—Mamá, ¡¿por qué esa señora te está arrancando los pelos?! —la voz de la hija de Valeria interrumpió a su hermana que se había sentado a horcajadas sobre la ex de Max y parecía querer sacarle la cabeza a tirones.Las primas de Maximiliano se habían echado a correr a la habitación para recoger sus cosas y mientras sus padres las perseguían dándoles gritos.Aurora y Valeria dirigieron la atención a la niña que las miraba con preocupación y la cara de Marco había pasado de incredulidad a frotarse los ojos para saber si lo que estaba viendo era cierto.—Se le metió una araña en el cabello, se la estaba sacando —dijo su hermana y se fue levantando con lentitud.La falda se le había subido por las caderas y dejaba a la vista la mitad del trasero que el amigo de su esposo no dudó en visualizar con lujo de detalles.—Nos vamos, hija, ya… Ya se hizo tarde —balbuceó Valeria y se frotó el cuello con dolor.—¿Me vas a llevar con papi? —dijo la niña con inocencia.—Y ¿dónde está tu papi, bonita? —
—No creo que sea lo más conveniente —le dijo Aurora, de golpe había perdido todo el buen humor y se mostraba muy seria.—Conveniente o no, creo que nos debemos una conversación —insistió Marco.—Está bien, ¿de qué quieres hablar? —dijo a la vez que se levantaba y se dirigía hacia donde él se encontraba y se sentaba a su lado.Marco no contaba con esto, había esperado poder hablar desde la seguridad que le daba la distancia.Esa mujer lo volvía loco y no podía dejarse llevar y menos en la casa de su amigo.—No hace falta que te acerques, yo puedo levantar la voz —masculló poniéndose nervioso como un niño y no como el hombre que estaba más que acostumbrado a tener mujeres cerca.Aurora puso los ojos en blanco, se burló de su nerviosismo con una risita y se sentó a su lado.—Si te desagrada mi cercanía mejor me hubieras dejado ir a dormir, ahora dime. O no, mejor te digo yo, me quieres decir que me comporté como una niña por lanzarme sobre Valeria. Desde ya te digo que me importa poco lo
Marco se escabulló de la habitación de Aurora muy temprano.No quería que Maximiliano lo viera y tuviera que darle explicaciones porque en ese momento él no sabía qué decir.Estaba muy confundido, una parte de él deseaba arriesgarse, quedarse y averiguar qué significó para Aurora lo ocurrido la noche anterior.Pero no era tonto, lo sabía, lo había visto, lo había sentido. Ella lo amaba y ya debía comenzar a reconocer que él también sentía lo mismo.Debía marcharse cuanto antes, ella entendería que aquello no iba a ningún lugar y continuaría con su vida. Porque él no era el hombre que Aurora necesitaba.Le llevaba dieciséis años, se sentía un pervertido que se aprovechaba de su experiencia para seducirla.Aunque si era sincero había sido Aurora quien lo llevó a su terreno y cayó. No pudo resistirse.Era lo mejor, aunque muy dentro de él deseaba pedirle que se quedara, que cambiara de universidad, que escogiera una más cercana y comenzaran algo serio, sería egoísta por su parte.Él ya v
Marco estaba cada vez más frustrado.Se había estado escondiendo de su amigo y de sus intensas llamadas.Se la pasaba metido en el club, porque desde que se había arreglado con Delilah Maximiliano no se aparecía por allí para evitar problemas con su esposa.Pero sabía que no podía ocultarse eternamente, su amigo quería mantener una charla donde le diría todas las cosas que deseaba escuchar, pero que se negaba a aceptarlas.Porque sí, lo conocía, intentaría hacerle creer que no debía dejar pasar el amor, que Aurora, aunque era joven, podían tener mucho en común… Sí había leído sus eternos mensajes de hombre enamorado que ahora creía que todo se solucionaba solo con amor.¡Por amor lo estaba haciendo!Se hacía a un lado para que ella pudiera hacer su vida.Además, él no iba abandonar el club como había hecho Maximiliano.Había luchado mucho y no estaba él para escenas de celos cuando casi parecía un monje.—Señor, disculpa que lo interrumpa —escuchó que le decía una de las empleadas—. P
Marco había pasado demasiado tiempo luchando con sus pensamientos, un turbulento torbellino de indecisión y aprensión lo había sostenido durante las horas que quedaban.Desde que Maximiliano y Delilah se habían marchado, él no dejó de darle vueltas a las palabras de su amigo.Tenía razón, solo que él se había marchado aquella noche, le había vuelto a hacer daño y le esperaba un rechazo seguro. Durante esas dos semanas lo había perseguido el miedo persistente de que Aurora abordara ese avión.Sabía que una vez que lo hiciera pasarían meses antes de volver a verla y eso si se lo permitía. No volvería a escuchar su voz, ni a ver sus ojos, ni a tocarla. Su lucha interna lo había frenado, pero hoy no podía permitir que el miedo lo paralizara más.Hoy necesitaba dejar de comportarse como un tonto y subirse a su coche, el aeropuerto no quedaba cerca del club y si quería llegar a tiempo iba a tener que pisar el acelerador a fondo.El viaje hasta el aeropuerto estuvo plagado de inquietudes. E
Cinco años después…Delilah se encontraba en el hospital a punto de dar a luz a su tercer hijo.La habitación tenía ese característico olor a desinfectante y las luces fluorescentes hacían que pareciera que estaba en el quirófano de una película de terror.Estaba nerviosa, no lo iba a negar. A pesar de que fuera su tercer hijo y el último porque no pensaba someterse de nuevo a aquello, saber que iba a traer una nueva personita al mundo pondría nerviosa a cualquiera.Sobre todo a Maximiliano que tenía una expresión de quererse lanzarse por la ventana y no porque le diera miedo ser padre.Él había demostrado que a pesar de ser un pervertido lujurioso, ese hombre era capaz de ser un buen padre de familia.Delilah ya casi no tenía la necesidad de espiarlo, a veces, por costumbre, si escuchaba algo raro se lo decía a su suegra y esa bruja siempre terminaba por meterla en problemas con algún plan de espionaje de los suyos.—¿Te acuerdas de cuando me descubriste metida en el interior del mal
Delilah estaba asustada.Miraba el traje de novia con aprehensión, el día que se suponía debía ser el más feliz de su vida para ella era una desgracia.Dos mujeres que no conocía se habían instalado en su casa por orden de su prometido e insistían en prepararla para una boda que no deseaba.Años atrás, ella sí habría ido ilusionada al altar, casarse con Maximiliano Verona era el sueño de cualquier mujer.Su prometido era uno de los hombres más poderosos del país, con una fortuna que muchos envidiaban y proveniente de una familia emparentada con la antigua monarquía Italiana.Y ella, una mujer sin nada, sin apellido, sin dinero, sin una educación ejemplar, se encontraba a punto de casarse por un golpe de suerte que su padre tuvo unos años atrás.Delilah no estaría tan aterrada si ese hombre no la hubiera despreciado y mirado como si ella fuera su mayor castigo el día en que la presentaron como su prometida.También iría con otro ánimo si su hermana estuviera con ella en ese momento y l
A Delilah Ricci le cambió la vida el día en que su madre quedó embarazada de su hermana.Cuando su madre quedó encinta los doctores le descubrieron una insuficiencia cardíaca y le aconsejaron interrumpir el embarazo.A pesar de que su padre le rogó para que lo hiciera, su madre se negó porque tenía la esperanza de que podría soportarlo una vez más.No fue así.A los seis años, Delilah se quedó huérfana de madre, junto a una hermana recién nacida y un padre que no logró superar el fallecimiento de su esposa y verse solo con dos hijas.De tener una vida acomodada y feliz, pasó a ver como su mundo se desmoronaba porque el hombre que debía protegerla se destruía poco a poco a causa del alcohol.Con ayuda de las vecinas, Delilah comenzó a hacerse cargo de tareas que no le correspondían mientras su padre se alcoholizaba día y noche.Con el tiempo, aprendió lo necesario y se convirtió en una madre para su hermana.La segunda vez que su vida cambió, fue cuando tenía quince años y su padre reg