—Siempre has sido mi guía, Virgen María — murmuró Thomas, con la voz quebrada, mientras se arrodillaba frente al altar en la iglesia de Underground, sus ojos fijos en la imagen de la Virgen. La soledad del lugar amplificaba su súplica. —Te ruego… ¿Por qué permitiste que Dalia presenciara ese maldito enfrentamiento con su chofer? — Su mandíbula se tensó. El miedo a que Dalia malinterpretara la situación lo consumía. No podía permitirse que pensara lo peor de él —Y lo que más necesito es que me liberes de Alexandra. No entiendo qué hace esa mujer en mi mente… pero no puedo dejar que siga invadiéndome. Y mucho menos quiero que Dalia crea que estoy envuelto en algo con su chofer.Una voz familiar rompió el silencio, tan inesperada como la presencia que la acompañaba.— ¿Ya llevas tan poco tiempo en esa empresa y te enredas con el chofer de la jefa? — Timothe, que a veces es impredecible, se arrodilló a su lado, sus ojos grises brillando con una mezcla de curiosidad y cierto toque de fasti
—Mamá, ¿podemos hablar un momento, por favor? — Nina preguntó con una voz suave, pero cargada de preocupación, mientras se sentaba en el sillón frente a su madre en la sala de estar. La noche ya había caído, y la atmósfera tranquila no hacía más que intensificar la incomodidad que sentía.Dalia levantó la vista de los papeles que estaba revisando, arqueando una ceja al escuchar el tono de su hija.— Claro, podemos hablar. — Dejó los documentos a un lado, enfocando su atención completamente en su hija. — ¿De qué se trata?Nina se removió en su asiento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.— Es... sobre algo más personal, mamá.Dalia suspiró, asumiendo que la conversación giraría en torno a asuntos laborales.— Si es sobre Tejares Del Lago, mejor lo discutimos mañana en la oficina.— No, no se trata de la empresa.Dalia se quedó en silencio, observando a su hija con una mezcla de curiosidad y paciencia.— Entonces, ¿qué es?Nina tomó aire, mirando a su madre con cautela.—
— Como la primera vez, señorita Dalia… — La voz de Thomas rompió la atmósfera tranquila de la pequeña fiesta de la empresa. Se acercó lentamente, interrumpiendo la conversación de Dalia con un empresario. Dalia volteó, y en cuanto sus ojos se cruzaron con los de Thomas, el tiempo pareció retroceder. Él sostenía una copa de champaña, tan similar a la primera vez que se vieron, que la imagen trajo de vuelta un torbellino de recuerdos. Por un instante, Dalia se perdió en los ojos esmeralda de Thomas, tan oscuros y cautivadores, y en cómo la luz suave de la fiesta destacaba su silueta. Él era como una figura sacada de un cuadro renacentista, una obra de arte que la cautivaba. Su porte elegante, sus gestos contenidos… todo en él la envolvía en un inexplicable deseo de nostalgia y atracción. Al final, acercándose un poco, Dalia reaccionó. — ¿Perdón? — Su voz salió apenas como un susurro. — Que es como la primera vez… — repitió Thomas, esta vez con una sonrisa que Dalia percibió, pero que
— Ella no tiene ni la menor idea… — Su mirada se posaba en lo que estaba a punto de hacer sin pensarlo dos veces. —Ella no tiene idea de todo lo que he sufrido desde que, por su maldita culpa, mi padre se quitó la vida. En cómo destruyó a toda mi familia, esa infeliz —continuaba hablando sin dejar de ver su objetivo. —. Y cuando finalmente se dé cuenta, será demasiado tarde.Sin más, en ese preciso momento, varios Cadillac rojos y negros se encontraban ocultos, discretos, testigos de lo que estaba por ocurrir. Al otro lado de la amplia área de campamento, la mujer dio la vuelta al auto, lo puso en marcha y, en ese preciso instante, algo inesperado sucedió. El hombre de mirada penetrante que se escondía salió corriendo hacia el auto en movimiento, chocando contra él y cayendo al pavimento de bruces. El vehículo se detuvo abruptamente, y la mujer salió del mismo con una expresión de profunda preocupación, acercándose al joven en el suelo.— ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —le preguntó co
—Mañana tengo una entrevista en una constructora —le comentaba mientras dispuso meticulosamente los cubiertos en una pequeña mesa de madera que exhibía los signos del tiempo cerca de la cocina.— ¿Y cuál será tu función allí? — inquirió él con una leve sonrisa de perplejidad, retornando a la cocina para recuperar el último plato de comida.—Inicialmente, es probable que no me asignen tareas de gran relevancia. Pero tengo mis formas de ascender —añadió, colocando el último cubierto en el plato restante.—Parece que ya estás hablando como si el trabajo ya fuera tuyo, ¿no es así?—Es que conocí a una persona influyente. Estoy segura de que me contratará.—Bueno… —Le sonrió, sin profundizar en el tema, hasta que lo hizo, pero esta vez para llamar a la mujer. —Pepper, la comida ya está servida —anunció, regresando a la cocina en busca de un vaso que faltaba.En ese momento, salió del patio la mencionada Pepper, avanzando con precaución debido a su falta de visión, dirigiéndose directamente
— Mira, mamá, ahora no estoy de humor para uno de tus sermones, así que ahórratelos, por favor. — Entrando al despacho de su madre en el tercer piso, la morena declaró mientras se acercaba a ella. Su madre estaba sentada en una silla giratoria de color negro, detrás de un escritorio de madera de cedro. Estaba tomando un café y habló.— Bueno, pero ¿qué te pasa? Yo solo…— No, mamá, Jess y yo estamos buscando un nuevo patrocinio.— ¿Me estás escuchando? —le preguntó su madre. — Cálmate, no te voy a dar ningún sermón. Por otro lado, ya sabía lo del patrocinio.—¿Ah, sí?—preguntó, apoyando sus manos en el escritorio.— Sí.— Qué cosas… ¿Y tú, desde cuándo sabes cosas de mi vida o qué?— Siempre me ha interesado tu vida, aunque no lo creas o te parezca gracioso.— No, no es gracioso, es… sorprendente, más que todo. — Corrigió y se hizo un silencio entre ambas mientras su madre la miraba entreceñida.Un silencio que quedó atrás cuando la mujer, de mirada lapislázuli y apariencia muy simila
Salió de su casa, ataviado con una elegancia que desprendía sofisticación. Su look, que había conseguido con los magros ahorros que tenía a su disposición, lo convertía, sobre todo, en un auténtico londinense. En ese momento, se sentía como un modelo a seguir, al menos en lo que respectaba a su estilo al dirigirse a la empresa. Llevaba un abrigo de lana o tweed, liso y de un profundo color café oscuro, hecho de cashmere de alta calidad. Por lo general, una vestimenta de este tipo se componía de tres piezas, destacando un chaleco del mismo tejido, que también lucía en ese instante. Este chaleco se ajustaba perfectamente a su torso, revelando su esbelta y tonificada figura.Bajo el chaleco, vestía una camisa de cuello corto de color blanco, ligeramente más redondeado, un estilo conocido como "club collar". Esta camisa combinaba a la perfección con los pantalones de la misma tela, un tanto holgados. Completando su atuendo, llevaba unos zapatos negros estilo bota, que realzaban su eleganc
En la colina del barrio The Underground, se erigía una pequeña casa algo dejada, cuyo interior parecía tan olvidado como sus habitantes. Timothe, de tez un tanto morena, estaba terminando de arreglarse para su trabajo como enfermero, un empleo que le exigía mucho más de lo que el salario reflejaba. Mientras ajustaba su uniforme, se oyó el familiar crujido de la puerta de entrada: Selena había llegado. Ella, como siempre, se sentó sin pedir permiso en la mesa opaca de madera de la cocina, comiéndose un plátano con la misma confianza de quien está en su propia casa. —Timothe, usted me está mintiendo a mí. Dime la verdad, pues. ¿Él tiene otra o no? —exigió Selena, señalándolo con un dedo acusador. Sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y desesperación, buscando respuestas. Timothe respiró hondo, preparándose para responder, pero la voz firme de Pepper resonó desde el fondo de la casa, cortando el aire como un cuchillo. —¿Quién llegó? Ah… la muerta de hambre de Selena, ¿no? —