Ana Paula esperaba a Fabián en la entrada de su casa.Ese día la acompañaría a una nueva consulta con su psicóloga.Se hallaba de pie, con un vestido negro que realzaba todas las curvas de su figura, mientras su pelo ondeaba completamente suelto.Sus labios estaban pintados de un rojo intenso y esperaba que el hombre en cuestión le diese un vistazo hambriento, pero en su lugar, ni siquiera la miró a la cara mientras emprendía la marcha.—Buenos días, Ana —dijo secamente, moviendo hábilmente el volante para tomar la ruta prevista con anterioridad—. Me temo que no podre quedarme hasta el final de tu consulta. Pero le avisaré a mi chofer para que te venga a recoger —soltó sin más.Todo el buen ánimo de Ana Paula se esfumó con esas simples y cortantes palabras.¿No pensaba quedarse? Había invertido mucho tiempo en arreglarse, pero al parecer ni siquiera sería capaz de decirle que se veía hermosa o algo similar, cosa que la decepcionó bastante.Quizás fue el hecho de sentirse rechazada o
No había podido evitar pasar por una floristería de camino a casa. No sabía nada sobre flores, pero aun así se había esforzado en elegir el ramo más hermoso para su amada. Sabía bien que un par de flores no compensaban sus malas decisiones pasadas, pero sentía que le debía una disculpa a Natalia. Después de todo había sido sincera desde el inicio y no le había creído.Tenía razón sobre Ana Paula. Cada una de las palabras que le había dicho en el hospital habían sido completamente ciertas. Sí, Ana Paula había intentado manipularlo y necesitaba que supiera lo arrepentido que estaba por no creerle desde el primer momento. Le debía aquello. Y también le debía el hecho de asegurarle que nadie más se interpondría en su relación nuevamente.Así que subió las escaleras con dirección a la recámara matrimonial, esperando encontrársela dentro. Ansiaba verla y decirle cada una de las palabras que tenía atoradas en su pecho. —Natalia —pronuncio su nombre al entrar en la habitación, pero no
Natalia hizo una mueca, mientras se miraba en el espejo. Lucía un hermoso vestido color azul cielo, de seda ligera, que caía suavemente hasta el suelo. El escote era en V y realzaba sus pechos, mientras que las mangas eran largas y transparentes, dándole un toque elegante. Aunque la imagen que veía reflejada le agradaba mucho, su corazón estaba lleno de tristeza al pensar en Diana. Aquel era el día de la boda de su cuñada y sabía perfectamente que no se casaría por amor. Había estado en su posición hacía unos meses atrás y podía constatar de primera mano que la idea de casarse con un hombre que no se amaba no era nada bonita ni agradable.Se preguntó de pronto si el amor podría surgir entre Diana y Ezra de la misma manera en la que había surgido entre ella y Fabián, pero algo le decía que no. Su cuñada sería infeliz en ese matrimonio. Y la verdad no quería ser testigo de eso. Pero como la esposa de Fabián debía de acudir a la boda, lo quisiera o no. Ese era su deber como una A
Un murmullo de voces lleno la iglesia, mientras todos contemplaban el caos en el que se había transformado aquella boda.—¡Tráela de regreso, Fabián!Había solicitado Orena a su hijo, pero este la había ignorado por completo.La mujer supo entonces que Diana no regresaría para casarse y esto la hizo explotar en cólera, mientras escuchaba una serie de reclamos por parte de los Russo.—Tu hija es una estúpida —bramaba el patriarca de la familia Russo—. ¿Cómo se atreve a someternos a semejante humillación delante de todo el mundo?—Lo lamento mucho —se disculpaba la mujer en voz baja—. Seguramente los nervios le han jugado una mala pasada. Ella volverá para casarse, les aseguro.—¿Y quién dice que mi hijo va a casarse con ella después de semejante escándalo? —se negó rotundo.—Por favor… —suplicó Orena por otra oportunidad para llevar a cabo aquella unión. Parecía incluso dispuesta a amarrar a su hija a una silla y hacerla firmar los papeles bajo coacción.—Todos ustedes son escoria —res
La confesión tomó a Fabián por sorpresa, era evidente que no se esperaba escuchar semejante revelación. Sin embargo, se mantuvo impávido, no demostró su asombro ni su desaprobación. Diana se separó ligeramente de su hermano para mirarlo a los ojos y comprobar entonces si estaba enojado. Pero no se encontró con nada en su semblante. Estaba en blanco. —¿No estás enojado? —le preguntó con temor de que la respuesta fuera afirmativa. Esperaba una oleada de gritos y rechazo, pero su hermano decidió no reaccionar igual que su madre. La mano de Fabián le acarició la mejilla y entonces la interrogó en un tono suave: —¿Amas a ese hombre?Diana se encontró haciéndose esa misma pregunta en su mente y la respuesta la dejó un poco aturdida. Porque era un sí. Lo amaba. No sabía cuándo sucedió ni cómo, pero eso era lo que sentía. Y ese amor era tan poderoso que no le habían importado las represalias de haber huido de un matrimonio. Lo único que deseaba era pararse delante de la humilde
Horacio se la quedó mirando fijamente a la espera de una explicación un poco más convincente, que el hecho de que había ido hasta su casa para pedirle matrimonio.Aquello no podía ser cierto. Se negaba a creer una locura semejante.—Tu madre tiene razón —comenzó Diana con el corazón palpitando arrítmicamente—. Estoy aquí porque… deseo que nos casemos.—¿Y por eso llevas un vestido de novia, Diana? Tenía entendido que te casabas hoy, aunque, evidentemente, eso no era conmigo —la aspereza de su voz no pasó desapercibida para nadie.La joven tragó saliva, mientras la madre de Horacio carraspeaba incómoda. —Lo mejor será que pasen, jovencitos —dijo la mujer mayor con un tono dulce, pero severo—. Sin duda tienen muchas cosas de qué hablar. Así que no pretenderán hacerlo en medio de la calle, ¿cierto?Horacio no se negó, así que Diana interpretó esto como que su presencia en su hogar no le molestaba del todo, lo cual era un buen inicio.Entendía perfectamente que pudiese estar disgustado,
Ese día se llevaría a cabo la primera audiencia del caso de custodia de sus hijos. Natalia se sentía un poco ansiosa, pero segura. Sabía que todo estaría bien. Roberto no tenía absolutamente ningún argumento que usar en su contra y eso le tranquilizaba bastante. —Realmente me gustaría acompañarte —le había dicho su esposo, mostrando su deseo de brindarle apoyo en un día tan importante. —No es necesario —se negó Natalia con una sonrisa en los labios—. Ya te dije que todo irá bien, mejor ve y firma ese contrato por el que has estado trabajando todos estos meses. Natalia sabía que ese día también era significativo para él, así que no quería arruinarlo, no por algo que se resolvería fácilmente a su parecer.—Creo que esto es más importante que cualquier otra cosa —le señaló él—. Además, solamente tendría que hacer unas cuantas llamadas para acordar una nueva fecha. Seguramente no tendría mayores repercusiones por esto, sin embargo, la idea de dejarte sola no me agrada para nada —most
Natalia observó con lentitud como el juicio iniciaba. En ese momento se sentía como si estuviera dentro de una botella con tapa. Todo giraba a su alrededor, de una manera lenta y asfixiante. El abogado de Roberto se levantó entonces para comenzar con su alegato. Parecía ser un hombre sagaz, con traje a medida y una mirada que parecía decirle: te voy a devorar viva. Ese sujeto no tenía escrúpulos, se movía por el dinero y estaba segura de que comenzaría a decir puras mentiras. —Honorables, señores del jurado —se giró con gracia hacia los mencionados—, nos encontramos hoy aquí porque mi cliente, el señor Buendía, busca lo mejor para sus hijos. Lamentablemente, desde que la señora Arison se ha casado, sus prioridades han cambiado drásticamente. Las manos de Natalia se empuñaron en su regazo. ¿Cómo se atrevía a usar un argumento tan burdo? —Ella ya no atiende a los niños como debería, y su nuevo marido ha pasado a ser más importante en su vida —soltó con dramatismo