la cabeza. ―Me cambiaré al llegar a casa. Se detiene a un costado del camino. ―Hay un suéter en el asiento trasero ―se vuelve y estira su brazo para cogerlo―. Póntelo antes de que la Nana me culpe si coges un resfriado ―me lo lanza a la cara―. Me enterrará contigo si mueres de pulmonía. Sonrío. Este tipo comienza a caerme bien. Me quito la camisa y la lanzo al piso junto con la chaqueta. ―Si no me mató una bala, mucho menos un resfrío, imbéc
El llanto de Isabella me despierta una vez que alcanzo escucharla llorar con mayor claridad. Abro los ojos al sentir la respiración de alguien clavada en mi cuello. Me quedo paralizada al ver el cuerpo de Anthony tendido junto a nosotras. Ni siquiera me atrevo a moverme. Su rostro está oculto en el hueco que hay entre mi mentón y el cuello. Está relajado y con su brazo engarzado alrededor de mi cintura. Cierro los ojos y percibo la manera en que mi corazón se desata desenfrenado gracias a los recuerdos que me trae su manera de abrazarme. Lo hace de la misma forma en la que Paúl lo hacía cuando dormíamos juntos. Un par de lágrimas ruedan por mi cara. Extraño tanto a mi esposo. Cuánto daría para que él estuviera aquí. Mi corazón golpetea como un tambor debajo de mi pecho, inundado por una extraña sensación que no sé cómo describir. Estoy impactada, porque este hombre es como una enorme caja de contradicciones que me mantiene navegando en un mar de confusiones a las que no sé cómo enfren
Ni siquiera soy capaz de apartar mis ojos de ella. Sigue siendo tan hermosa como el primer día en que la vi. Si tan solo pudiera besarla y abrazarla como en otrora. ―Quiero una tregua contigo, Priscilla. No quiero que huya de nuevo. Deseo arreglar las cosas con ella, ganarme la más mínima oportunidad para conquistarla. Meto dos dedos bajo su mentón y la obligo a que me mire a la cara. >>Sé que me he comportado como un maldito idiota contigo ―intento dejar en una mejor posición al imbécil que se ha empeñado en deshacerse de mi familia―, así que, quiero rectificar y pedirte disculpas, por haber sido al extremo cruel e indolente. Me mira con desconfianza. No será fácil convencerla de mis buenas intenciones. Necesito que me mire de la misma forma en que lo hacía antes de que cambiara todo. Con esa intensidad que se manifestaba en el brillo de sus ojos y en la manera en que sonreía cada vez que tenía sus ojos puestos sobre mí. »Voy a tratar de que las cosas en esta casa marchen de la m
―¿Crees que sea conveniente que nos quedemos hablando aquí mismo? Me siento en una de las sillas frente a ella, dispuesto a escuchar lo que tiene que contarme. ―No te preocupes, hijo ―expresa calmada―. No escuchará nada de lo que hablemos. Asiento en respuesta. Miro hacia la puerta del baño y luego le presto toda mi atención. Comienza a relatar todas aquellas terribles y difíciles circunstancias por las que atravesó mi esposa, desde que despertó en aquella solitaria y fría habitación del hospital. La misma noche en la que supo que nos había perdido. Mi corazón se rompe. Aprieto mis puños y tiemblo de pies a cabeza. Maldigo una y otra vez por no haber podido estar con ella cuando más me necesitaba. Aunque es irracional que piense de esa manera, sobre todo, porque en esos instantes era yo el que estaba muerto. Siento un inmenso dolor al saber que mi amada mujer tuvo que soportar tanto dolor y nadie estuvo allí para consolarla. »Debes tener mucha paciencia, cariño ―expresa con dulzur
Ese beso… ¡Por Dios! ¿Por qué le correspondí? Estoy temblando de pies a cabeza. Mis piernas apenas pueden sostenerme y siento que mis pulmones estás echando fuego debido a lo agitada de mi respiración. ¿Cómo pude ser tan imprudente? Ese hombre apenas lo conozco y mi marido no hace ni un mes que… Me llevo las manos a la cara. Ni siquiera tengo el valor para decirlo, pero sé que de alguna manera maché el hermoso recuerdo que guardo de mi esposo. Me siento devastada, sin embargo, por más que quiera negarlo, en el lugar más recóndito de mi alma, algo en ese beso me perturbó de extraña manera. No sé cómo explicarlo, pero en un instante llegué a pensar que era Paúl el que me estaba besando. Esa es la razón por la que me entregué a los besos y caricias de ese hombre sin ninguna resistencia. ¿Qué voy a hacer con la vergüenza y el remordimiento que estoy sintiendo? ¿Cómo mirar a ese hombre a la cara después de lo que pasó? Inhalo profundo. Intento recomponerme, recuperar la cordura perdida
Anthony sonríe al ver que cedo y decido entrar. »Puedes recostarte en mi cama ―me dice mientras se aleja y se esmera en acomodar varios almohadones para que apoye mi espalda sobre ellos―. Lo ves ―aduce satisfecho―, aquí te sentirás cómoda y la podrás alimentar con tranquilidad. Asiento conforme con un movimiento de cabeza. Acepto su propuesta de la mejor manera. Quiero mantener las cosas en paz. Espero que él también haga lo mismo. Me siento en la cama y apoyo la espalda sobre el montón de almohadas que gentilmente ha preparado para mí para que me sienta más cómoda. Lo miro a la cara y extiendo los brazos para que me entregue a la beba. ―Hora de comer, princesita. Trago grueso al escucharlo mencionar aquellas palabras. Seguido, se arrodilla frente a mí para quitarme las zapatillas y elevar mis piernas sobre la cama. Lo hace con cuidado y esmero. El contacto me hace estremecer de pies a cabeza y envía un ramalazo de calor directo a mi vientre. Aparto mi cara para evitar que note mi
Desde el mismo momento en que abandoné la habitación, repetí una y otra vez ese beso dentro de mi cabeza. Tenía una erección descomunal y sentía que el fuego estaba quemando todo mi interior. La deseaba, añoraba tener de vuelta a mi esposa entre mis brazos y hacerla vibrar como tan solo yo podía hacerlo. Sabía que aquello estaba lejos de suceder y, sobre todo, con el maldito imbécil jodiendo todos mis planes. Esa era a razón principal por la que había tomado la determinación de apartarlo de mi camino, porque, aunque era su puto cuerpo, no había nada en este mundo que me impidiera quedarme con él y esa era mi intención. La recorro con mi boca mientras divaga entre sus dudas y temores. Sé que me estoy arriesgando con esto, pero es el todo o la nada y, de ella; lo quiero absolutamente todo. Dejo besos en la comisura de su boca y pego mi cuerpo al suyo tanto como puedo. Estoy empalmado y sé que ella sentirá mi dureza empujando con ahínco contra su pelvis. Le doy besos cortos y suaves en
Me sigo mirando en el espejo como si estuviera esperando alguna respuesta de la imagen que me observa como si quisiera arrancarme la vida con sus propias manos. Jamás me había mirado desde una perspectiva diferente a la que normalmente lo hago. ¿Ese hombre de mirada cruel y despiadada soy yo? Siento que estoy a punto de volverme loco. Después de recibir aquel disparo que me puso al borde de la muerte, me están sucediendo las cosas más extrañas. Esos dolores repentinos de cabeza seguidos de periodos de oscuridad de los que no recuerdo absolutamente nada; me tienen desconcertado. Incluso, aparezco en lugares a los que no recuerdo haber ido antes. ¿Qué demonios me está pasando? Una vez que recupero la consciencia, todo parece confuso. Me miro las manos y muevo los dedos para saber que tengo el control de mis movimientos. Me vuelvo a mirar al espejo y llevo las manos a mi cara para tocarme. Aprieto y estrujo la piel para sentirme; para saber que estoy despierto y no siento víctima de una