Anthony, lo esperaba de pie, intentando mantener la calma, aunque el sudor en su frente y su postura rígida delataban su nerviosismo. Sabía que estaba bajo vigilancia tanto de los hombres de Román como del equipo de Heinst, lo que añadía una presión abrumadora. No podía permitirse fallar; cualquier error podía costarle la vida en ese mismo instante. Román, con una mirada que examinaba cada detalle, avanzaba con pasos lentos y calculados, su mente trabajando a toda velocidad para detectar cualquier señal de peligro.Desde su escondite elevado, Heinst observaba cada movimiento con la precisión de un cazador acechando a su presa. Sus ojos no perdían detalle la forma en que Román interactuaba con sus hombres, los gestos que intercambiaban, e incluso la forma en que el líder criminal movía la cabeza ligeramente, como si intentara captar cualquier ruido fuera de lo normal. La tensión en el puerto era palpable, una especie de calma tensa antes de la tormenta. Heinst sabía que la menor provoc
La pelea comenzó con una violencia desatada sobre la cubierta del barco, ambos hombres intercambiando golpes con una ferocidad implacable. Los puños de Román se estrellaban contra el cuerpo de Heinst, que respondía con una técnica precisa y letal. Los golpes resonaban en el aire y el sonido de sus cuerpos chocando se mezclaba con el ruido de las olas. Cada movimiento estaba cargado de una tensión palpable, una lucha entre la justicia y el crimen, entre el deber y el deseo de sobrevivir.Román, a pesar de su aparente calma, luchaba con una fuerza salvaje, intentando dominar a Heinst con cada golpe. Sin embargo, Heinst se mantenía firme, utilizando su experiencia y habilidades en combate para bloquear y contraatacar. La lucha se movía por toda la cubierta, a veces acercándose al borde del barco, y otras veces desplazándose por los pasillos oscuros y resbaladizos.A medida que la pelea avanzaba, Heinst sintió el cansancio acumulándose, pero su determinación no flaqueó. Sabía que debía de
—Pasarás el resto de tu vida tras las rejas —dijo Erick, su voz cargada de una mezcla de determinación y emociones contenidas. Sus ojos estaban cristalizados, reflejando la resolución y el dolor de años de sufrimiento. Finalmente, había logrado poner tras las rejas al responsable de la muerte de su madre. El recuerdo de aquel momento desgarrador en la morgue, cuando tuvo que reconocer el cuerpo de su madre, se transformaba en un propósito cumplido. La justicia, aunque tardía, finalmente había llegado para Román.Román, con la furia y la rabia que le quedaban, no podía soportar el hecho de ser derrotado. Su rostro se torció en una mueca de desprecio y odio mientras miraba a Erick, el hombre que había creído como un hijo. A pesar de estar herido y siendo sostenido por dos agentes que se aseguraban de llevarlo tras las rejas, su amenaza no dejó de resonar en el aire.—Chico, muy pronto saldré de la cárcel... y me vengaré de ti —amenazó Román con una voz llena de veneno. Sus palabras eran
—¿Qué haces? ¿Quién te dio el derecho de husmear entre mis pertenencias? —preguntó Clara con autoridad, su enojo evidente en su tono.—Tienes que venir con nosotros. Debemos ir al hospital. Heinst fue disparado de gravedad —dijo Elisa, observando cómo la sorpresa y el miedo comenzaban a reflejarse en el rostro de Clara.—¿Qué?... ¿Heinst está herido, cómo? —preguntó Clara, el shock y la preocupación claramente marcados en su voz mientras intentaba procesar la gravedad de la situación.Clara llegó al hospital junto al padre de Heinst y a Elisa, un silencio tenso rodeando a los tres mientras se dirigían al área de emergencias. La escena era una mezcla de ansiedad y desesperación, con luces de neón brillando a través de las ventanas y el sonido constante del ajetreo hospitalario. Una vez en el hospital, se encontraron con un lugar abarrotado de actividad, y el grupo se dirigió hacia la sala de espera.Clara se sentó frente al padre de Heinst, Darién, con una expresión dura y fija en su r
El contacto era suave pero lleno de significado. La mano de Heinst, aún tibia pero sin respuesta consciente, fue envuelta por la de Darién, quien sostuvo su mano con una fuerza tranquila. Era un gesto cargado de amor y esperanza, un símbolo de apoyo incondicional y el deseo de que su hijo se recuperara por completo. Darién sintió un nudo en la garganta mientras miraba a Heinst, su corazón lleno de un cariño que no necesitaba ser expresado en palabras. Sabía que su afecto y devoción eran evidentes en cada movimiento, en cada gesto silencioso.El silencio en la sala estaba interrumpido solo por el suave zumbido de los monitores y el ocasional clic de los equipos médicos que verificaban los parámetros de Heinst. Elisa, observando desde un rincón de la habitación, compartía la emoción de Darién, aunque sus sentimientos eran mixtos. Mientras se acercaba a la cama, sus ojos estaban llenos de lágrimas de alivio y gratitud, sabiendo que el estado de aquel hombre que amaba en silencio había me
—Tú... eres un agente —susurró Clara, dirigiéndose a Erick con una voz que temblaba entre la incredulidad y el desconcierto. Era como si las piezas del rompecabezas empezaran a encajar, revelando una verdad incómoda. Sabía que algo no cuadraba con Erick desde hacía tiempo, pero ahora, frente a ella, tenía una revelación que no podía ignorar.El silencio que siguió a su declaración se extendió por la sala de espera como una sombra pesada. Cada uno de los presentes sintió cómo el aire se volvía denso, cargado de tensión y preguntas sin respuestas. Erick evitó el contacto visual con Clara, sintiendo el peso de la verdad que aún no podía admitir abiertamente. Analia, por su parte, observaba la situación con una expresión neutral, pero sus ojos brillaban con una chispa de advertencia. Sabía que cualquier palabra mal medida podría desatar un conflicto mayor.Darién, notando la creciente tensión, cambió ligeramente su postura. Aunque intentaba mantener su fachada de autoridad y control, no p
Elisa, por su parte, observó en silencio, dejando que la escena se desarrollara sin intervenir más. Su mente trabajaba en posibles movimientos futuros, considerando las opciones que tenía para seguir manteniendo su influencia. Pero una cosa era despejada Heinst seguía siendo el punto de convergencia en este juego peligroso, y ninguna de las dos estaba dispuesta a ceder.Las horas pasaban lentamente en la habitación del hospital. La tensión se sentía en el aire mientras Clara y Elisa permanecían en la estancia, cada una inmersa en sus propios pensamientos. Heinst, aunque aún bajo el efecto de los sedantes, comenzó a mostrar señales de que estaba a punto de despertar. Sus cejas se fruncieron ligeramente, sus labios agrietados dejaron escapar un leve suspiro, y su cuerpo empezó a dar muestras del dolor que ahora se hacía más palpable.Finalmente, Heinst abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras su visión se ajustaba a la luz de la habitación. Su mirada, algo desenfocada al principi
Heinst sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era una mezcla de cansancio y desafío, como si disfrutara viendo esa reacción en ella.—No me respondas con evasivas, Clara. Sé que algo te molesta, y no es solo mi estado —replicó él, acercando aún más su rostro al de ella, hasta el punto en que podía sentir el calor de sus labios a escasos centímetros de los suyos.Clara se quedó en silencio, sus emociones batiendo dentro de ella como una tormenta. Parte de ella quería alejarse, gritarle, reprocharle todo lo que sentía. Pero otra parte se negaba a moverse, atrapada en ese momento cargado de algo que no lograba definir del todo.Finalmente, con un movimiento brusco, Clara se soltó del agarre de Heinst, retrocediendo unos pasos. Sus ojos, aún llenos de furia, no se apartaron de los de él.—No te hagas el ingenuo, Heinst. Sabes perfectamente qué me molesta —dijo antes de darse la vuelta y dirigirse hacia la puerta, sin darle tiempo a replicar.Heinst la observó mientras se alejaba, con una