Fantasías

Mi velada en casa de Quella termina a las dos de la mañana, me he despedido de ella con un gran abrazo, al ver a Sophia con su enorme vientre me pone nostálgica. Ella es feliz con el hombre que ama y no puedo evitar sentirme envidiosa y muy mal. Soy horrible.

Cuando llego a mi departamento las luces están apagadas, por lo que supongo que Gianni está dormida. Voy a la cocina, saco un vaso y de la nevera una jarra de agua de frutas. Me sirvo y devuelvo la jarra dentro de la nevera. Tomo mi vaso y camino hasta el ventanal, allí observo fuera del edificio el mismo coche que me sigue a donde quiera que voy, estacionado a contra esquina del edificio.

—¿Qué hora son estas de llegar, señorita? —Salto en mi lugar por el susto de la voz acusatoria de Gianni.

—¡Gianni, me asustas!

—Es tu conciencia la que te asusta —me dice encendiendo la luz de la sala.

—Siento no haberte avisado, fui con Quella.

—Estaba preocupada, la próxima ocasión avisa —me pide—. Aunque, por otro lado, también se me pasó p
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