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Capítulo 5 Bella Noche

Aida apagaba la pequeña lamparita de la mesa de noche para quedar bajo el pequeño rayo de luna que se filtraba por las cortinas de la habitación, dándole un toque bastante enternecedor.

-Creo que lo necesitamos, desconectarnos de todo, no tendré problema mayor, dejaré a Jim encargado del proyecto -.

-Yo hablé con mi jefe, no habrá mayores inconvenientes, dejaré todo listo en una semana, portadas cubiertas, dos artículos que debo entregar, tendremos esos días sin llamadas de trabajo, imagino una que otra para los chicos, tus padres…-

-Entonces no se diga más cariño, iremos a renovar nuestros votos matrimoniales, alguna capilla en un lugar pequeño, discreto, solos tu y yo-

-Nuestra fiesta de mañana será perfecta, compartiremos con todos, señora Kent nos aguardan días de pasión, besos, aventuras, y mucho amor-.

-Que sugestivo…-

-Tentadoramente diría, es un peligro-.

-Créeme no permitiré que duermas, tendremos una apretada agenda de cenas, vino, noches locas-.

-Cuenta conmigo, lleva tu agenda-.

Los besos cubrían a Aida quien cerraba sus ojos dejándose perder en las caricias que ahora la invadían, haciéndole sentir que estaba flotando por las nubes del amor.

El jardín había sido decorado con total gusto, todos comentaban sobre los detalles que le daban el toque, Mark hizo su entrada junto a Sara y su hija, en ese instante llegaba Jim, Emma su secretaria y amiga de la familia, algunos otros amigos en común del matrimonio Kent.

Minutos después Keila y Michael hacían su arribo, ella envuelta en un hermoso traje color rojo vino que resaltaba su cabellera castaña y ojos verdes, Keila trabajaba para una firma de abogados, por eso Ciara había inclinado su gusto por el derecho, quería ser como la tía Keila.

George y Katia llegaban a la fiesta, la orquesta era magnifica, la mesa colocada al fondo del jardín decorada con exquisitos ramos delicadamente en tonos rojos, blanco y dorado.

Aun así, era una fiesta solo para los más allegados, Oscar quien había preparado la cena, les había enviado el pastel, las entradas, y el postre como regalo especial de su parte.

Keila y Leila habían hecho toda la decoración, la habilidad de Leila de convertir una hoja de papel en una belleza era destaca tenía el talento en sus manos, la verdad era que había hecho del jardín todo un salón espléndido.

Esa noche tomarían algunos aperitivos, vinos, y uno que otro whisky, la verdad es que tomarían uno que otro invitado algún trago.

Aida hizo su aparición en el lugar, un vestido azul medio, hacia juego con su nuevo color de cabello había pasado a un rojo borgoña que le resaltaba sus preciosos ojos y blanca piel, se veía hermosa, el collar de perlas le daba un toque de glamour.  Los aplausos no se hicieron esperar, Horacio reaccionaba admirado de la hermosa chica que ahora tenía frente a él.

-Oh Aida estas hermosa esta noche-.

-Cariño espero que te guste, obra de Mark-.

-Linda, luces hermosas, es tu noche toda tuya-. Mark le tomaba la mano para que ella diera la vuelta.

La música inundaba el lugar, ante lo cual Horacio invitaba a su esposa a bailar, lo mismo hicieron algunos invitados, era una apacible y preciosa noche, los invitados charlaban entre sí, Ciara y su amigo bailaban en ese momento, el chico la pretendía, aunque ella quería esperar un poco, Martin bailaba con Leslie su novia de un año, estaban enamorados y con muchos planes, pero solo el tiempo te va llevando solía decir.

La música que tocaban les llevaba a recuerdos, cuando se habían conocido, los días de universidad, los paseos, los días que habían pasado sin verse cuando Horacio había enfermado, la ventaja era que vivían cerca y por eso solían trepar por las ventanas para dejarse notas.

-Aida querida, estas bellísimas, les deseo a los dos, muchas felicidades, que estén unidos por muchos años más-. Los ojos de Katia se dejaron nublar por unas pequeñas lágrimas.

-Vamos Kat, no quieres que llueva ¿O sí? -.

-No para nada, se arruinaría este hermoso jardín, no me prestes atención hijo, ya sabes es un poco de emoción que me envuelve, pero basta, es una noche para estar felices -. Katia sonrió.

-Mamá, no tienes que disimular puedes llorar, una pequeña lluvia vendría bien, jugaríamos como cuando éramos chicos-.

-Jajaja, Keila que ocurrencias las tuyas-.

-Papá sabe que no miento, solías bañarte bajo la lluvia-.

-Que épocas-. George soltó una carcajada, y todos pasaron a la mesa, una campanilla anunciaba que la cena seria servida.

Leila decidió por un whisky, la ocasión lo ameritaba y ella también, y ágilmente le llevaba uno a Horacio.

-Bien esta noche no te puedes negar, es tu aniversario-.

-No soy de licor, pero un aperitivo puede ser-.

-Cielo tomaré un vino, ya regreso, Leila cariño gracias por todo lo que hiciste, convertiste mi jardín en todo un salón de película-.

-Fue con todo mi corazón para ti-.

-Lo sé, luce hermoso-.

Leila tomaba asiento al lado de Jim, era un alto ejecutivo en la empresa de Horacio, tenían quince años trabajando juntos, Lewis era un hombre de unos cuarenta años, atractivo, ojos cafés claros, cabellos castaños.

-Buenas noches… ¿No nos han presentado? -.

-No, nadie ha tenido el gusto-.

-Es un placer conocerte, Jim Carpentier-.

-Leila Madison-.

-Leila déjame decirte que luces muy hermosa-.

-Que observador-.

Ella sonreía coquetamente, no estaba nada mal, sus ojos en un momento miraron hacia donde Horacio, quien en ese instante cruzaba su mirada con ella, una sonrisa se dibujaba en sus labios, para seguir platicando con sus padres.

Leila se levantaba de la mesa para solicitar otro trago en la barra, Lewis aprovechaba el momento para ir por uno.

-Veo que somos dos con la misma intención un trago- ella levantaba su trago, haciendo ademán de un brindis-.

-Tal parece, no suelo tomar a menudo, pero conocerte amerita un brindis-.

-Pienso igual- Y diciendo esto se encaminaba hacia la mesa, su ajustado vestido dejaba ver sus formas, su cabello caía sobre su espalda, Jim se adelantaba para correr su silla, ella coqueteó un poco, le gustaba sentirse mirada, admirada, y porque no deseada.

Pero sus ojos no podían dejar de mirar de tanto en tanto a Horacio, siempre había sentido esa atracción, aunque no había querido dejar volar su imaginación, era el esposo de Aida, eso complicaba sentir algo más allá de simple amistad.

Horacio hizo sonar su copa logrando que todos quedaran en silencio.

-Gracias a todos por estar en esta noche especial con nosotros, noche en la cual festejamos veinte años juntos, Aida eres la compañera perfecta, la madre ejemplar, el amor de mi vida, además que has empujado la nave de tantos sueños compartidos, es inevitable no llenarme de emoción, felicidad, por todo lo vivido, gracias cielo, por nuestros dos maravillosos hijos, por tu entrega, y lo más importante, porque jamás hemos perdido el arte de sorprendernos, por ti Aida pido un brindis-.

Las copas se levantaron en alto, todos brindaron -Aida y Horacio, por muchos años juntos-. Los aplausos no se hicieron esperar, silbidos y gritos de beso, beso, a lo que Horacio le daba un tierno y maravilloso beso.

La cena llegaba a la mesa, la música reanudó su acompañamiento, Horacio tomaba a su madre de la mano para una pieza de baile, Katia era una magnifica en la pista de baile, Horacio le contaba acerca del viaje que harían, ante lo cual su madre dijo estar totalmente de acuerdo con Aida, seria renovador, además Italia tenía su encanto.

-Italia tiene encanto, belleza, paisajes para enamorarse y quedarse allí para siempre-.

-Me imagino que echas de menos viajar con papá como solían hacerlo-.

-No querido, en nuestra casa a campo abierto la vida es mucho más placentera, decidimos no volver a esas excursiones y viajes, siempre todo agendado, en el país hay lugares de ensueño, con una pequeña casa rodante se hacen maravillas-.

-Te lo creo- Horacio bailaba con la mujer más especial del mundo, su madre, Katia era única.

-Madre ¿Alguna vez papá y tu…?

-Oh… inevitablemente hay días grises, algunos de buen sol, como todo en la vida, aunque te aseguro que es cuestión de tomar las decisiones correctas-.

-Es difícil hacer todo correcto-

-Es difícil cuando solo actúas por el impulso, por la ceguera de las emociones, pero jamás es imposible-.

-Mamá siempre te he admirado-.

-Hijo, hay días que despiertas, quizás sientas que tus sentimientos se cruzan, hay momentos difíciles, solo tienes que buscar dentro de ti, no es buen paso irse apresuradamente en lo primero que se viene a la mente, hay tormentas que vienen, el hecho es como las afrontarás-.

-Lo se madre, hay días de días como dices-.

-Jajaja, ten siempre presente lo que te ha llevado a construir lo que tienes-.

Katia le miró haciéndole sentir confortado, así era ella, su palabra en el momento justo, adecuado, a tiempo era única. Siempre sabía que decir, como decirlo, y en qué momento, infinita ternura le embargó el corazón, sus padres eran especiales, maravillosos y unicos.

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