Natalia salió de la habitación de Ana Paula con una sensación de desazón recorriéndole todo el cuerpo.Las palabras de la mujer seguían resonando en su mente como una cruel amenaza. ¿Realmente sería capaz de lo que sea por retener a un hombre?Ana Paula necesitaba ayuda psiquiátrica, pero no sabía cómo expresarlo sin ofender a sus familiares. Dio unos pasos más y se encontró a Fabián sentado junto a los padres de la mujer. Los tres conversaban con demasiada confianza y entonces entendió que tenían una relación lo bastante estrecha.—Nada de esto hubiera pasado, si Ana aprendiera a tomar las decisiones correctas —aquella era la voz del padre de Ana Paula, quien hablaba con reproche sobre su hija. No parecía contento con ninguna de sus decisiones—. De haberse casado contigo, Fabián, estoy seguro de que no estaríamos aquí reunidos, en la sala de espera de un maldito hospital. Fabián no respondió nada a aquello y el malestar de Natalia se incrementó. —Disculpen —carraspeó para hacerse
Natalia regresó a la mansión Arison a eso de las ocho de la noche. —El señor Roberto está aquí —dijo Susi acercándose a ella muy apenada. —¿Qué? ¿Cómo que ese está aquí? —le preguntó alterada ante la sola mención de su nombre. —Lo siento, señora. Pero como es el padre de los niños, no sabía qué hacer. Así que… —Debiste llamarme, Susi —le reprendió sin querer. Después de todo, la niñera no tenía la culpa de nada—. Olvídalo. Iré a verlos. Tranquila. Rápidamente, se encaminó a la habitación de los niños, donde se encontraba Roberto jugando con los trillizos. —Niños —saludó al entrar con voz dulce. Los trillizos se pusieron de pie de inmediato y la recibieron con un fuerte abrazo, mientras su mirada se giraba hacia el hombre en la habitación, quien, sin lugar a dudas, no debería estar en ese sitio. Sus ojos le decían claramente que no lo quería en la casa, pero Roberto ignoraba adrede esta hostilidad de su parte. —Podemos hablar un momento a solas —le pidió al hom
Diana no sabía nada sobre Horacio, lo cual era bastante lógico considerando el hecho de que ya no trabajaba más para su familia, pero verdaderamente no lograba acostumbrarse a su ausencia. Le dolía. Por lo general, siempre que se acercaba al balcón de su habitación lograba verlo, pero ahora ni siquiera eso. Había considerado la opción de hablar con su hermano y pedirle que le regresara su antiguo puesto, pero no sabía como hacer eso sin parecer demasiado sospechosa. Por otro lado, estaba Ezra, ya no lo soportaba más. La había llevado a conocer a su familia presentándola como su novia oficial y realmente todos los Russos eran seres creídos y despreciables. La madre de su prometido la miró como si fuera demasiado insignificante como para casarse con alguien tan prestigioso como su hijo. “Realmente no había otra joven que te gustara más”, le había oído susurrarle. Diana aparentó no escuchar para no caer en sus provocaciones, pero era evidente que no se llevaría bien con es
—Antes de darle a la paciente el alta médica, es importante que tengan a consideración los pasos a seguir.Un silencio se hizo en la sala de espera cuando Fabián junto a los padres de Ana Paula rodearon al médico para prestar especial atención a cada una de sus palabras.—Primero, es importante que cuiden de sus lesiones. Los vendajes deben cambiarse regularmente y deben asegurarse de que las muñecas estén limpias y secas —instruyó con paciencia—. Estén atentos también a cualquier signo de infección, como un enrojecimiento o un aumento del dolor. Si notan algo inusual, entonces no duden en contactarnos de inmediato, ¿de acuerdo?—Claro, doctor. Estaremos en contacto con usted —fue la madre de Ana Paula, quien respondió a su cuestionamiento.—Además —continuó el médico con sus indicaciones—, quiero enfatizar en la importancia del apoyo emocional en este proceso. La paciente necesita ver a un psicólogo. La salud mental es tan crucial como la salud física, y un profesional puede ayudarla
La alta figura de su esposo la esperaba debajo de la sombra de un alto e imponente árbol de Roble.La brisa sacudió el cabello de Natalia y entonces recordó la razón por la cual había elegido ese parque. Número uno, le gustaba, y, número dos, no había un lugar mejor para tratar temas tan espinosos. A medida que más se acercaba al lugar de encuentro, no pudo evitar apreciar la belleza de su marido.Era alto y musculoso.Desprendía poder y autoridad, pero también tenía un aura dulce, una que solía sacar a relucir en los momentos de intimidad. Su cabello era dorado como el sol y, justo en este momento, se movía al son del viento, del mismo viento que agitaba las ramas de los árboles y le hacía estremecer el cuerpo entero. Sus ojos no la habían captado todavía, puesto que se encontraban perdidos en la inmensidad del cielo. Era de tarde.Natalia pensó en el color de su mirada y le recordó al océano, a un océano en calma, pero que también podía volverse turbulento. Solamente esperaba q
—¿Y esto? Natalia se encontró con el armario repleto con la ropa de Fabián. —Un cambio que debía hacerse tarde o temprano. —¿Has decidido mudarte aquí sin consultarme? —lo miró sorprendida. No le molestaba la idea, pero le hubiera gustado que le informara antes. Después de todo aquello, también debía de explicárselo a sus hijos para que supieran que se avecinaban cambios importantes. “Niños, ya no pueden entrar cuando quieran en la habitación de su madre. Deben tocar la puerta primero, ¿de acuerdo?”, algo así debía decirles. —¿Necesitaba acaso avisarte? —Por supuesto —le dijo con obviedad. —A como yo lo veo, no —la rodeó por cintura y la acercó a su cuerpo, el cual desprendía un calor muy sofocante—. Eres mi mujer, Natalia. Se supone que eso ya quedó estipulado, así que dormir juntos es simplemente parte de esa realidad. —Bueno, supongo que está bien. No pudo evitar sonreír, le gustaba cuando lo decía de esa forma posesiva. Era su mujer, sí. —¿Y entonces dónde es
A la mañana siguiente, el matrimonio Arison despertó abrazado. Ambos esposos se encontraban desnudos, envueltos en sábanas de seda, pero a la vez muy satisfechos por la maravillosa noche que habían compartido juntos. Se sentían justo como en una luna de miel. Pero había un inconveniente. Fabián reparó entonces en la mirada melancólica de su mujer. Los ojos de Natalia miraban al vacío, mientras una tristeza abrumadora parecía cernirse sobre ellos.—¿Sucede algo? —le preguntó luego de darle un beso de buenos días. Ninguno parecía querer alejarse del otro y eso estaba muy bien considerando que acababan de reconciliarse.—No es nada —negó ella restándole importancia a algo que claramente le aquejaba. —¿Dime qué es? —insistió Fabián, sabiendo que aquello verdaderamente tenía que ser importante, de lo contrario, no se mostraría tan preocupada.Con un suspiro, Natalia se alejó de su abrazo y se sentó en la cama, mientras pensaba en la manera de contarle aquello sin hacerlo enfurecer.
Lo primero que Ana Paula pensó cuando ocupo un asiento en aquel consultorio fue que no deseaba estar en ese sitio.No importaba lo lindo y acogedor que parecía ser el consultorio, ni mucho menos importaba la mirada compresiva que acababa de lanzarle su psicóloga. Simplemente, la incomodidad se había instalado en su ser y se negaba a dejarla dar un paso adelante.«Recuerda la razón por la que estás aquí», le gritó su mente con una voz muy parecida a la de Fabián Arison.Ana Paula inhaló una profunda bocanada de aire para tratar de controlar su ansiedad, mientras recordaba la parte positiva de todo esto: Fabián la acompañaría a cada una de sus consultas.Si esto no le ayudaba a tomar ventaja, entonces no sabía que lo haría.Así que sí.Este era un mal necesario que debía de afrontar con valentía y determinación.—Cuéntame, Ana, ¿entiendes la razón por la que estás aquí? —preguntó su psicóloga, rompiendo el silencio que se había apoderado de la habitación.—Supongo que sí —reconoció con