CAPÍTULO 24

Con el peso de la felicidad de mi hermana presionando sobre mis hombros como un yugo, caminé penosamente entre los imponentes pinos que conducían al castillo real.

El fuerte olor de las agujas de pino y la tierra llenó el aire, mezclándose con el leve rastro de magia que siempre permanecía en el dominio de Darkwood.

Apareció un sirviente, materializándose entre las sombras como un espectro, sus ojos cautelosos mientras recorrían mi ardiente cabello rojo, un marcado contraste con los colores apagados del bosque.—Necesito hablar con Ca…con el rey.

—Sígame…—indicó.

—Gracias —murmuré, pasando junto a él sin apenas mirarlo. Mi corazón golpeaba contra mi caja torácica mientras cruzaba el umbral de la imponente estructura de piedra que albergaba al gobernante de nuestra manada.

La puerta del estudio se abrió con un chirrido, revelando a Caleb, su alta silueta recortada contra el fondo de estantes llenos de tomos antiguos. Sus ojos grises, generalmente tan duros como las piedras que forma
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