Lisa y San me ponen al día de las citas de la tarde, pero apenas las estoy escuchando pues toda mi atención está en el hombre que sigue fuera, sentado sobre el capó de mi auto jugueteando con su móvil. Su pelo negro con corte degradado brilla ligeramente bajo el sol. Aún lleva los benditos lentes de sol y su cuerpo se ve grande y trabajado encima de mi auto. Podría fácilmente sacar mi cámara y pedirle que haga una sesión de fotos para el calendario. ¿Será que para cuando llegue a la temporada de verano estará sin nada más que con bóxer posando? Se me suben los colores a la cara al pensarlo. Invierno totalmente abrigado y serio. Otoño, reflexivo. Primavera, con un toque de ternura. Verano, liberador y caliente. ¡Maldita sea! Debo concentrarme en cosas importantes. Sacudo ligeramente la cabeza para borrar esos pensamientos indebidos. Al final, termino asintiendo y sonriendo sin enterarme de lo que me han dicho. ¿Cómo puedo quitármelo de encima? ¿Será bueno viajar con él
—¡Que sí! — contesto exasperada —. Dilo ya. La verdad es que no, pero debo tener lo máximo de información posible. Ya bastante difícil es mantenerme cuerda por mi cuenta, como para, además, quedarme con las dudas. Él parece vacilar, mientras ladea y aprieta un poco los labios. —Como digas — suspira —. Bien, lo primero que hicimos fue hablar de lo que pasó por la tarde. Me disculpé, pero eso ya lo sabes, ¿cierto? —Claro que sí — miento. Carraspea una vez y luego otra y se lleva una mano a la garganta. —Me dio sed — anuncia y me mira de soslayo. —Bien por ti. Suéltalo. —¿Podrías darme algo de beber? — pregunta, desviando la conversación. —No, dime — me cruzo de brazos. —Te diré — carraspea de nuevo —. Pero en serio, necesito beber algo ahora. Frunzo el ceño. Lo está haciendo a propósito. —La bolsa está atrás, puedes alcanzarla — respondo de malas y miro al frente. Un auto rojo va por delante de nosotros. —Verás, estoy conduciendo, no puedo estacionar a un lado de
Hace frío. Miro el cielo oscurecido, repleto de nubes y me estremezco. La noche ya ha caído sobre la ciudad y el frío de invierno se anuncia despiadado.Llevo un poco más de dos horas frente a su nuevo hogar. Ya no siento los dedos de los pies y mis manos están corriendo el mismo riesgo. Doy pequeños saltitos en el lugar, intentando mantener mi cuerpo en movimiento. Siento las mejillas entumecidas y la punta de la nariz fría. Me llevo las manos enguantadas a la boca y exhalo sobre ella intentando darles algo de calor. Luego, acomodo bien mi gran bufanda para hundir un poco más el rostro. Saco el móvil para consultar la hora: ocho y cincuenta. Es tarde, teniendo en cuenta que su avión arribó hace tres horas a la ciudad. Pero eso no hace que esté menos nerviosa. A principios de semana viajó a Los Ángeles, junto con su banda, para firmar con una disquera. ¡Dios! Eso me emocionó entonces y también me emociona ahora. Está haciendo sus sueños realidad y me encanta. Verlo cantar sobre u
Abro los ojos de sopetón y mi corazón se dispara cuando la primera imagen que veo, es el rostro de Luc sobre el mío, a pocos centímetros. Estudio sus ojos que me observan sorprendidos, en silencio, antes de alejarse y volver a su lugar. Me incorporo de golpe y me paso una mano por el pelo, todavía algo confundida con lo que acabo de soñar. Otro sueño al que no le encuentro sentido y que, una vez más, trae consigo el desagradable sentimiento de pérdida y la maldita confusión.—¿Dónde estamos? —pregunto mirando a mi alrededor, desorientada. —Tranquila —toca a mi hombro, pero en un acto reflejo me alejo. Parece verme incómoda, porque aparta las manos. — No hemos llegado aún. Falta un poco, pero quería despertarte antes… no parecías estar teniendo un buen sueño. Hay preocupación en su voz, pero no puedo mirarlo. No quiero hacerlo, porque el inconfundible dolor que sentí por la mañana ahora atenaza y estruja más mi corazón. ¿Qué es todo esto? No son cosas he vívido, pero, ¿por qué apar
Detengo a Luc cuando intenta interponerse entre Tristán y yo.Todo su cuerpo irradia enfado, lo cual me parece totalmente irracional. Baja la mirada fruncida para observarme y yo sacudo la cabeza en silencio, para que se mantenga quieto y callado. No quiero, y no puedo, permitir una discusión sin sentido en este momento. Sobre todo porque este es mi trabajo y él debería comprenderlo. Sí, se me olvidó a quién venía a ver hoy, pero fue su culpa por colarse en mi mañana y haber desbaratado mis planes. Luego de su arrebato y nuestra posterior discusión, volví a llamar a Tristán. No hablamos demasiado, pero sí lo suficiente para averiguar qué quería. Y ahora estoy frente a la casa donde se hospeda, haciendo lo que prometí: Una cita personalizada para crear un fondo de guardarropa para su novia.Tristán se reúne con nosotros y se saca los lentes de sol mientras sonríe. Se ve casi exactamente igual a como lo recuerdo; alto, guapo y rubio. Sus ojos marrones brillantes, algo oscuros y tambié
—¿Me puedes explicar que haces? — pregunto, intentando deshacerme de él. —Cuidarte — me aprieta más y evita que lo suelte. Abro la boca e intento soltarme, pero Edith aparece en la entrada con su gran sonrisa. —Por aquí, chicos — nos anima a avanzar. —Claro — compongo una sonrisa, aunque lo que quiero hacer es soltarme de este estúpido hombre que me arrastra adentro. El calor de su mano inunda la mía, e incluso enojada, las motitas de energía que suelen reaccionar a su cercanía, vuelven a hacerse presentes y se extienden por todas mis extremidades. Flexiono los dedos y él baja la mirada, suaviza el gesto y también la presión. Cambia de posición su mano y entrelaza sus dedos con los míos. ¿Qué pretende? ¿Qué entre en combustión espontánea? Porque si ese es el caso, está yendo por el camino correcto. Estoy a punto de que todo mi interior comience a arder. ¡Y solo está tomando mi mano!Me obligo a mirar al frente, a apartar lo máximo posible al hombre que tengo a mi lado de mi m
Alguien carraspea. Ambas levantamos la mirada del portafolio y las anotaciones que hemos hecho.Luc está al lado de Tristán, parece tenso y serio. Más aún de lo que estaba cuando salió de aquí, en cuanto a Tristán, mantiene la misma sonrisa amable. ¿De qué habrán hablado?—Claire, deberíamos irnos — me dice con seriedad, acercándose a mí.Frunzo ligeramente la frente y doy un vistazo a mi reloj de pulsera. Rayos, han pasado cuatro horas y no me había dado ni cuenta. —¿Ya? — pregunta Edith con alarma y decepción —. Pero si la estaba pasando bien…Se levanta y va donde su novio quién la recibe con los brazos abiertos. —Debemos marcharnos. Se nos ha hecho tarde — comienzo a guardar mis cosas y Luc me ayuda. Al parecer él tiene más urgencias que yo en salir de aquí —. Tendré las prendas listas a mitad de semana, puedo enviarlas a tu dirección o puedes pasarte por la boutique para hacer una prueba. Recomiendo realizar lo último, así podremos estar cien por ciento seguras de que te sien
—¿Cómo era mi novio en sus años jóvenes? — pregunta Edith, desde el otro lado de la mesa. Tristán oculta su sonrisa, justo detrás del borde de la copa de vino, antes de dar un sorbo. —Me haces sentir un anciano — reclama él con humor. —Lo eres. Mayor, gruñón, mandón…, y muy sexi — contesta Edith y se encoje de hombros graciosamente, antes de volver la mirada expectante hacia nosotros. Luc y yo estamos sentados lado a lado, en la alargada mesa del comedor. Es un sitio espacioso, impregnado de colores cálidos al igual que el resto que hemos visto. Definitivamente nos quedamos a cenar, una decisión que causó el cabreo de Luc, que ocultó - y está ocultando -, bajo la fachada de tipo encantador que deja suspirando a Edith de vez en cuando. Es el efecto Cox, que ha perfeccionado a través de sus años de artista. Me entretiene que en cuando le dedico una mínima mirada o sonrisa, su semblante se vuelva algo más duro. ¡Dios! No me sentía tan bien de cabrearlo, desde hace mucho, mucho tiem