25. Duelos Silenciosos.

La noche llegó y Clara se quedó en su oficina hasta tarde, revisando y revisando los documentos una y otra vez. Sabía que no podía dejar ningún cabo suelto. Finalmente, cuando ya no podía mantener los ojos abiertos, decidió que era hora de irse a casa.

Al llegar a la residencia de los Conrad, Clara se encontró con Heinst en la sala de estar. Él la miró con preocupación, notando las ojeras bajo sus ojos y la tensión en su rostro.

—¿Estás bien, Clara? —preguntó Heinst, acercándose a ella.

—Sí, solo estoy un poco cansada —respondió Clara, tratando de sonar lo más normal posible.

—¿Segura? Pareces preocupada —insistió Heinst.

Clara dudó por un momento, pero decidió que no era el momento adecuado para compartir sus descubrimientos. Necesitaba más tiempo y más pruebas antes de involucrar a Heinst en todo esto.

—Solo estoy tratando de ponerme al día con todo el trabajo en la empresa —dijo Clara, forzando una sonrisa.

Heinst asintió, aunque no parecía completamente convencido. Clara se dirigi
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