¡Hola!, me demoré en subir el segundo capítulo porque hubo tormenta y se fue la luz, pero ya por fin logré subirlo.
Delilah habría deseado desmayarse en ese momento y despertar para descubrir que aquello era una broma muy pesada o una pesadilla.—Estoy soñando todavía, es eso —farfulló entre dientes—. Me despertaré y todo esto no existirá.Maximiliano se dirigió a la maleta abierta, en ella había un bolsillo del que sacó unas hojas.—Siento decirte que es muy real y que desde ahora viviré aquí. ¿Tan malo sería? —al preguntar, la sonrisa y la seguridad de su marido pareció difuminarse.Él de verdad estaba interesado en su respuesta. La miraba con insistencia, como si quisiera ver en sus expresiones la verdad que ella no se atrevía a admitir.Maximiliano quería que le respondiera sin fingir, le estaba preguntando muy serio.Malo para su estabilidad mental sí, sería muy malo. Ya casi no lograba tenerlo cerca sin desear que la besara, que la tocara, pero eso él podría dárselo muy fácil, pero su corazón dudaba mucho que eso se lo diera. Sin verlo a diario se había enamorado como una tonta, qué sería de
Maximiliano pudo ver como el rostro de su esposa pasaba por un sinfín de sentimientos hasta quedar lívida.Él se había dado cuenta de que ella iba a confesar y aprovechó la aparición de su cuñada para sacarla de allí.No estaba seguro de querer que se descubriera, porque si ella le decía que todo lo que había ocurrido entre ellos había sido por la intervención de su madre no sabría lo que haría.Todavía estaba intentando entender y perdonar a su madre por haberlo engañado de esa forma, pero no quería que Delilah se lo corroborara.Y todo era porque cuando pensaba en romper ese matrimonio sentía que no era lo correcto.Marco, mientras estaba balbuceando borracho y con un tono de voz tan narcotizado que casi no se le entendía, le había dicho que si quería continuar casado conquistara a su esposa.Que hiciera como los vikingos y saqueara su casa sin pedir permiso.Y él lo había hecho, daba gracias que a esas horas no había encontrado ninguna tienda de disfraces abierta o la humillación h
Llevaban toda la semana viviendo bajo el mismo techo.Horas y horas de esquivarlo, sobre todo en las noches porque, para su incredulidad, su esposo no había estado yendo a ese club, pero aún continuaba sin fiarse de él y sin atreverse a decirle la verdad sobre Zafiro.Todo estaba tranquilo, una tranquilidad que la estaba volviendo loca porque no se habían vuelto a besar, ni tocar, ni habían dormido juntos, pero ambos aguantaban despiertos hasta altas horas de la noche y parecían espiarse mutuamente.Delilah lo hacía porque quería saber si se escabullía al club cuando ella estaba dormida y su marido quién sabe lo que esperaba porque no se atrevió a preguntárselo.Quizá a que ella fuera a su habitación… Se lo había planteado tantas veces, pero el orgullo le ganaba.Esa tarde su hermana había llegado de la calle y se había encerrado en la habitación.No saludó a nadie y cuando pasó junto a la puerta la escuchó llorando.—¿Qué ocurrió? ¿Te hicieron algo? —dijo cuando abrió y Aurora la mir
Delilah se negó a la propuesta de su hermana e intentó convencerla de que ella debía centrarse en escoger universidad de una vez y no pensar en relaciones.Los hombres solo traían problemas, si lo sabría ella que vivía llorando desde que se había casado. No quería ese sufrimiento para su hermana y menos que jugaran con ella.Aurora debía terminar sus estudios, hacerse independiente y no acabar en un matrimonio como el suyo.Tras horas discutiendo, Aurora le prometió que si su plan no salía bien escogería una universidad en Londres y se iría a estudiar fuera del país.Pensar en su hermanita lejos le causó un nudo en el estómago, pero no podía impedirle algo que era bueno para su futuro porque ella no se hiciera a la idea de verla crecer.Su suegra había hecho bien su trabajo, aquella era una de las mejores universidades, una a la que su hermana nunca habría logrado entrar.Cuando salió de la habitación ya era la hora de la cena y le sorprendió ver a su esposo sentado a la mesa cuando s
—Deja de apretar el bolso como si tuvieras el cuello de tu marido en las manos. Aunque, pensándolo mejor, entrena con el bolso y después acabas con él —le dijo su hermana cuando ya estaban en el taxi.Delilah se percató de la forma en que lo estaba agarrando y del dolor que tenía en la mandíbula de tanto apretarla.—En la cárcel te dan techo y comida, ¿no? Porque no sé si pueda aguantarme las ganas —siseó y cuando vio al taxista mirarla por el espejo retrovisor sintió sus mejillas encenderse—. Solo estoy bromeando, no voy a matar a nadie al menos no de forma premeditada.—¿Qué harás cuando lo veas? —preguntó su hermana—. Volverás a engañarlo o le retorcerás el cuello directamente.El taxista carraspeó y volvió a mirar por el espejo retrovisor.—Qué bromista eres, hermanita —gruñó—. No creo tener tanta fuerza para estrangularlo, pero un rodillazo… —El taxista apretó los ojos por un momento como si sintiera el dolor en su propio cuerpo—. No hablemos más de esto. La verdad no tengo la me
—Cuánto tiempo sin venir por aquí, Zafiro. No creí volver a verte desde la vez que te escapaste de mi habitación —le dijo Maximiliano incapaz de guardar silencio por más tiempo.Su esposa se dejaba llevar por él con docilidad, pero no le engañaba ese pequeño momento de calma. Cada vez la miraba podía ver que se estaba aguantando y quería soltar todo su temperamento.—¿Qué esperabas que me quedara a esperar a que me pidieras matrimonio? —la escuchó decir con un tono de burla—. Lo que ocurrió no fue tan memorable como para eso.—Auch, ya veo que vienes guerrera hoy. —Fingió que recibió un golpe y se sacudió la camisa, después la miró hasta detenerse en el escote—. Si fue una experiencia tan mala, ¿por qué regresas a buscarme?Su esposa hizo un sonido involuntario con la garganta, casi podría ser un gruñido de rabia. ¡Cómo iba a disfrutar domar a esa fiera!—En ningún momento te dije que viniera a buscarte. Ya te probé, para qué querría repetir. Aquí hay más hombres, por si no te diste c
Marco no sabía qué hacer con aquella mujer que lo miraba como si quisiera que se la llevara a una de las habitaciones.No estaba de ánimos para eso y como bien le dijo a Maximiliano lo habría hecho gratis, pero por ayudarlo no por la compañía femenina.La mujer se veía bonita, pero en aquel momento estaba bastante enfadado consigo mismo, con la esposa de su amigo y con esa hermana que se creía con el derecho de jugar con las personas.Ni siquiera le había prestado demasiada atención.A ver marcharse a su amigo con su esposa y sentir remordimientos por sentir un poco de celos, no le quedó otro remedio que dirigirle la mirada a la mujer que tenía a su lado.Lo veía con ojos brillantes y provocaba cualquier ocasión para acercarse a él con una sonrisa enigmática en su rostro.Marco se quedó estático, con sus pies bien plantados en el mismo lugar porque cuando le dirigió la mirada al rostro y sintió que algo estaba mal.—Veo que no hablas mucho, eres el dueño de este lugar, ¿cierto? —le pr
Cuando llegaron del club, Delilah se fue corriendo detrás de su hermana que no dejaba de decir incoherencias y de quejarse de los viejos prepotentes que se creían la última Coca Cola del desierto.Deseaba ir junto a su marido y arreglar el pequeño malentendido que había ocurrido en el club, pero no podía dejar de esa forma a su hermana.Tal vez podría decirse que la noche había sido un fracaso por la forma en que se habían marchado, pero todavía no podía creerse que Maximiliano le hubiera dicho que la amaba.Después todo se descontroló como siempre pasaba cuando estaban juntos. Él comenzó a besarla, ella comenzó a agobiarse por estar amarrada y no poder tocarlo.Una cosa llevó a la otra, Maximiliano le hizo prometer que la soltaba si regresaban otro día a esa habitación y ella accedió.Lo vio tan emocionado con probar todos los artilugios que había que pensó que podría hacerlo feliz si se mostraba como la mujer que había visto en la otra habitación.Ella iba vestida de cuero y él homb