La pregunta hizo que a Marlene le brillaran los ojos. Esos orbes grisáceos vivaces y traviesos.—Pues si me saco un buen partido… —se encogió de hombros. —lo haré.La habitación quedó en silencio. Mariané, un poco incómoda con el asunto, decidió distraerse buscando en el armario su vestido. Tardó bastante hurgando entre las perchas, ella no tenía nada que perder, eso le avergonzaba. Había vivido más de lo que todas ellas en su vida, cosas inimaginables de las que se sentía apenada. La profunda congoja no se alejaba, así como los fantasmas del pasado que siempre irían detrás de ella, convirtiéndose en su temible sombra.Luego la joven clavó sus celestes en Kelly, esperando su respuesta.—No, a menos que sea un apuesto italiano, ya saben de lo que hablo. —agitó con coquetería sus largas pestañas.—Entonces somos tu y yo, Mar —señaló antes de meterse en el interior del baño.—¿Estás bien? —inquirió llegando a su lado —. No te preocupes, acaba de ponerse los cascos.Volteó a mirar y, en e
Desconocido—Aaron, mi nombre es Aaron Wahlberg —se presentó, a Mariané la recorrió un espiral de emociones. No sabía qué decir, de intentarlo temía tropezar con sus propias palabras y quedar delante de él, una tonta.—D-discúlpame, estropeé tu camisa, que idiota soy, lo siento…Acto seguido alcanzó un par de servilletas cerca e intentó limpiar el desastre causado. No imaginó ponerle las manos encima a un desconocido, pero estaba tan nerviosa que no reparó en eso. El joven la detuvo, agarrándola con cuidado por ambos brazos.—Detente, por favor, no es nada. ¿Cómo te llamas? —trató de conversar, minimizando el incidente.—Yo… Mariané Lombardi. —logró decir recuperando paulatinamente el aliento.—¿Italiana?—No, mis padres lo eran —explicó esforzándose porque no le fallara la voz.—Ah, entiendo, por eso tu apellido. ¿Quieres conversar un rato? —inquirió de pronto, se quedó meditando en su pregunta, algo indecisa.—No, no lo creo, mis amigas están… —observó a todos lados buscándolas y na
—Viví en New York un tiempo, varios años, no será algo nuevo, si me siento nerviosa es por la universidad. Temo que no pueda ser suficiente…—Si crees que tienes potencial, agárrate a ello, y no habrá sido en vano la beca, esa es la razón por la que te ganaste un lugar en una universidad de prestigio como esa. —animó, se lo tomó como un cumplido.—De nuevo, gracias.—Oh no, es un placer levantarle el ánimo a una preciosura como tú. —alegó guiñándole un ojo y luego le echó un vistazo de arriba abajo, deteniéndose lo que se volvió una eternidad para la aludida, en sus labios rosados.Aquello no supo cómo tomárselo, de inmediato cortó el incómodo contacto visual. Volvieron a detenerse, él intentaba descifrar que le ocurría al observarla tímida en el balanceo de sus pies.Trabajaron arduos sus pulmones, ¿él flirteaba? Era probable que estuviera ligando con ella, se aterró de que fuera cierto. No planeaba eso, no era su intención buscar un ligue esa noche. Al menos podía echar a correr en
Uno… Dos… Tres…No pudo dar un solo paso.La agarraron por la cintura unos fornidos brazos, y después sintió la tibieza de un beso en su hombro, el ronroneo augurando un caos. Mariané deliró por el roce de labios de su captor en la curva de su cuello. Temblaba bajo las palmas del opresor en su cintura. Dejó de respirar, enloquecida con esa boca repartiendo besos sobre ella. Lo peor de todo es que el aturdimiento debido a lo que ocurría, nubló su mente, dejándola en blanco, sin lugar a inquisitiva o cabida para preguntarse quién era ese hombre.¿Y por qué rayos no lo apartaba?Su traicionero cuerpo reaccionaba a esos toques varoniles, como si reconociera al dueño de los húmedos labios, cosa que ella no hacía todavía. Aquel sujeto tenía el poder de abrumar, desestabilizar y congelar su cerebro.Necesitó un par de minutos para conseguir decir su nombre.En ese momento, Mariané sintió una mezcla de emociones encontradas. Por un lado, estaba disfrutando de los besos y caricias de ese homb
Mariané lo observó, taciturna, no sabía que decir, verlo ahí la impactó, le secó la garganta y enmudeció su capacidad del habla. Le costaba creer que su imponente presencia, no solo era parte de su encadenamiento al antaño.El tiempo no transcurrió en vano; lucía más guapo, enfundado en un costoso traje oscuro, el cabello ébano prolijo elegante. Le aturdió en demasía, con desafuero contundente.—Mírate, estás hermosa. Necesitaba tanto verte. —declaró dándole una repasada, quedándose al final colgado a sus enormes ojos caramelos, en esos orbes bailaba la incredulidad, el miedo, la confusión y una tormenta a punto de derramarse sobre sus mejillas.—Ya perdí mucho tiempo llorando como una estúpida, es tarde, lejos de ti he podido avanzar más allá de lo que contigo. No puedes aparecerte por aquí así de pronto, no tienes derecho, Ismaíl.Estaban a un solo paso, pero se sentía como mil kilómetros distanciando sus almas.—He sido un imbécil, no te merezco. Pero necesitaba verte, ha sido un i
Su lengua experta bregó deliciosamente en ese botoncito por unos minutos. Encogió los dedos de los pies, tensa, al experimentar una vorágine de placer. Trepidó de la cabeza a los pies; él se bebió lo prohibido, volviendo al ataque de sus labios rosados.Resbaló en su interior con facilidad, dando la primera embestida, luego aumentó el ritmo sin guardarse el deseo de sentirla hasta el fondo.Enjaulados en la gloria de sentirse vivos, aun cuando se consumían, no se contuvieron a nada. Sus caderas bailaban sincronizadas, ellos Jadeando, gimiendo y gritando en el climax explosivo, se corrieron a la par. Aún dentro de ella, le besó la frente, repetidas veces.—Te amo, florecilla. Te amo tanto, Mariané…Tras recuperar un poco el aliento, la joven tocó su mandíbula, trazando caricias sobre una sexy barba incipiente.—Dolerá mañana, así que por favor no continúes diciendo que me amas. —pidió bajito, dejando un beso en su cuello.Se sentía en llamas, siendo en cuerpo y alma, suya.Ismaíl salió
AmalgamaTomaron el desayuno en un icónico, pintoresco y verdinoso lugar dentro del hotel Beverly Hills; contaba con banquillos dispuestos alrededor de una fuente de sodas. Mariané, asombrada, perdió la mirada en el entorno. Ismaíl ya conocía el sitio, solía frecuentarlo durante sus estadías a la ciudad cuando hacía sus viajes de negocios.Beverly Hills era un lugar donde los sueños se entrelazaban con la realidad en una sinfonía de lujo y glamour. Las calles estaban bordeadas de palmeras altas y majestuosas, que parecían saludar a los residentes y visitantes con elegancia. Las mansiones imponentes se alzaban como castillos modernos, con jardines exuberantes y piscinas resplandecientes bajo el sol de California.El aire estaba impregnado de un aroma a riqueza y éxito. Los autos deportivos relucientes y las limusinas de lujo serpentean por las calles, mientras las tiendas exclusivas exhibían sus escaparates llenos de marcas de renombre. Los restaurantes ostentosos ofrecían una experie
Ismaíl se encontraba sumido en una mezcla de tristeza, resignación y amor incondicional. Guardaba en lo más profundo de su ser las palabras no dichas, la insistencia que había mantenido en su corazón y el pesar de saber que la había perdido.Había viajado a Los Ángeles con una pequeña chispa de esperanza, deseando fervientemente poder recuperarla. Había planeado proponerle que volvieran a ser novios, impulsado por un amor infinito que sentía por ella. Incluso durante su relación, había soñado con pedirle matrimonio, imaginando un futuro juntos lleno de felicidad y compromiso.Sin embargo, ahora se encontraba enfrentando una realidad desgarradora. Se daba cuenta de que era tiempo de aceptar la derrota, de tirar la toalla si eso era lo que ella decidía. Aunque su corazón se rompía en mil pedazos, no estaba dispuesto a oponerse ni a rogarle arrastrándose a sus pies. Sabía que debía respetar su decisión y dejarla ir, aunque le doliera profundamente.Ismaíl guardaba dentro de sí una mezcla