54. La Pequeña Sobrina del Millonario

—¿Por qué me llamas, eh? —escupió dolida —. No hagas las cosas más difíciles, Ismaíl. Colgaré…

—¡No! —rogó. Mariané estuvo a punto de hacerlo, pero una vez más el corazón mandaba —. Por favor, escúchame. Eché de menos escuchar tu voz, dime ¿cómo estás, florecilla?

—Mejor sin ti, es lo que quieres escuchar, ¿verdad?

—También solías serlo a mi lado, si mal no recuerdo. —dijo en un susurro lejano que se sintió tan cerca como sufrido.

Resopló enfadada consigo misma por no ser capaz de ocultar sus sentimientos. Sabía que aquella situación era absurda, que no debería sentir nada por él después de todo lo que había pasado, pero su corazón seguía latiendo con fuerza cada vez que lo veía. Quería escapar de su caja torácica, desesperadamente, y eso la desquiciaba aún más.

Trató de controlar su respiración y cerró los ojos por un momento. No podía permitirse mostrar debilidad frente a él, no después de todo lo que le había hecho pasar. Pero por más que intentaba convencerse de que ya lo había su
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