Luc trató de controlarse, pero no pudo, ya no podía o no queria retener todo aquello que Nammi le hacía sentir, mientras que la joven se sentía mareada envuelta en una bruma de deseo que jamás había sentido, su respiración se agitaba por solo tener a Luc sobre ella, con la bata de baño abierta, y aunque deseaba ver hacia bajo, su mirada había quedado atrapada por la de Luc, sus ojos negros casi centellaban, era como que la llamaran, la deseaba era así, pero había más, un destello con el que nadie jamás la había visto, y su mente dejo de conectar ides o pensamientos, en cuanto Luc tomo sus labios, un beso voraz, hambriento, un beso que la hizo temblar, más cuando sintió la mano de Luc abrir su blusa, la facilidad con la que se la retiro, le dejo más que claro a Nammi que su novio sí que tenía experiencia en lo que hacía, pero no se quejaría, no era como que esperara que un hombre viudo, no supiera desvestir a una mujer.— Luc. — susurro con vergüenza, cuando el mayor le quito el panta
Nammi despertó lentamente, rodeada por la suave oscuridad de la habitación, el sonido de la lluvia fuera de la ventana la envolvió en una sensación de calma y nostalgia, y se permitió cerrar un momento más los ojos, mientras se acurrucaba en la cama, sintiendo el calor y la comodidad del colchón y las sábanas, y en un momento mientras escuchaba el sonido de la lluvia, Nammi comenzó a recordar su infancia, la casa rodante en la que vivía con su madre, que era de una estructura pequeña y precaria, con paredes de metal oxidado y ventanas cubiertas de polvo, la puerta principal se abría con un crujido, revelando un interior desordenado y caótico, la mayor vergüenza de la joven y el motivo por el que nunca invito a nadie a “su hogar”, aun recordaba como el aire dentro de la casa rodante estaba cargado del olor a alcohol y a humo de cigarrillo, su madre, sentada en un sofá desgastado, mirando fijamente la televisión con una botella de vodka en la mano, al pendiente de los números de la lote
París, es conocida como la ciudad del amor y de la luz, pero también tiene una tradición culinaria rica y variada, y su desayuno no es una excepción, y por ello, hoy Luc pensaba sorprender a Nammi con su fuerte, pues Luc no solo sabia cocinar, hubo un tiempo, en el que escogió la cocina, para refugiarse del mundo en general, y con una sonrisa en los labios, descubrió que incluso eso había cambiado Nammi, pues no estaba acudiendo a cocinar como método de escape o para refugiarse de lo que de él se decía tanto en la prensa como en sus empresas, Luc estaba allí, para consentir a su… novia falsa, quito la palabra falsa de su mente, y decidió que desde ese día, fingiría demencia, se apegaría a la mentira que le dijo a Nammi, enloquecería de ser preciso, por lo que en su mente grito lo que su corazón le pedía, Nammi era su novia y se sentía capaz de matar a quien dijera lo contrario.Al fin llego al lugar de la casa que más concurría, además de su despacho, la cocina amplia y bien equipada,
El mundo es movido por el poder y el dinero, eso lo sabe todo el mundo, al igual que todos saben que no existe familia más poderosa que los Bach, una familia que además de ser numerosa, eran multimillonarios, dueños o socios de cada empresa a nivel mundial, y quien tiene dinero, posee poder, y el poder te hace intocable, inalcanzable, dadores que brindaba su ayuda a cambio de que les debieras un favor, ni buenos ni malos, navegaban por aguas grises, a veces siendo imparciales, otras veces, inclinando la balanza a su favor, más cuando su familia estaba involucrada.La que llevaba las riendas de la familia era Lucero Bach, esposa de Eros Zabet, verlos era ver el poder y la riqueza ir de la mano, su trabajo no era fácil, tener ojos, oído, manos en todo el mundo, era algo complicado de manejar, mas cuando el pedido de ayuda, para encontrar a una persona, complicaba los lazos de amistad y parentescos que existían.— ¿Qué sucede amor? — la voz de su esposo la hizo bajar la carpeta que había
Luc no podía sacar de su mente la imagen de los relicarios que había recibido, tanto él como su hijo León. ¿Quién podría haberlos enviado? ¿Y por qué? La curiosidad y la inquietud lo consumían, y decidió que debía investigar más a fondo, a riesgo de descuidar su trabajo como dueño de la empresa, Luc se tomó un tiempo para visitar una de las joyerías más reconocidas de París. La tienda que era un establecimiento de lujo, con vitrinas llenas de joyas y relojes de alta calidad, abrió sus puertas con gusto por solo verlo bajar de su vehículo, y sin perder tiempo Luc se acercó al mostrador y sacó el relicario de su bolsillo.— Bienvenido señor Ambiorix, ¿Puedo ayudarlo en algo? — no era de extrañar que el empleado, que lo atendía supiese su nombre, más porque allí había comprado el anillo de compromiso para su ex y difunta prometida, la modelo Baggio.— buenas tardes, sí, me gustaría saber más sobre este relicario. ¿Puede decirme algo sobre su origen? — El empleado tomó el relicario y lo e
Nammi estaba sentada en el jardín con León, disfrutando del sol y la brisa fresca, cuando Máximo apareció a su lado.— León, Mimi te está buscando para que bebas tu té. — informo como un buen tío con una sonrisa tirando de sus labios, y fue allí cuando Nammi se puso ansiosa, aunque no sabía por qué.Había algo en la mirada de Máximo que la hizo sentir incómoda, más cuando este se sentó a su lado al borde del rosal, en el perfecto césped del jardín trasero.— Nammi. — la llamo con una voz suave y seductora. — ¿Alguna vez alguien te dijo lo raro y bello que es tu nombre? — la joven dejo salir un suspiro pesado, antes de verlo.— Sí, cada idiota que ha querido ligar conmigo comienza con esa frase. — rebatió de forma mordaz, meditando si debiera o no irse del lugar, el sol era agradable en su piel, no tenía ganas de irse solo por él.— ¿Y que frase uso Luc para conquistarte? — Nammi lo pensó por un segundo, sin desearlo, aun extrañándole que así sea ella le hubiese dirigido la palabra a
Nammi decidió solo alejarse de Máximo lo que más podía, por lo que decidió ingresar a la mansión por la puerta trasera, ya que el medio hermano de su novio había tomado el camino de la puerta principal, sentía que ese hombre se pavoneaba por el lugar como si fuese suyo, y no terminaba de comprender que era lo que realmente le molestaba de él, además del reciente coqueteo, se sintió mal del estómago por solo recordarlo, por lo que sin perder tiempo y luego de ingresar a la cocina, fue por un vaso de agua, pero sus ojos se detuvieron en un lugar preciso de la isla de la cocina, donde una tetera vacía aguardaba que alguien la lavara, aunque no fue la tetera en si lo que llamo su atención, sino el polvo blanco que había sobre la cobriza madera, sus pies y curiosidad la guiaron allí, mientras olfateaba a su alrededor, pensando que tal vez Mimi estaba horneando algun pastel pero, lamentablemente nada olía a pastel y aun así, aquel polvo se le hacía muy conocido a Nammi.Movida por la curios
Nammi estaba concentrada en su trabajo, ser una enfermera no era fácil y Dios lo sabía, pudiera ser que no ostentara un gran título como los doctores que la rodeaban, quienes muchas veces la felicitaban por su trabajo, pero ella hacia el trabajo sucio, el tedioso, pero además, era quien brindaba esa primera sonrisa, esa palabra de aliento y quien llevaba tranquilidad, todo se trataba de la empatía, desde el niño más pequeño, al adulto mayor, ella no hacia distinción, no importaba si era tomar la temperatura, colocar una inyección, dar una píldora, sostener la mano de los pacientes al vomitar, no importaba que, ella estaba siempre dispuesta a estar allí, era su segunda pasión, y ¿Cuál era la primera? Ser diseñadora de modas, desde pequeña soñó con ello.— ¿Has pensado en lo que te dije? — la joven giro a ver a la morena y su peinado afro.— No lo sé Mirra, se dice muchas cosas de ese club, más de Valentina Constantini y su harem de hombres. — respondió botando las gasas con sangre que