Leo sus comentarios y respondo en cuanto pueda. Saludos.
Me quedo allí parado, mirándola alejarse sin saber qué diablos está pasando. El dolor de cabeza persiste, pero en todo lo que se centra mi preocupación es en mi mujer y en su incomprensible reacción. El portazo suena cuando ella abandona la habitación y es entonces que caigo en cuenta del lugar en el que me encuentro. ¿Dónde diablos estoy? Giro mi cabeza y observo todo a mi alrededor. No reconozco este lugar. Pero, ¿qué hacemos aquí y cómo llegué a esta casa? No lo recuerdo. Estoy confuso. Intento pensar en todo lo que sucedió luego del accidente, sin embargo, es poco lo que recuerdo. ¿Qué es lo que está sucediendo? Primero, lo que pasó con todas esas personas en el hospital y, ahora, la sorpresiva reacción de mi esposa. Me acerco al tocador y me detengo frente al espejo. Mi cara palidece al ver la imagen que se refleja en el cristal. ¡No, no, no! ¿Qué narices está pasando aquí? Una corriente helada recorre mi espina dorsal. Retrocedo y me alejo del espejo debido a la gran impres
¿Cómo se atreve a besarme? Ese hombre no conoce la palabra respeto. ¿A caso se ha vuelto loco? Bufo con molestia. Además de ser un imbécil, es un abusador. Tengo pocas horas conociéndolo y ya no lo soporto. No sé si pueda resistir un solo segundo más al lado de ese desmedido. Entiendo las razones por las que la Nana lo ama y aguanta sus malcriadeces de niño berrinchudo, pero el resto no estamos obligados a permitir los desplantes y las amarguras de esa bestia. Camino de manera apresurada en dirección a la habitación de la pequeña que ya debe haber despertado. Respiro profundo y trato de calmar la ira que me embarga y me tiene temblando de pies a cabeza. Sin embargo, en el instante en que escucho llorar a la niña, toda la rabia que hay dentro de mí se esfuma en tan solo un nanosegundo. Entro al cuarto y me acerco a la cama. Sonrío al verla. Es preciosa. La levanto entre mis brazos y una vez que siente mi olor, se desespera buscando entre mis pechos. ―Hola, princesa ―no puedo evitar a
¿Qué? Abro los ojos como platos. Apenas la escucho exponer el plan que tiene previsto, doy un gran respingo que me hace arrancar el pecho de la boquita de la nena y la hago llorar con escándalo. Con mano temblorosa y contrariada por su súbita propuesta, la devuelvo a su boca y la hago callar. ―Nana, eso es absurdo ―aspiro una profunda bocanada de aire para calmar mi nerviosismo―, creo que no… Me hace callar antes de que continúe. ―Escúchame por favor. No tienes por qué responder ahora, cariño ―es que no podré hacerlo, aunque quisiera―. Sé que esta proposición que te acabo de hacer es repentina y, tal vez, te parezca descabellada ―me explica con apuro―. Puedo comprender que para ti es difícil asimilarla, sobre todo, por lo que acaba de pasar recientemente en tu vida ―mi pecho se comprime con dolor al recordar la pérdida de mi familia―. Más, sin embargo, me atrevo a pedírtelo debido a las difíciles circunstancias que me obligan a hacerlo. No sé qué pensar al respecto, pero imaginar c
Me cuesta llegar a una conclusión. Por más inverosímil que esta parezca, es la única posible en este caso. Sigo renuente a creer, pero lo que está pasando no me deja otra alternativa. No sé cómo ocurrió, pero de alguna forma encontré el camino de regreso a casa. Cumplí la promesa que le hice el día de nuestra boda. Es lo único que importa. Juré que, si la vida nos separaba; lograría regresar a ella a como diera lugar. Y aquí estoy, luego de haber muerto en aquel accidente. Logro recuperar el control, antes de que la desconocida y mi esposa noten lo que está sucediendo. Bueno, dudo mucho que su primera idea inicie con la palabra reencarnación. Lo cierto es que, de manera inexplicable, he regresado a ella. Las circunstancias me importan un comino mientras esté con mi adorada esposa. Necesito reconquistarla. No será fácil convencerla de que este hombre que acaba de estrecharla entre sus brazos y que lleva el rostro de otro; es su verdadero esposo. No tengo ni una puta idea de cómo voy a
Dejo a mi mujer tendida en la cama, coloco un beso en la frente de la pequeña y se la devuelvo a la mujer. ―Debo resolver algo ―le digo decidido―, por favor quédate con ellas y cuídalas hasta que regrese. No sé cómo diablos voy a hacer para recuperar el amor de mi mujer, pero haré lo que esté en mis manos para conseguirlo. ―¿A dónde vas, hijo? No creo que sea conveniente que… Ahora mismo no estoy para dar ninguna explicación, menos a esta desconocida. ―Solo preocúpate por saber que volveré en cuanto sea preciso. Hay dudas en su mirada, tal vez se pregunte lo que está pasando conmigo, pero ni yo mismo puedo comprenderlo. Ya me encargaré de descubrir todo lo que necesite saber de este hombre, porque si debo vivir su vida; entonces, es preciso que aprenda a actuar como él. Salgo de allí decidido e investigar todo lo que pasó durante el mes que estuve muerto. Comenzar a indagar desde el mismo día en que ocurrió la tragedia que cambio nuestras vidas. Después, averiguaré todo lo que r
―Debo salir, Wilson ―le anuncio―. Tengo asuntos que resolver. Su mirada es reprobatoria, sin embargo, lo está considerando. ―Iré contigo ―me tiende su mano y no sé qué demonios es lo que me está pidiendo―. Necesito mis llaves de vuelta ―me exige determinado―. Esta vez seré yo el que conduzca. ¿Llaves? Reviso los bolsillos de mi pantalón y consigo un juego de ellas. Espero que sean las que está pidiendo. Una vez que se las muestro, las arranca de mi mano y se aleja sin mencionar una sola palabra más. No tengo otra cosa más que hacer que seguirlo. Una vez que subimos a su auto le indico la dirección que debe tomar. »¿Desde cuándo tienes amigos en un barrio como ese? ―pregunta con sorpresa―. Eres muy selectivo con tus amistades y me extraña que siquiera conozcas a alguien en los suburbios. Definitivamente, venir a parar en el cuerpo de un individuo tan deprimente como este, es la peor mierd@ que pudo pasarme. Sin embargo, es lo que me toca y no tengo otra alternativa más que asumi
El regreso a mi nuevo hogar es tenso y silencioso. Agradezco que, Wilson, no haga preguntas que ahora mismo no puedo responderle. La situación es caótica, no tengo idea hacia dónde nos llevará todo esto; pero estoy seguro de lo que quiero. Estoy temblando, el frío cala mis huesos a pesar de que la calefacción está puesta. Voy a pescar un resfriado si no me deshago cuanto antes de la ropa empapada. Me quito la americana y la lanzo en el piso. Froto mis manos y soplo sobre ellas para proveerlas de calor. ―Puedo subir la temperatura. Niego con la cabeza. ―Me cambiaré al llegar a casa. Se detiene a un costado del camino. ―Hay un suéter en el asiento trasero ―se vuelve y estira su brazo para cogerlo―. Póntelo antes de que la Nana me culpe si coges un resfriado ―me lo lanza a la cara―. Me enterrará contigo si mueres de pulmonía. Sonrío. Este tipo comienza a caerme bien. Me quito la camisa y la lanzo al piso junto con la chaqueta. ―Si no me mató una bala, mucho menos un resfrío, imbéc
El llanto de Isabella me despierta una vez que alcanzo escucharla llorar con mayor claridad. Abro los ojos al sentir la respiración de alguien clavada en mi cuello. Me quedo paralizada al ver el cuerpo de Anthony tendido junto a nosotras. Ni siquiera me atrevo a moverme. Su rostro está oculto en el hueco que hay entre mi mentón y el cuello. Está relajado y con su brazo engarzado alrededor de mi cintura. Cierro los ojos y percibo la manera en que mi corazón se desata desenfrenado gracias a los recuerdos que me trae su manera de abrazarme. Lo hace de la misma forma en la que Paúl lo hacía cuando dormíamos juntos. Un par de lágrimas ruedan por mi cara. Extraño tanto a mi esposo. Cuánto daría para que él estuviera aquí. Mi corazón golpetea como un tambor debajo de mi pecho, inundado por una extraña sensación que no sé cómo describir. Estoy impactada, porque este hombre es como una enorme caja de contradicciones que me mantiene navegando en un mar de confusiones a las que no sé cómo enfren