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Capítulo 1. Mi vida casi perfecta

Capítulo 1.

Mi vida casi perfecta.

Narra Nahia Anderson.

Dos meses después…

—¿Estás lista? —me pregunta la diseñadora de mi vestido de novia, tengo los ojos cerrados y no puedo creer que me esté haciendo la prueba del vestido más importante de mi vida, justo unos días antes de la boda.

Asiento y ella se aparta de mí, dejándome seguramente frente al espejo.

«Llegó la hora de la verdad Nahia» me digo a mí misma mientras tomo una bocanada de aire para infundirme valor y abrir los ojos.

«Si no me gusta, lloraré»

Abro los ojos y me quedo mirando mi figura en el espejo fijamente.

No puede ser, no puedo creerlo.

Un nudo se forma en mi garganta y los ojos se me empañan de lágrimas. Volteo y veo a mi madre, a mi mejor amiga y se supone que mis hermanas estarían aquí, pero ninguna ha llegado.

—Me encanta —menciono mientras lágrimas de felicidad se deslizan por mi rostro.

—Te ves hermosa —se acerca mi madre y me toma de la mano y es que tiene razón, este vestido corte princesa con un velo catedral, lleno de encaje delicado, es todo lo que siempre soñé, me siento una princesa de cuento.

—¡AAAHHH! —escucho unos gritos al otro lado del salón y volteo para ver a mis locas hermanas mellizas. Mis repetidas, como les digo yo.

Vienen corriendo, hacia donde estamos nosotras y Alessia apenas llega me da un abrazo.

—No puedo creer que mi hermanita se vaya a casa —se separa de mi y se limpia las lágrimas y le da espacio a Alexandra para que venga a abrazarme.

Ellas son mis hermanas mayores, mi bendición y mi maldición algunas veces, mi ejemplo a seguir pero las que me torturaban hace muchos años. Mujeres exitosas e independientes que creen que yo estoy completamente loca por enamorarme y casarme, ya que estaré atada a un hombre de por vida.

—Pensé que no llegarían —las regaño porque a pesar de ser las mayores, en ocasiones se pasan de despreocupadas.

—Ya estamos aquí, así que relájate —habla Alexa.

—¿Dónde estaban si se puede saber? —ambas se miran entre sí, con una mirada cómplice y sé que sea lo que sea que estuviesen haciendo, a mamá no va agradarle.

—Bueno, bueno, aprovechemos que se dignaron de hacer Aparición y vamos a probar sus vestidos de damas de honor —las dependientas de la tienda nos traen unas copas de champagne, y hacemos un brindis antes de que ellas vayan a cambiarse.

Marie, mi mejor amiga y hermana menor de mi jefe, es otra de mis damas de honor. Mi madre me ha estado molestando toda la semana, preguntándome si ya le entregué la invitación al Señor Ferguson,

Lo he evitado, a decir verdad, y su hermana, sabe el porqué. A pesar de que él única me ha faltado el respeto en estos dos meses de trabajo, bueno, en realidad lo he visto en pocas ocasiones, ya que solo fui su asistente por un día y me delegaron a otro departamento. Pero cuando aparece, su presencia impone.

Noah Ferguson, es un hombre de trato amable, pero en el ámbito laboral, es un lobo hambriento, pocas veces se ha cruzado en mi camino, pero cuando lo hace, debo admitir que me siento intimidada. Cuando estamos juntos en el mismo lugar, no me quita la mirada de encima, sé que vigila mi trabajo, es el jefe, pero detesto sentirme de esta forma.

Por eso me niego a invitarlo, no quiero sentirme ridículamente apenada o incómoda, el día de mi boda, solo por ese hombre.

Terminamos de arreglarnos, nos tomamos fotos y nos cambiamos, yo debo asistir de nuevo al bufete y tengo  entendido que Marie irá conmigo. Salimos las cinco entre risas y me detengo en seo al ver un gran oso de peluche a las afueras del local.

Detrás de él, aparece el hombre mas maravilloso del mundo, con un ramo de rosas rojas, y una sonrisa que hace que mi corazón lata desenfrenado.

Si hay algo que agradezco al cielo y a la vida, es lo afortunada que soy,  mi familia es la mejor que me ha podido tocar, con sus virtudes y defectos pero hay algo que siempre nos caracteriza, somos muy unidos.

La mejor amiga del mundo, que mas que una amiga, es una hermana del alma, que la vida me regaló.

Ryan camina hacia mí y me abraza, en medio de la acera, sin importar las personas que pasan a nuestro alrededor, me planta un beso que hace que el tiempo se detenga a mí alrededor y más nada me importe.

Es como si solo existiéramos él y yo en este momento.

—¡Puaj! Que asco me dan —se acerca Alexa y ambos nos reimos, porque mis hermanas siempre nos molestan.

—Deja la envidia —la fastidia mi chico y ella gira los ojos.

—Estás loco si crees que envidio la locura que hará mi hermana —suelta una carcajada y se aleja a su auto.

—¿Qué haces aquí? —pregunto confundida.

—¿No te gustó mi sorpresa? —pregunta apenado.

Hace carita de cachorro triste y es inevitable para mí hacer pucheros. «A veces nos pasamos de infantiles, pero me encanta»

—Claro que me encantó mi amor —le doy otro beso—, es que me sorprendiste por completo —sonrío.

—Esa era la idea preciosa —coloca sus manos en mis mejillas—, te extrañaba demasiado Nahia, entre mis guardias en el hospital, tus largas horas de trabajo y los preparativos de la boda, prácticamente no podemos vernos. ¿Te parece si cenamos esta noche? —me fascina cuando es así de espontáneo.

—Por supuesto que sí, pero por ahora, debo estar en una reunión, acerca de un litigio —pone cara de confundido, la misma que pongo yo cuando me habla de su trabajo y yo sonrío una vez más—, cosas de trabajo cariño.

—Vale, pero paso por ti a las siete.

—¡Apúrate Nahia! —escucho la voz de Marie y la ubico frente a mi auto.

«¡Demonios! Había olvidado que hoy soy su chofer»

—Perfecto cariño, nos vemos a las siete —le doy un beso de despedida y tomo al oso, que no sé cómo lo meteré en el auto y las rosas.

—¡Hey! —me llama cuando ya me he alejado un poco —¿Ya te dije que te amo?

Niego, porque no lo ha hecho.

—¡Te Amo Nahia Anderson! —grita y los transeúntes voltean a mirarnos.

Me despido lanzándole un beso y desactivo los seguros del auto para que Marie pueda entrar.

—¿No podías tardarte mas? —comenta sarcásticamente.

—No me voy a disculpar por estar enamorada.

Le pido que me ayude a subir al peluche a la parte trasera, y pongo el coche en marcha, para ir a mi sitio de trabajo. Se podría decir que ser la mejor amiga de la hermana del jefe, me brindaría algún tipo de ventaja. Y estoy segura que la tendría, si tan solo tuviera trato alguno con el señor Ferguson, pero por suerte, para mí, el área donde yo estoy, él nunca la visita.

Llegamos al edificio y Marie se va directamente a buscar a su hermano, ella no necesita hacer pasantías aquí, ya que es obvio que tiene el puesto más que asegurado apenas se gradúe.

Voy hasta mi cubículo y abro la gaveta en busca de mis notas, necesito demostrar que estoy a la altura de los abogados que aquí trabajan,  que me podrá faltar la experiencia, pero no la sabiduría.

Casi todos nos vamos a la sala de reuniones, y antes de comenzar, noto que todos están más tensos de lo normal, pero le resto importancia a que estoy hablando con Layla, una de mis compañeras becarias.

—Falta tan poco para tu boda, estoy tan feliz por ti amiga —dice mas alto de lo que debería y justo cuando todos se quedan callados.

«Que no sea lo que estoy pensando Dios mío, por favor» ruego en vano porque  mi sexto sentido me dice que él está allí.

—¡Enhorabuena señorita Anderson! No sabia que su boda era en una fecha tan cercana, mis mas sinceras felicitaciones —me da una sonrisa un tanto forzada y se dirige a su asiento, en la cabecera, mientras el jefe del área comercial, comienza a hablar de los casos activos y los juicios  que se aproximan esta semana.

En silencio tomo notas, la Nahia que pensaba hablar y brindar su opinión se ha escondido ajo la mirada atenta del jefe de los jefes de este lugar.

«¡Qué vergüenza, seguro piensa que no lo quise invitar! Aunque en realidad no quise hacerlo, ni quiero, pero es mi jefe, hermano de mi amiga y se supone que él no debe afectarme», pienso para mí.

La reunión avanza y yo me mantengo con la mirada hacia abajo, la verdad, siento el peso de su mirada desde que llegó y el alivio que invade mi cuerpo, cuando todo acaba, es indescriptible.

Me quedo sentada mientras todos se van, dando tiempo suficiente para no cruzarme con él, y salgo cuando me siento segura.

Me siento en el escritorio y abro la gaveta una vez mas, tomando su invitación entre mis manos.

«¡Vamos Nahia, él solo es tu jefe, no seas estúpida y descortés» me lo repito varias veces hasta que reúno el valor para ponerme de pie.

Mientras camino hacia el ascensor, me devano los sesos pensando en una excusa creíble, para no haberlo invitado antes, y decido irme por la excusa de confianza, que en cierto modo es verdadera. Mi mala memoria.

Las puertas del ascensor se abren y las mano comienzan a sudarme no había estado tan cerca de ese hombre desde… desde nunca en realidad, porque después de ese día en el juzgado, a la mañana siguiente, fui trasladada de departamento.

Llego hasta donde está su oficina y veo a su asistente, Natalie y me acerco con una sonrisa.

—Hola Nat. ¿Cómo estás?  —Ella sonríe al verme y contesta de forma educada, yo decido ir al grano —¿crees que podría pasar cinco minutos a ver al jefe?

La veo voltear hacia la ventana de cristal de la oficina y desde aquí, puedo ver que está sumergido en unos documentos.

—No lo sé Nahia, como veras, está ocupado —me dice un poco apenada.

—Solo será un minuto —prometo.

Me hace señas para que espere y se levanta a preguntarle,  él me observa desde su posición y asiente. No espero que Natalie me avise, porque pude verlo con mis propios ojos y puedo sentir, que no me ha quitado el ojo de encima.

—Buenas tardes señor Ferguson, tengo algo que comentarle —digo con voz neutra.

—Pase adelante señorita Anderson —sonríe.

—Nahia, por favor —le pido—, solo Nahia.

Asiente.

—Entonces usted dígame Noah —habla con la sonrisa aún puesta en el rostro.

—Me parece un trato justo —soy sincera.

Un silencio incómodo reina en la oficina hasta que él, se pone de pie y me ofrece una silla.

—Dígame ¿en qué puedo ayudarle? ¿Desea agua? ¿Café?

Niego.

—No señor… —me da una mirada de advertencia— Noah —recuerdo llamarlo por su nombre, aunque se siente extraño—, quiero entregarle esto —le ofrezco el sobre con la invitación— lamento entregarla hasta ahora, es que sinceramente, pensé que ya se la había dado, mil perdones —me disculpo jugando muy bien mi papel.

«Hollywood aquí te voy»

Él se queda mirando el sobre negro con dorado, su mirada se pasea del sobre a mi rostro y no sé qué pensaba que venía hacer yo hasta aquí, pero parece sorprendido.

Lo toma sin decir nada más que gracias.

—Espero verlo allí señor.

—Trataré de asistir — no me mira y se vuelve a sentar a revisar sus documentos.

No sé por qué me siento un poco decepcionada, como si esperara algo más de este encuentro—, ¿Desea algo más?—pregunta como si le molestara mi presencia.

«Si quiere me devuelve mi invitación» es lo que deseo decirle, pero soy profesional y con una sonrisa prefabricada le respondo.

—No, eso era todo Noah, que tenga feliz tarde —me doy media vuelta y camino hacia la salida con el orgullo un poco herido, pero al menos, ya comprobé que puedo sentirme tranquila cerca de este hombre.

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