—Quiero que todo esté impecable para la cena —decía Orena, observando atentamente a los encargados de la preparación de la mesa. «Nada podía salir mal», pensó la mujer, bastante entusiasmada con la idea de este compromiso. Ya podía imaginar su nombre en el periódico cuando, en un futuro, fuera nombrada como la madre de la futura primera dama del país. Sin duda, Ezra tenía un futuro prometedor en la política. Y estaba segura de que rebasaría al de su predecesor. Y este hombre se casaría con su hija. ¡Eso era magnífico! —¡Vamos, Diana, arréglate ya! Entró en la habitación de su hija. Diana estaba tumbada en la cama con cara de enfermedad, mientras el hermoso vestido color lila que había elegido para ella, se hallaba desparramado en una silla a su lado. —Dame un momento, mamá. Es demasiado temprano aún —se quejó con un cansancio que no entendía, porque no había hecho más que estar acostada todo el día. —No es temprano. Falta menos de dos horas para la cena. Así que apresúrate —
El caos se desató cuando los dos hombres comenzaron a atacarse mutuamente. Aunque existía una clara desventaja en este brutal enfrentamiento. Ezra era alto y bien formado, pero no se comparaba con Horacio, quien era mucho más grande y corpulento. Diana los observó con horror, mientras gritaba, clamando por ayuda. Pero… No solo observó la pelea y la posibilidad del despido de su querido y preciado amante, sino que también vio la diferencia entre los dos hombres que combatían. Ezra era de piel blanca y ojos claros. Mientras que Horacio era moreno y de unos ojos tan castaños que la mayoría del tiempo parecían negros. Esto era algo que no había contemplado en su brillante plan de engatusarle el hijo de otro hombre a su futuro marido. Si por cosas del destino el niño se llegara a parecer a su verdadero padre, entonces estaría acabada. Ese sería el final de su teatro. —¿Qué está pasando aquí? Fabián apareció separando la pelea y entonces a duras penas pudo prestar at
Fabián recibió el mensaje y frunció el ceño. Aquel escrito no era algo propio de la dulce y siempre medida Ana Paula Colmenares. Algo iba mal. No necesitaba ser muy inteligente para saberlo. Se alejó de su computador y entonces contempló sus opciones. Las cosas con Natalia iban lo bastante bien como para pensar siquiera en echarlo a perder. Así que se decidió en responder: “No puedo. Pero llamaré a tus padres para que te acompañen en este momento” Esperaba que eso la tranquilizara de alguna manera, pero el texto que le llegó a los segundos siguientes fue mucho más alarmante que el primero. “Quedará en tu consciencia entonces” Se quedó mirando aquellas cinco palabras por demasiado tiempo hasta que comprendió lo que estaba insinuando en dicha frase. Pensaba atentar contra su vida, pero no entendía la razón detrás de todo esto. Ana Paula no era una persona mentalmente inestable. Algo debió de suceder para que se expresara de semejante forma. De repe
El sonido de la sirena llenaba las calles a medida que la ambulancia zigzagueaba a toda velocidad. Fabián apretaba fuertemente las manos de Ana Paula, sintiendo un temor profundo de que su vida terminará sin que lograrán llegar a la clínica. Necesitaba atención médica cuánto antes y aunque los paramédicos habían detenido la hemorragia, la cantidad de sangre que había perdido era alarmante.—Por favor, resiste un poco más —le suplicaba. Los ojos de la mujer estaban cerrados, así que evidentemente no podía atender ni escuchar ninguna de sus peticiones, pero aun así no podía dejar de decirlas en voz alta. La ambulancia frenó en la entrada del hospital y el personal médico se acercó para llevarse a Ana Paula. —Estará bien, señor. Debe esperar aquí —le decían deteniendo su avance. Fabián se alborotó el cabello con desesperación, mientras esperaba por información sobre el estado de su amiga. Rápidamente, marcó al número de los padres de Ana Paula y les informó sobre la delicada situa
Natalia salió de la habitación de Ana Paula con una sensación de desazón recorriéndole todo el cuerpo.Las palabras de la mujer seguían resonando en su mente como una cruel amenaza. ¿Realmente sería capaz de lo que sea por retener a un hombre?Ana Paula necesitaba ayuda psiquiátrica, pero no sabía cómo expresarlo sin ofender a sus familiares. Dio unos pasos más y se encontró a Fabián sentado junto a los padres de la mujer. Los tres conversaban con demasiada confianza y entonces entendió que tenían una relación lo bastante estrecha.—Nada de esto hubiera pasado, si Ana aprendiera a tomar las decisiones correctas —aquella era la voz del padre de Ana Paula, quien hablaba con reproche sobre su hija. No parecía contento con ninguna de sus decisiones—. De haberse casado contigo, Fabián, estoy seguro de que no estaríamos aquí reunidos, en la sala de espera de un maldito hospital. Fabián no respondió nada a aquello y el malestar de Natalia se incrementó. —Disculpen —carraspeó para hacerse
Natalia regresó a la mansión Arison a eso de las ocho de la noche. —El señor Roberto está aquí —dijo Susi acercándose a ella muy apenada. —¿Qué? ¿Cómo que ese está aquí? —le preguntó alterada ante la sola mención de su nombre. —Lo siento, señora. Pero como es el padre de los niños, no sabía qué hacer. Así que… —Debiste llamarme, Susi —le reprendió sin querer. Después de todo, la niñera no tenía la culpa de nada—. Olvídalo. Iré a verlos. Tranquila. Rápidamente, se encaminó a la habitación de los niños, donde se encontraba Roberto jugando con los trillizos. —Niños —saludó al entrar con voz dulce. Los trillizos se pusieron de pie de inmediato y la recibieron con un fuerte abrazo, mientras su mirada se giraba hacia el hombre en la habitación, quien, sin lugar a dudas, no debería estar en ese sitio. Sus ojos le decían claramente que no lo quería en la casa, pero Roberto ignoraba adrede esta hostilidad de su parte. —Podemos hablar un momento a solas —le pidió al hom
Diana no sabía nada sobre Horacio, lo cual era bastante lógico considerando el hecho de que ya no trabajaba más para su familia, pero verdaderamente no lograba acostumbrarse a su ausencia. Le dolía. Por lo general, siempre que se acercaba al balcón de su habitación lograba verlo, pero ahora ni siquiera eso. Había considerado la opción de hablar con su hermano y pedirle que le regresara su antiguo puesto, pero no sabía como hacer eso sin parecer demasiado sospechosa. Por otro lado, estaba Ezra, ya no lo soportaba más. La había llevado a conocer a su familia presentándola como su novia oficial y realmente todos los Russos eran seres creídos y despreciables. La madre de su prometido la miró como si fuera demasiado insignificante como para casarse con alguien tan prestigioso como su hijo. “Realmente no había otra joven que te gustara más”, le había oído susurrarle. Diana aparentó no escuchar para no caer en sus provocaciones, pero era evidente que no se llevaría bien con es
—Antes de darle a la paciente el alta médica, es importante que tengan a consideración los pasos a seguir.Un silencio se hizo en la sala de espera cuando Fabián junto a los padres de Ana Paula rodearon al médico para prestar especial atención a cada una de sus palabras.—Primero, es importante que cuiden de sus lesiones. Los vendajes deben cambiarse regularmente y deben asegurarse de que las muñecas estén limpias y secas —instruyó con paciencia—. Estén atentos también a cualquier signo de infección, como un enrojecimiento o un aumento del dolor. Si notan algo inusual, entonces no duden en contactarnos de inmediato, ¿de acuerdo?—Claro, doctor. Estaremos en contacto con usted —fue la madre de Ana Paula, quien respondió a su cuestionamiento.—Además —continuó el médico con sus indicaciones—, quiero enfatizar en la importancia del apoyo emocional en este proceso. La paciente necesita ver a un psicólogo. La salud mental es tan crucial como la salud física, y un profesional puede ayudarla