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Capítulo 4 El Labial

Úrsula abrazaba a Calvin quien, en un intento por mantenerse calmado en la sala de cine, miraba su teléfono para entretenerse en tonterías.

-Clavin- La voz de Úrsula era un susurro. -Concéntrate en la película, desde que empezó ni le has prestado atención.

-Úrsula es una cursilería, ella está a punto de morir, así que lo mejor que puede pasar es que descanse en paz- Dicho esto hacia señal de persignarse con su mano derecha.

-Calvin deberías tener algo de respeto, así sea una película…es una historia real…tan real como la nuestra, solo que no me estoy muriendo y tú eres casado, eso sí…en vías de divorciarse nunca-

-Te crees la perfección en pintura, siempre lo mismo Úrsula, si gustas hasta aquí llegamos-.

-Calvin cariño, no te molestes conmigo-.

-Ya te dije que las cosas con calma… si no la tienes entonces busca otro-

-No…no volveré a molestarte-. Úrsula se acomodaba en la silla, en aptitud de distancia de Calvin, su rostro se tornó inexpresivo, con una mirada que en realidad era hacia el vacío, porque no enfocaba en especial nada, absolutamente nada.

Calvin era astuto y sabía que no podía darle espacios a que Úrsula se molestara, o lo peor aún, se distanciara acosada por aquella sensación de arrepentimiento y culpa y corriera a hablar con Madelin.

-Úrsula perdóname, sabes que estoy perdidamente enamorado de ti, solo que me colocas en una posición algo difícil, sabes que Madelin no quiere el divorcio, y me esta sobornando, pero claro…no podía decírtelo, no quería que te colocaras a la defensiva con tu prima, ni que dejes de verle, pero es verdad, tu prima la buena, la intachable sufrida, me chantajea con dejarme en la calle, es más esta mañana tuvimos una discusión, porque le pedí me dejara libre…-.

-No sabía que las cosas estaban difíciles, aunque la vi muy tranquila hoy que nos cruzamos unos minutos, la veo tan lejos de saber en qué andas, que es un comentario algo extraño-.

-Mira Úrsula piensa lo que quieras, Madelin es una persona que no demuestra todo lo que es, así que mejor quédate viendo tu escena de romance y lágrimas, la verdad me aburre, después no digas que no salimos, que no comparto contigo, hice un gran esfuerzo de venir esta noche, tenía miles de cosas que hacer-.

Abandonaba la sala de cine con bastante fastidio, una vez fuera del cine se dirigía a su coche.

-Calvin, llévame a casa, ni creas que voy a irme sola, si no quieres que te haga un reclamo en tu casa, delante de tu familia, será mejor que me lleves a mi casa-.

-No me amenaces Úrsula-.

-Entonces tomaré un taxi, puedo pagarlo, a esta hora aun Madelin esta despierta…un café me vendrá muy bien-.

Calvin se aproximaba a paso rápido a Úrsula.

-Vamos… ¿Pensaste que era cierto que te dejaría aquí sola? No seas tonta…creo que yo no soy el hombre que tú necesitas, quizás estas perdiendo la oportunidad de conocer alguien mucho mejor-.

-No digas eso Calvin-. Úrsula le abrazaba, no podía vivir sin él. Le amaba de verdad, no era una invención. Sentía que su corazón se partía en dos cuando él hablaba de terminarla.

Llegaban a casa de Úrsula, ella se acercaba para besarle.

-Aquí no podemos estar en estas escenas, así que ve mañana a la oficina, podemos pasar un buen rato juntos…-. Úrsula le miró con aquellos ojos que sencillamente se conformaban con lo poco, en realidad migajas.

-Te deseo una feliz noche cariño, mañana nos vemos-. Úrsula bajó del auto, entrando en casa se despedía agitando su mano.

En el camino Calvin se soltaba su corbata, Úrsula era una verdadera pesadilla, una completa tonta, y una ilusa. Se reía para sus adentros, encendía el cigarro para relajarse.

Cuando llegaba a casa era pasadas las diez de la noche. Abriendo la puerta descubrió que Pamela aún no se había ido a dormir.

- ¿Crees que la luz me la regalan? Apaga todo y ve a dormir, se supone que madrugas a estudiar-.

-Papá, escuchaba un poco de música, es que en el campamento nos regalaron un cd, y mamá dijo que podía escucharlo, no estoy gastando luz, no seas exagerado, es una pequeña lampara de mesa-.

-No me interesa si es luz de lampara, acuéstate, hay que madrugar-.

-Es viernes, no tendré clases, mañana iremos a un ensayo de la banda-.

-Mas te vale que traigas buenas notas-.

Cerraba la puerta con algo de fuerza. Seguramente Madelin, le reprocharía como siempre.

-Hola, llegué tarde porque se me presentó algo a última hora, pero si deseas…solo si deseas, puedes levantarte y atender tu esposo, traigo un hambre voraz, claro que eso si es que lo quieres hacer-.

-Calvin, buenas noches, mañana tengo que ir a buscar unos documentos, madrugaré…tu cena está en el horno, no hace mucho la calenté. Puedes servirte tú mismo…buenas noches-.

-Bien, veo que estas molesta por no llevarte a ver tu película, otro día será-.

La camisa de Calvin era arrojada sobre la silla del comedor,

-Me acostaré, deseo que descanses-. Y dicho esto apagaba la lamparita de su mesa de noche, cerrando sus ojos, se entregaba al sueño.

Madelin soñaba con un camino que le conducía a un gran jardín lleno de flores blancas, tan hermosas, tan tranquilas. Ella no podía decir lo mismo de su vida.

Los huevos revueltos con salchicha estaban en su punto, Madelin le servía a su hija el desayuno acompañado de una porción de fruta, ese día en la tarde le llevaría al salón de belleza. Un corte en las puntas le sentaría bien, ese día su turno terminaba seis en punto.

Madelin empacó para su hija un exquisito almuerzo, irían a una actividad del colegio, y estaría de regreso a las cinco y media. Se sentía esa mañana extraña, cansada y agotada, ante lo cual Louis le indicó que fuera al médico, eso no era normal.

Miró a Mai quien agitaba su cola, ante lo cual le daba una galletita al abrirle la puerta de la cocina, le hizo señas que le esperase fuera.

El huraño Calvin no demoraría en hacer su aparición en la cocina.

Y es que parece que su mente lo hubiera percibido, porque ella que cierra la puerta y gira para darle a su hija su lonche, y Calvin que ingresaba a la cocina.

-Buen día, espero buenas notas tuyas, y que contribuyas en esta casa con algo, vete a buscar algo que hacer-.

-Papá, eres ofensivo-.

-Soy como me da la gana, es mi casa, si no te gusta búscate un marido-.

- ¡Calvin basta! No pienso permitir que insultes a Pamela, mucho menos que la empujes a buscar un marido, ella está en edad de buscar su futuro, estudiar y tener éxito en su vida-.

-Claro…supongo que no deseas que sea una fracasada como tú, cual mayor logro es ser una simple señora en la estafeta de correo-.

-Yo no tuve oportunidades, pero Pamela las tendrá-.

-Sueñen las dos-. Comenzaba a desayunar. Pamela le hizo un gesto a su madre que no le prestara atención, ella se marchaba ya. Se verían en el correo. Después harían sus compras juntas.

En la puerta principal le esperaba Brandon, compañero de clase, vivía enamorado de Pamela, se habían criado desde muy chicos, vivía a dos cuadras de allí. Era sobrino de Edna, un buen chico, guapo, apuesto, inteligente, con muchas aspiraciones, sus padres eran detectives de homicidios.

Pamela vivía suspirando por Darel, un chico que era del equipo de baloncesto, rico, hijo del senador Meyer, su madre empresaria de la moda, vanidosa, creída y soberbia.

Pamela le contaba a Brandon que esa tarde Darel jugaría y ella iría a verle.

-La verdad él no te merece, solo vive de su físico y nada más-.

-Pero es lindo y me encanta, solo verlo te roba suspiros-.

-Bien, pero a mí no ha robado ningún suspiro-. Reía con aquella sonrisa hermosa. Brandon le tomaba del brazo para agilizar su paso, en su interior tenía un sentimiento hacia ella, aunque ella suspirara con el más superficial.

Edna estaba en cama con un tremendo resfriado, tomaba su teléfono para ver las llamadas perdidas y mensajes.

Llamadas perdidas de Madelin, varias por decirlo de mejor manera.

Se incorporaba en cama para tomar el té que su madre le traía.

-Gracias mamá, llamaré a Madelin debe estar preocupada, mira-.

El teléfono indicaba unas cincuenta llamadas perdidas.

-Mejor comunícate con ella-.

-Lo haré, ahora que me sienta un poco mejor, le llamaré-.

Edna buscaba las pastillas en su bolso con suprema urgencia, quería superar el resfriado e ir a casa de Madelin, las llamadas correspondían a algo urgente, Madelin no insistiría si fuera una trivialidad.

Madelin terminaba su turno en la estafeta, iría con Pamela al salón, luego tomarían algún helado, quería compartir con su hija, en casa nadie le esperaba más que Mai quien siempre tenía aquella propiedad de ser un amigo fiel, leal, siempre le esperaba. Madelin se miró al espejo, su rostro lucía algo pálido, así que un poco de color le daría vida. Pero esa noche hablaría con Calvin, una seria conversación, como ya le conocía, él haría todo lo imposible por evitarla. Calvin siempre tenia las excusas perfectas, y las respuestas preparadas.

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