Cap. 3 En el mapa

“Estoy en el mapa”, decía Narel, mientras preparaba su presentación para los Miller, “por fin todo va a salir bien. Mi negocio estará en el mapa”. Tenía que darlo todo para impresionar a esa familia, ese era el boleto para cambiar de vida y cuando estuvo listo, tomó su tableta y les dijo a sus hijos.

—Tengo todo listo.

No podía dejarlos, así que tendría que llevarlos con ellos y, aunque eso no era nada profesional, tenía que hacerlo.

—Vamos a presentar el proyecto.

—Vamos —dijeron ellos.

Dave tomó la tableta de su mamá y bajó corriendo con ella las escaleras del edificio donde vivía. Su madre lo llamaba desesperada y entonces el niño se frenó cuando vio a un tipo mal encarado en la entrada. El sujeto le gritó.

—¡Dame eso pelado!

Le arranchaba la tableta bruscamente e iba a arrancar a correr cuando Narel lo agarró de la chompa.

—¡Devuelve eso!

Comenzó a forcejear con el sujeto para arrancharle lo que era suyo.

—¡Devuelve eso!

El sujeto era muy fuerte, pero en esa tableta estaba el futuro de sus hijos y no se lo daría a un delincuente. En ese momento fue tirada al suelo con violencia. Los niños gritaban abrazados, viendo a su mamá, peleando con un tipo mal encarado. Entonces alguien saltó sobre el sujeto y lo apartó de la mujer y lo derribó de un golpe.

Narel se incorporó sorprendida y escuchó el llanto y la desesperación de sus hijos.

—¡Hijos, mis hijos!

Ella vio a los niños abrazados y aterrados. Narel los revisó y ellos lloraban asustados.

—Mami, mami. ¿Te lastimó?

—Tengo miedo, mami.

—Calma, mis amores —se abrazaba a ellos.

Vio al sujeto recogiendo la tableta del piso y al voltear, oh Dios, era un dios de lindo, nunca había visto a un tipo como ese en su vida. Sus ojos azules intensos podían hipnotizar a cualquiera.

—¿Se encuentran bien?

Ella asintió sin emitir sonido y vio su tableta en sus manos y él se la dio.

—Esto es suyo.

Dave lo miraba sorprendido, era muy alto y fuerte.

—¿Estás bien, pequeño?

El niño asintió y ella lo agarró.

—Dave, hijo, ¿estás bien?

—Sí, sí…

Lana miraba al sujeto que olía rico y le dijo tocándose la nariz.

—Hueles bien.

—Gracias.

—Le agradezco todo lo que hizo por mí y mis hijos.

—Descuide, debe denunciar al tipo.

—En esta zona es el pan nuestro de cada día —revisó la tableta y vio que todo estaba bien con ella—. Aquí está el futuro de mis hijos.

Narel consultó el reloj y les dijo a sus pequeños.

—Mierda, voy retrasada.

Lana repitió.

—Mierda.

—Lana, solo mamá puede decir palabrotas —corrigió ella.

Ya casi era hora de la cita y entonces miró a todos lados.

—Niños vengan, debemos buscar un taxi, m****a, m****a.

Lana repitió.

—Mierda.

—Lana, solo mamá puede decir malas palabras.

¿Esa era la educación que recibían sus hijos?, Jason no podía concebir aquello, entonces le dijo.

—Tengo el auto aquí cerca.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Tienes auto?

—Sí.

Fueron con él y vio un elegante auto último modelo.

—Tienes buen gusto, llévanos al Edificio Miller.

—Ok.

Le abrió la puerta y ella se lo quedó viendo raro. Dave lo miraba sorprendido y le preguntó.

—¿Me enseñarías a golpear así?

Jason miró al niño sorprendido y la madre intervino.

—Lindo, a mami no le gusta la violencia.

—Pero así podría defenderte.

—Mamá, se sabe defender bien.

Jason casi se rie con lo dicho por ella, pero se contuvo y comenzó a manejar. Narel tenía el corazón apretado, el auto enfilaba para las calles de alto tráfico.

—Dios tengo que llegar. Tengo que llegar.

El sujeto se presentó.

—Me llamo Jason.

—Narel Jones —apretaba nerviosa sus manos—. ¿Es lo más rápido que puedes ir?

—Ya estamos llegando…

Cuando vio su destino consultó el reloj y revisó sus cosas, sacó un labial y se pintó los labios y se acomodó su cabello. Nada mal, le gustaba una mujer que se arreglara, pero luego sacudió su cabeza porque no iba en plan de formar una familia.

—¿Tiene una cita?

—Así es, una muy importante.

Sacudió su blusa que estaba polvosa, pero la chaqueta cubriría cualquier imperfección, se la colocó y le dolió.

—Tómelo con calma, ese sujeto la derribó, pudo lastimarse.

—Mis huesos están bien, mi carne duele, pero nada me puede detener ahora.

Ese apuesto caballero no sabía que se jugaba el futuro de sus hijos y de ella misma. Vio a los niños, no podía llevarlos y le dijo al superhéroe.

—Escucha, tengo que subir a ese edificio en un tiempo récord y no puedo llevar a los niños conmigo.

—Entiendo.

Dave se adelantó.

—El tío Jason nos puede cuidar.

Narel miró al “tío Jason”, parecía decente, pero no se podía confiar y tampoco perder. Ella lo agarró de su costosa chaqueta.

—Escucha Jason, si algo le pasa a uno de mis hijos te cazaré y encontraré, te quitaré tus trofeos de guerra y los guisaré para darle de comer a los indigentes, ¿entiendes?

El joven dijo sorprendido por el argumento esgrimido.

—Ok, los cuidaré muy bien.

—Dame tu teléfono.

—¿Me vas a robar?

—Tu número, no te me hagas el payaso.

Eso era el colmo, se lo dio y ella le marcó.

—Dale el teléfono a Lana.

Se lo entregaba, menudo lío en el que se había metido.

—Lana, tienes que hablarme y contarme todo mientras subo a la empresa.

La niña asintió. Ella corrió con su tableta y cartera al interior.

—Linda, su mamita —dijo Jason.

Los niños sonrieron viéndola entrar al edificio.

**

Narel corría hacia el edificio mientras escuchaba la vocecita de su hija.

—¿Tienes mamá?

—Sí —respondía el sujeto.

—¿Tienes novia?

—No.

—Mi mamá está sola —decía Dave—, dice que mejor sola que mal acompañada.

Dios, sus hijos eran tan ocurridos y escuchó la voz varonil del sujeto.

—Es que su mamita no ha encontrado al hombre indicado.

—Yo quiero que seas mi papá —dijo Dave—, así aprendo a pelear como tú.

—Está bien les enseñaré.

Mira tú, qué optimista el tipo, se quería colar en su familia, las puertas del ascensor se abrieron y Narel entró a tropel en el rellano de la elegante oficina Miller.

—Buenos días, soy la arquitecta paisajista de Dríades y Bosques, tengo una cita con la señora Lorna Miller.

La joven con mucha educación respondió.

—Sí, ella la está esperando.

Narel bajó más el volumen del teléfono antes de entrar, hasta que solo se escucharan susurros.

—¡Mami, mami!

Dios, ahora no Lana, la voz de Dave se escuchó.

—Ella no contesta el teléfono.

La voz del tipo se escuchó.

—Debe estar en su reunión.

—Ella hace cosas lindas.

—Los hizo a ustedes, son hermosos.

Oh, si deseaba conseguir puntos lo estaba consiguiendo, el que apreciaran a sus dos bendiciones ya era importante y al entrar fue recibida por Lorna Miller.

—Es bueno verla, estoy ansiosa. Es que es una casa nueva que le voy a obsequiar a mi hijo y su cumpleaños es dentro de dos meses, ¿considera que el jardín de la casa estará en ese tiempo?

Narel muy segura, respondió.

—Es un buen tiempo y una buena época para poder hacerlo, estoy segura de que puedo darle a su jardín la vistosidad necesaria.

**

Afuera, en cambio, Andrew había llegado.

—Cinthia, ¿Lorna está ocupada?

—Tiene una entrevista con una arquitecta.

—¿Arquitecta?

Eso le extrañó y decidió cerciorarse sobre lo que estaba pasando. Adentró Narel le mostraba su trabajo a Lorna.

—Estos son algunos de mis diseños, como ven son jardines con diversas temáticas…

La puerta se abrió y Andrew Miller entró mirando a todos lados.

—¿Sucede algo, Lorna?

Miró a la joven mujer.

—Querido, me interrumpes.

Narel continúo hablando, tal era su entusiasmo por conseguir el contrato.

—Como le decía un jardín del porte que sea es un jardín y puedo diseñar algo original.

Andrew miró a la joven y comentó:

—Dijeron que tenías una reunión con un arquitecto —miró a la joven— ¿Quién es usted?

—Narel Jones, arquitecta paisajista —tendió su mano—, es un placer.

Lorna se puso tensa, no quería que Andrew lo arruinara todo.

—¿Arquitecta? —miró a su exesposa— ¿Qué pasó con la empresa que siempre usamos?

Lorna le explicó.

—Este es un proyecto personal.

Narel no quería que le quitaran su contrato, se mantuvo tensa en ese instante.

—¿Piensas confiar en alguien que no conoces?

Lorna le respondió tajante.

—¿Sabes cómo se adquiere experiencia? —nada, el tipo estaba mudo—. Confiando en la persona y le estoy dando una oportunidad a esta talentosa joven.

Narel sonrió orgullosa y escuchó la voz de su hija diciendo.

—¿Tienes una media con hueco?, yo sí tengo y mi mamá tiene un calzón.

—¿En serio?

—Sí —Dave intervenía—, se le ve chistoso.

—Pobre, su mamita, hay que comprarle calzones nuevos.

Dios demasiada información para un desconocido. Lorna la sacó de sus pensamientos.

—Proceda con el proyecto —le entregó un sobre—, allí tiene todo lo necesario y espero lo mejor de usted.

Narel se levantó emocionada y salió con el proyecto abrazado contra su pecho y Andrew preguntó.

—¿Qué proyecto es ese?

—Algo personal.

—Estás muy rara, Lorna.

Y no sabía el resto, pero no podía decir nada todavía.

**

Narel iba rumbo al exterior, le subió el volumen al teléfono, escuchó las voces de sus hijos.

—A mí me gustan las salchichas.

—Y a mí también.

—Y el pollito frito. Mami siempre nos da pollito frito.

—Mucho pollito frito.

—Gracias.

¿Les estaba dando de comer? El ascensor no bajaba y cuando lo hizo salió corriendo hacia el estacionamiento y lo vio dándole de comer a los niños.

—¡Hijos míos!

Los revisó detenidamente y los encontró bien.

—Jason nos dio de comer.

—Bien, gracias. Lo conseguí, niños —lo miró—. Niños, despídanse de su amigo.

—Adiós, Jason.

Jason les dijo entonces.

—Adiós no, hasta luego.

Narel frunció el ceño para ella, ese sujeto fue debut y despedida, nada más. Los niños asintieron y él pudo admirar a cada uno con atención y lo que vio, le gustó y mucho, eran sus hijos y ahora los deseaba con más ganas en su vida.

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