Clara, sin embargo, seguía sin tener idea de la magnitud de la tormenta que se aproximaba.Cada día que pasaba, Clara se acercaba más al centro de un huracán de intrigas y peligros que amenazaba con desmantelar su vida. Y mientras Noah se preparaba para ejecutar su plan, la calma antes de la tormenta era lo único que separaba a Clara de la verdad devastadora que pronto saldría a la luz.Román Reagan, sentado en su imperio, estaba evaluando las ventajas y desventajas. Saber que muy pronto podría tener la posibilidad de tener a su hija en frente suyo lo ponía en cuna cuerda floja. No obstante, recordar que su esposa había entregado a sus dos hijas a los padres de Clara, despertaba en él una molestia que crecía en su interior.—Señor ¿quiere que lo siga? —preguntó el joven que estaba parado a su costado. Erick Dovanox estaba dispuesto cumplir los deseos de aquel hombre que lo cuidó y crió como su verdadero hijo.—No es necesario... No es un peligro este sujeto. Pero sabes quiero que aver
Los eventos cotidianos empezaron a desmoronarse. Conversaciones que antes eran banales adquirían un tono de urgencia, y personas que habían sido confiables empezaban a comportarse de manera sospechosa. Incluso su hogar, que siempre había sido un refugio seguro, comenzó a parecerle un lugar lleno de secretos ocultos entre las paredes. Era como si estuviera viviendo en una fábula oscura, donde cada rincón de su vida albergaba un enigma esperando a ser descubierto, un secreto que amenazaba con desmoronar la realidad que siempre había conocido.Sin saberlo, Clara estaba siendo empujada hacia el centro de una tormenta que había comenzado mucho antes de su nacimiento, una tormenta que la arrastraría inevitablemente hacia un pasado desconocido, donde descubriría que su vida no era lo que parecía, y que las sombras que la rodeaban tenían rostros y nombres que cambiarían su mundo para siempre.Clara se encontraba en la biblioteca de la residencia de los Conrab, un refugio que había descubierto
Noah conducía con precisión, sus manos firmemente sujetas al volante mientras el vehículo avanzaba a través del día y mucho tráfico. Clara, inconsciente en el asiento trasero, era completamente ajena al destino que la aguardaba. La luz de día iluminaban brevemente la carretera con los autos pasando al costado el auto de Noah, antes de que la oscuridad volviera a engullir todo a su alrededor. El viaje se prolongó en silencio, solo roto por el suave zumbido del motor y el sonido de la respiración constante de Clara. Noah no desvió la mirada del camino, consciente de que cualquier error podría poner en peligro su misión. El lugar al que se dirigía no debía ser descubierto por nadie. En especial por Clara.Finalmente, después de lo que parecieron horas, Noah llegó a su destino, una mansión antigua y majestuosa, oculta en lo más profundo de un bosque denso y sombrío en las afueras de la ciudad. La estructura, con sus paredes cubiertas de enredaderas y su fachada desgastada por el tiempo, i
—¿A qué verdad se refiere? —se animó a preguntar, su voz apenas un susurro, cargado de incredulidad y ansiedad.El hombre la observó con una calma perturbadora, como si estuviera a punto de compartir un secreto que había guardado celosamente durante años. Sus ojos, fríos y calculadores, se clavaron en los de Clara mientras se acercaba un paso más, invadiendo su espacio personal con una intensidad que le erizó la piel. Cada segundo que pasaba sentía que el aire a su alrededor se volvía más denso, más pesado, como si la verdad que estaba a punto de escuchar fuera a cambiar su vida para siempre.—No eres hija de Hall Miller... —dijo el hombre, su voz firme, como si estuviera dictando una sentencia inapelable—. Mejor dicho, tú y tu hermana Cara son mis hijas.Clara sentía que su mente estaba a punto de colapsar bajo el peso de la revelación que acababa de escuchar. Las palabras del hombre resonaban en su cabeza como un eco distante, pero cada vez más persistente.Las palabras cayeron como
Su expresión, que había sido impasible hasta ese momento, se endureció con una mezcla de dolor y resentimiento.Se giró lentamente hacia ella, y con pasos medidos, se acercó hasta donde estaba sentada, su mirada fija en los ojos de Clara. Sin apartar la vista, tomó la silla que su nuevo socio había estado usando momentos antes y se sentó frente a ella, como si quisiera acortar la distancia entre ellos para que sus palabras llegaran directamente a su alma.—¿Un criminal? ¿Un matón? —Repitió Noah, su voz impregnada de una frialdad que Clara nunca había escuchado en él —¿Eso es lo que piensas de mí realmente?Cada palabra estaba cargada de reproche, como si la acusación de Clara hubiera atravesado las capas de indiferencia que él había intentado construir alrededor de sí mismo. El hombre que había conocido durante tanto tiempo ahora parecía ser alguien completamente distinto, una figura oscura y amenazante que había emergido de las sombras de su pasado.Clara sintió un escalofrío recorre
Noah sabía que no podía permitir que Clara volviera con su primo, no después de todo lo que había pasado, no después de todo lo que había descubierto. Sus razones eran muchas, pero la principal era una mezcla de posesión y rencor que lo había consumido desde que supo la verdad. No podía perderla, no podía dejar que regresara a una vida de mentiras, aunque eso significara que él debía convertirse en algo que había jurado nunca ser.—No voy a dejarte ir, Clara —dijo finalmente, con una voz firme que no admitía réplica —No volverás con él, ni con nadie más.Sus palabras eran una sentencia, una declaración que dejaba claro que Noah había tomado una decisión definitiva. Mientras Clara lo miraba, buscando una chispa de compasión en sus ojos, Noah sabía que había cruzado una línea. Lo que vendría después, lo que él haría a continuación, sería irreversible, pero estaba dispuesto a cargar con las consecuencias. Su mundo, el mundo en el que Clara había sido su amiga, su confidente, y quizá alg
Clara cerró los ojos, sintiendo cómo su resistencia se desvanecía. La mano de Noah se deslizó por su cuello, dejando un rastro de fuego a su paso. Podía sentir su aliento en su piel, su aroma envolviéndola, y cada caricia que él realizaba por ella era una promesa de placer y pasión.—Noah... —murmuró Clara, su voz apenas un susurro —No puedo... no debería... Amo a Heinst.Las palabras de Clara resonaron en la habitación como un eco distante, pero fueron lo suficientemente fuertes como para detener a Noah, al menos por un breve instante. Sus ojos, oscuros y llenos de furia, se encontraron con los de ella. Por un segundo, un destello de vulnerabilidad pareció atravesar su mirada, pero fue rápidamente consumido por la tormenta de ira que bullía en su interior. Sin embargo, aquel fugaz momento fue suficiente para que Clara comprendiera que el hombre que alguna vez había amado todavía estaba allí, enterrado bajo capas de resentimiento y dolor.Noah retrocedió un paso, como si las palabras
Los últimos vestigios de luz en su mundo se desvanecían, reemplazados por la sombra de Noah y el infierno que había prometido crear para ella.En ese momento, Clara se dio cuenta de que estaba verdaderamente sola. No había nadie que pudiera salvarla de la oscuridad que Noah había desatado, y su corazón, roto y herido, solo podía prepararse para soportar el tormento que estaba por venir.Heinst se encontraba en una situación desesperante, atado a una silla en una celda oscura y opresiva. La cinta adhesiva cubría su boca, impidiéndole emitir cualquier sonido que pudiera alertar a alguien de su paradero. Cada vez que intentaba moverse, las cuerdas que lo sujetaban se clavaban más en su piel, haciéndole sentir el frío metal de las esposas en sus muñecas. Sus ojos recorrían el lugar en busca de alguna posibilidad de escape, pero todo parecía en vano. La desesperación comenzaba a asentarse en su pecho, mezclada con una creciente rabia.Román Russo, un antiguo enemigo de Heinst, había orques