Lléname

Andrés Malagón había quedado fascinado con Helena y, aunque quiso, no pudo disimular la obsesión que crecía en él. Todos los días pasaba a visitarla y, complacida por su multimillonario admirador, Helena no se negaba a recibirlo. 

Sus visitas eran, además, un distractor para los largos días que pasaba en la mansión. Aunque salía “al pueblo”, como también comenzó a decirle a la pequeña metrópoli de multimillonarios, recorría las playas y jugaba al golf con León, sentía que le empezaba a faltar su habitual vida social. No la del atosigamiento de las redes y las constantes interrupciones para que firmase un autógrafo o se tomase una selfie con un admirador, sino la de conocer a alguien interesante, tomarse un café entre amigos, visitar un museo o una gale

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo