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Capítulo 2. Sin remedio

Capítulo 2.

Sin remedio.

Narra Noah Ferguson

Veo a  Nahia salir de la oficina con disimulo, no quiero que ella se de cuenta de cuán afectado estoy por la noticia de que su vida es en tan solo unos días.

Apenas se va, reviso el ridículo sobre que está sobre mí escritorio. Negro, así puedo definir cómo será ese día para mí.

Desde que la vi en la cena de aniversario de mis padres, supe que ella no era como ninguna otra, que entre nosotros había existido una conexión como ninguna otra. Pero la decepción que me llevé después del juicio de aquel día, cuando la conocí como la nueva becaria, durante el juicio me enloqueció, planeaba invitarla a salir cuando de pronto me entero que está comprometida, noticia que me cayó como

Balde de agua fría.

Ahora tengo este estúpido sobre entre mis manos que me confirma que será más prohibida de lo que ya lo era para mí.

Desde ese día la asigné a otra área del bufete, una dónde no tuviese que verla a diario, hablé con mi hermana y le pregunté un poco acerca de ella, pero no demasiado para no levantar sospechas.

Pero Marie no es idiota, ella se dió cuenta a los días, cuando me preguntó porque removí a su amiga de puesto así como así, las excusas no sirvieron para ella.

Aún recuerdo esa tarde en la que me enfrentó.

*FLASHBACK*

—Dime la verdad Noah —entra molesta la pitufina, y por lo que veo es algo serio porque me llamó por mi hombre— ¿Que carajos te pasa con Nahia?

La miro confundido, porque la verdad creí que no era evidente.

—¿Te volviste loca o que? —me siento en el sofá de mi oficina—, No sé de qué hablas.

Ella suelta una risotada.

—Podras engañar a medio mundo si deseas Noah Ferguson, pero a mí no —camina hacia donde estoy y se sienta a mi lado, toma mi mano y me mira a los ojos—, Nunca te había visto así de inquieto con una mujer.

«¡Mierda! Soy más evidente de lo que imaginé».

Está bien, lo admito —confieso—, esa mujer tiene un yo no sé qué, que me vuelve loco, desde el primer momento que la vi.

—¡Lo sabía! —exclama contenta mientras sonríe.

—¿Y eso en que te alegra? Te estoy diciendo que me gusta tu mejor amiga, mejor amiga que está comprometida y quién sabe cuándo se casará —digo molesto y me pongo de pie.

—Pues si eso es lo triste, el idiota de Ryan no me cae muy bien —se queja y luego camina hasta mi y me da un golpe de lleno en el pecho.

—¿Que te pasa? ¿Estás loca? —digo molesto.

—Si, idiota. ¿Por qué no llegaste antes a su vida? Ella hubiese sido la cuñada perfecta y ahora está a pocas semanas de…

—No lo digas… —la interrumpo—, no quiero saber el día que se casará por favor, para mí seguirá siendo igual de prohibida que el día que me enteré que estaba comprometida.

Ella asiente y promete no decirme nada y me abraza.

—Te adoro pandita.

—Y yo a ti pitufina.

*Fin del Flashback*

Escucho que tocan la puerta de la oficina y levanto la mirada y allí está ella, mi hermanita.

—Hola —menciona siendo cuidadosa—, me encontré a Nahia y me dijo que te había hecho llegar… —ve el sobre entre mis manos—, eso —lo señala.

Yo no sé ni que decir, solo me quedo callado y una sonrisa algo triste se me escapa.

—La vida es una m****a Pitu —soy sincero.

Ella camina hasta mi, se para a mi espalda y me da un abrazo, recostando su quijada en mi cabeza.

—Lo es mi panda, lo es —suspira—, pero sabes que no estás obligado a ir ¿Verdad?

—Lo sé pero debo hacerlo —digo con firmeza y me enderezo. Ella me suelta.

—¿Por qué? —pregunta más confundida de lo que ya estaba.

—Porque solo así, a mi estúpido cerebro se le quitará la idea de una posibilidad de estar con ella —digo cansado—, solo viendola vestida de blanco, caminando hacia el altar, yendo hacia los brazos de otro hombre que no soy yo, mientras está del brazo de su padre, solo eso, me convencerá de que realmente la he perdido.

Es lo único que me queda, es la única forma algo drástica. No puedo decir que estoy enamorado ni mucho menos, porque no he tenido la oportunidad de hacerlo.

Pero la mente y el corazón son caprichosos y en ocasiones, se empeñan en querer lo que no es libre, lo ajeno, lo que no es propio.

—De verdad Noah, no es necesario que vayas —ella me mira con dulzura—, habíamos acordado en qué ni siquiera querías saber la fecha y ¿ahora estás de terco diciendo que quieres ir a la boda? La verdad no te entiendo.

—Ya te dije mis razones Marie y no pienso cambiar de opinión —ella asiente y me da un abrazo de despedida.

Voy de nuevo hacia mí escritorio y abro la invitación, viendo la elegante caligrafía que envuelve el nombre de ambos. Recuerdo la corrección nada agradable que el idiota le hizo ese día.

"Doctor"

Para mí es solo un ególatra de m****a, una persona que no conoce lo que es la humildad. En cambio ella…

Tan solo verla hoy en la reunión calmó un poco mi ansiedad, pude darme cuenta que se avergonzó un poco por lo que dije, ya que no me miró en ningún momento y fue lo que más me jodió la tarde. Porque indudablemente ver ese azul incomparable le transmite calma a cualquiera.

Me río porque solo ella cree que me voy a comer el cuento de que se le olvidó entregarme la invitación, sé perfectamente que no quería hacerlo. Ahora, la cuestión es el ¿Por qué?

¿Por qué no simplemente entregar la invitación y ya si se supone que le soy indiferente?

¿Por qué tener que inventarse una excusa?

¿Por qué no tener el valor de mirarme a los ojos?

Con Nahia tengo muchas preguntas sin respuestas y esas respuestas son las que quiero. Sé que ella será una mujer casa en pocos días, pero yo no puedo vivir con la inquietud de no tener la respuesta a todas mis dudas.

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