La noche llegó y Clara se quedó en su oficina hasta tarde, revisando y revisando los documentos una y otra vez. Sabía que no podía dejar ningún cabo suelto. Finalmente, cuando ya no podía mantener los ojos abiertos, decidió que era hora de irse a casa.Al llegar a la residencia de los Conrad, Clara se encontró con Heinst en la sala de estar. Él la miró con preocupación, notando las ojeras bajo sus ojos y la tensión en su rostro.—¿Estás bien, Clara? —preguntó Heinst, acercándose a ella.—Sí, solo estoy un poco cansada —respondió Clara, tratando de sonar lo más normal posible.—¿Segura? Pareces preocupada —insistió Heinst.Clara dudó por un momento, pero decidió que no era el momento adecuado para compartir sus descubrimientos. Necesitaba más tiempo y más pruebas antes de involucrar a Heinst en todo esto.—Solo estoy tratando de ponerme al día con todo el trabajo en la empresa —dijo Clara, forzando una sonrisa.Heinst asintió, aunque no parecía completamente convencido. Clara se dirigi
Al cruzar la calle, Heinst miró disimuladamente hacia atrás y vio al hombre con gafas oscuras y gorra que lo seguía a una distancia prudente. La tensión en el aire era palpable. Heinst aceleró el paso, intentando perder a su perseguidor entre la multitud de la ciudad. Sin embargo, el hombre mantenía la distancia, siempre a unos metros detrás de él.Heinst decidió cambiar de ruta varias veces, girando en esquinas y entrando en callejones, pero el hombre seguía detrás de él. La persecución se volvió más intensa cuando Heinst se adentró en un callejón oscuro. De repente, el hombre se acercó y lo empujó contra la pared. Heinst se defendió, pero el hombre era fuerte. En medio de la lucha, Heinst logró ver el rostro del hombre y se dio cuenta de que era Tristen, el mercenario amigo de Noah.—¿Qué quieres de mí? —preguntó Heinst, jadeando y tratando de liberarse del agarre de Tristen.—Solo un mensaje de un viejo amigo —respondió Tristen disfrazado con una sonrisa siniestra—. Quiere que sepa
Nada de lo que Heinst hiciera o tratara de hacer haría que él disminuyera en sus ideas de recuperarla.La oficina de Clara estaba en silencio, clara vio entrar a Noah en su oficina, estaba invadiendo su privacidad tal como ella lo había hecho segundo atrás.—Noah ¿qué haces aquí? —pregunto ella tratando de conservar la calma, y ocultando la impotencia que aun sentía.—Clara, sabes que no puedes escapar de mí —dijo Noah, su voz baja y amenazante —No importa lo que hagas, siempre estaré aquí, esperando.Clara lo miró con desprecio, pero Noah pudo ver el miedo en sus ojos. Sabía que tenía el control, y eso lo excitaba aún más. Se acercó a ella, invadiendo su espacio personal, y pudo sentir su respiración acelerada.—Noah, aléjate de mí —dijo Clara, su voz temblando ligeramente.—¿Por qué? ¿Tienes miedo de lo que pueda hacerte? —Preguntó Noah, su voz llena de deseo y amenaza —Sabes que me perteneces, Clara. Siempre has sido mía.Clara intentó alejarse, pero Noah la sujetó por la muñeca, a
Hablaré con cada uno por separado para entender qué está pasando realmente.Heinst y Noah intercambiaron miradas, pero no se movieron.—Clara, no puedes estar sola con él. No es seguro —insistió Heinst.—Y tú no eres quien para decirle qué hacer —replicó Noah, dando un paso adelante.Clara alzó la voz, cortando la discusión.—¡Basta! Ambos salgan ahora. Esta es mi oficina, y yo tomaré las decisiones aquí —ordenó.Finalmente, después de un momento de duda, ambos hombres asintieron y salieron de la oficina, aunque no sin antes lanzarse miradas desafiantes. Clara cerró la puerta tras ellos, sintiendo un leve alivio al quedarse sola, pero sabiendo que las respuestas aún estaban por descubrirse.Heinst se encontraba en una sala oscura, iluminada solo por la luz tenue de una lámpara de escritorio. Estaba rodeado de papeles, diagramas y notas escritas a mano que cubrían casi cada centímetro de la mesa y las paredes. La habitación estaba cargada con el aire de una intensa concentración y dete
El ambiente era tranquilo, solo perturbado por el suave crujido de los papeles y el sonido rítmico del tamborileo de los dedos de Noah en el escritorio.Mientras escaneaba uno de los documentos, una carta antigua, escrita a mano, cayó al suelo. Intrigado, Noah la recogió y comenzó a leerla con detenimiento. Las palabras, desvaídas por el tiempo, revelaban un secreto impactante: Clara no era la hija biológica de sus padres, sino que había sido adoptada. Pero eso no era todo; la carta también mencionaba que la verdadera familia de Clara pertenecía a una poderosa y peligrosa organización que había estado buscando a su hija perdida durante años.La sorpresa inicial de Noah se transformó rápidamente en una sonrisa maliciosa. Se recostó en su silla, sosteniendo la carta con una mano mientras su mente comenzaba a trazar un nuevo plan.—Esto es perfecto —murmuró para sí mismo, con una satisfacción evidente en su voz—. Clara no tiene idea de quién es realmente, y este secreto puede ser mi cart
Clara, sin embargo, seguía sin tener idea de la magnitud de la tormenta que se aproximaba.Cada día que pasaba, Clara se acercaba más al centro de un huracán de intrigas y peligros que amenazaba con desmantelar su vida. Y mientras Noah se preparaba para ejecutar su plan, la calma antes de la tormenta era lo único que separaba a Clara de la verdad devastadora que pronto saldría a la luz.Román Reagan, sentado en su imperio, estaba evaluando las ventajas y desventajas. Saber que muy pronto podría tener la posibilidad de tener a su hija en frente suyo lo ponía en cuna cuerda floja. No obstante, recordar que su esposa había entregado a sus dos hijas a los padres de Clara, despertaba en él una molestia que crecía en su interior.—Señor ¿quiere que lo siga? —preguntó el joven que estaba parado a su costado. Erick Dovanox estaba dispuesto cumplir los deseos de aquel hombre que lo cuidó y crió como su verdadero hijo.—No es necesario... No es un peligro este sujeto. Pero sabes quiero que aver
Los eventos cotidianos empezaron a desmoronarse. Conversaciones que antes eran banales adquirían un tono de urgencia, y personas que habían sido confiables empezaban a comportarse de manera sospechosa. Incluso su hogar, que siempre había sido un refugio seguro, comenzó a parecerle un lugar lleno de secretos ocultos entre las paredes. Era como si estuviera viviendo en una fábula oscura, donde cada rincón de su vida albergaba un enigma esperando a ser descubierto, un secreto que amenazaba con desmoronar la realidad que siempre había conocido.Sin saberlo, Clara estaba siendo empujada hacia el centro de una tormenta que había comenzado mucho antes de su nacimiento, una tormenta que la arrastraría inevitablemente hacia un pasado desconocido, donde descubriría que su vida no era lo que parecía, y que las sombras que la rodeaban tenían rostros y nombres que cambiarían su mundo para siempre.Clara se encontraba en la biblioteca de la residencia de los Conrab, un refugio que había descubierto
Noah conducía con precisión, sus manos firmemente sujetas al volante mientras el vehículo avanzaba a través del día y mucho tráfico. Clara, inconsciente en el asiento trasero, era completamente ajena al destino que la aguardaba. La luz de día iluminaban brevemente la carretera con los autos pasando al costado el auto de Noah, antes de que la oscuridad volviera a engullir todo a su alrededor. El viaje se prolongó en silencio, solo roto por el suave zumbido del motor y el sonido de la respiración constante de Clara. Noah no desvió la mirada del camino, consciente de que cualquier error podría poner en peligro su misión. El lugar al que se dirigía no debía ser descubierto por nadie. En especial por Clara.Finalmente, después de lo que parecieron horas, Noah llegó a su destino, una mansión antigua y majestuosa, oculta en lo más profundo de un bosque denso y sombrío en las afueras de la ciudad. La estructura, con sus paredes cubiertas de enredaderas y su fachada desgastada por el tiempo, i