Habían pasado tres meses desde que Maximiliano y Delilah decidieron darse una oportunidad y tenía quince días de retraso en su periodo.Sospechaba que estaba embarazada, pero aún no se había hecho la prueba. Antes de ir al doctor decidió comprar una prueba casera, pero el miedo a que saliera negativa le hizo postergarla.Le hubiera gustado que su hermana estuviera con ella en ese momento, pero se había marchado del país, al final escogió una universidad en Londres para alejarse de Marco y de lo que sentía por él.Faltaban unos días para las vacaciones de Navidad y Aurora le había prometido que viajaría para estar juntas, así que esperaría a su hermana para hacerse la prueba de embarazo.Se encontraba a punto de salir de casa cuando Andrea la retuvo.—Señora, ¿a dónde va? —le preguntó y se frotó las manos con nerviosismo.Delilah apreciaba mucho a la espía de su suegra, pero era como una mamá gallina con sus pollitos y el para su mala suerte ella era su pollito preferido.Lo único que
La brisa fría del invierno acariciaba suavemente las calles empedradas de la ciudad, mientras las luces navideñas parpadeaban en cada rincón.Serían sus primeras fiestas Navideñas, desde hacía muchos años, en las que se sentía muy feliz. Casi no recordaba cómo era cuando su madre vivía, pero ahora estaba formando una nueva familia.Estaba deseando contarle a Maximiliano sobre su embarazo, pero su prueba de embarazo se encontraba en un pequeño regalo bajo el árbol de Navidad.Por más ganas que tuviera de decírselo, quería ver su expresión cuando abriera el regalo y lo viera.Había necesitado muchas amenazas a su suegra y prometerle que si era niña la llamaría como ella para que guardara silencio.De nuevo, sentía que la había manipulado solo para conseguir lo que quería.«Es una bruja», pensó.Faltaban apenas dos días para Navidad, podía aguantar un poco más para decírselo, además esa noche Maximiliano había organizado una cena romántica en un restaurante precioso.Llevaban una semana
Delilah salió del baño cuando se sintió un poco mejor, no quería hacer esperar a Maximiliano y que comenzara a preguntarle los motivos de su malestar y estropeara la sorpresa.Ya recompuesta, salió y se dirigió a su mesa, pero conforme se iba a acercando se percató de que su esposo no se encontraba solo.Maximiliano se había puesto de pie, le daba la espalda y frente a él se encontraba la misma mujer que entró al baño tras ella.¿De qué la conocería su esposo?¿Sería alguna de las clientas del club?La inseguridad comenzó a instalarse en su pecho, no era que Maximiliano no pudiera hablar con ninguna mujer, era la familiaridad con la que ella le tocaba el brazo y la forma en que lo miraba.Eso era un coqueteo en toda regla, no una simple conversación. Era hasta la forma en que alzaba el pecho como si quisiera que su marido metiera la cabeza en sus escote.No podía ver la expresión de su esposo, tampoco saber si a él le agradaba o estaba coqueteando también. Le habría encantado poder ve
Maximiliano no entendía por qué una noche que iba a disfrutar con su esposa tenía que terminar de esa forma.Apenas llegaron a casa tuvo que meterse en la ducha para evitar la mirada de Delilah, quería decirle la verdad, pero no sabía cómo afrontar un tema tan delicado.Su matrimonio era muy frágil aún, ella todavía no confiaba en él, lo sabía. La había tratado tan mal y despreciado tanto que eso no se sanaba de la noche a la mañana.Eran felices, mucho, pero todo parecía ponerse en contra.Desde la llegada de sus familiares a su casa, sobre todo sus primas, su esposa se había retraído mucho más.Le pidió a su madre que mejor celebraran la cena de Navidad en su casa y se los llevara allí por el tiempo que decidieran quedarse, pero su madre no quería ni oír hablar de eso porque cada rincón de su casa le recordaba a su padre.Si no fuera por eso, todo lo demás era perfecto entre ellos, hasta las discusiones le gustaban.Era consciente y sabía que iba por buen camino para ganarse la conf
Al día siguiente, Delilah despertó abrazada a su esposo.En algún momento de la noche los dos habían hecho un enredo de brazos y piernas del que le costaba deshacerse.Maximiliano se veía dormido en profundidad, lo había estado sintiendo moverse sin parar como si algo le robara el sueño y no hubiera sido capaz de quedarse dormido.Ella no había dormido mejor, pero el rugido del estómago la obligó a salir de la cama. La noche anterior no había cenado y ahora estaba hambrienta.Sin despertar a su esposo y sin acordarse de que su casa estaba llena de invitados, agarró su bata, sus pantuflas y con el cabello despeinado salió para atracar la cocina.Conforme fue cruzando el pasillo escuchó la voz de una de las primas de Maximiliano.Lo que le faltaba a ella, tener que encontrarse con esas mujeres tan pronto. Mira que eran madrugadoras.A pesar de caminar con lentitud e intentar que no la vieran mientras cruzaba hasta la cocina, no tuvo éxito. Supo que la habían visto por la risa burlona de
Maximiliano se iba a volver loco.El día anterior su esposa se la pasó esquivándolo y cuándo le preguntaba qué le ocurría le decía que nada con una sonrisa hipócrita.Era tan falsa esa sonrisa que casi parecía un depredador con los colmillos fuera.En esos momentos que tanto la necesitaba ella estaba enfadada con él y solo se le ocurría que sus primas le hubieran dicho algo.Tenía que solucionar lo de Valeria sin que Delilah se enterara, si de verdad resultaba ser su hija le tocaría afrontarlo de frente, pero mientras no fuera así no iba a arriesgar su matrimonio contándole.Acorraló a sus primas para preguntarles si habían hablado con su esposa, pero ambas dijeron que no, que ellas serían incapaces de hacer algo en su contra.Lo dudaba, no veía la hora de que sus tíos se marcharan por más que ellos sí le cayeran bien, pero no soportaba a esos dos buitres que tenían por hijas.Esa noche sería la cena de Navidad y quería a su amigo con él para sobrevivir a esa cena. Por más que Marco s
—Sabía que mi hijo no podía ser tan tonto, ahora sé que no me lo cambiaron en el hospital cuando nació y que tiene mi inteligencia —dijo suegra cuando vieron a Maximiliano marcharse y sin demasiado disimulo las tres salieron del local para continuar persiguiéndolo—. Ves, se dirige de nuevo a la casa.Debía reconocer que el alma se le había regresado al cuerpo cuando vio que a la persona que fue a visitar su marido no era otro que su mejor amigo, pero eso no significaba nada porque ella lo había escuchado hablar por teléfono.Tarde o temprano se encontraría con esa mujer.A su hermana encontrar a Marco no le había gustado tanto porque todo el camino de regreso se comportó muy huraña. Pobre Aurora, se había enamorado de ese hombre y todo el tiempo fingía aborrecerlo.Cuando ellas llegaron, Maximiliano ya estaba en la casa. Se habían cambiado de ropa antes de entrar, pero aún no se le había bajado los nervios por haber perseguido a su esposo cuando él salió a su encuentro con la felicida
¡Qué celebración de nochebuena tan…Espectacular!Pensó Delilah cuando vio aparecer a aquella mujer en su casa, vestida como si fuera a la gala de los Óscar, con su hija al lado pareciendo una mini copia de ella y con una sonrisa de suficiencia en el rostro.Las primas de Maximiliano aplaudían como dos primates a los que se les mostraba un plátano, los padres de esas dos cucarachas miraban a sus hijas con gesto de sorpresa y a su esposo con una disculpa escrita en sus facciones.Su marido abría y cerraba la mano como si no se decidiera a golpear a todo lo que tenía alrededor o controlarse.Para colmo, como la puerta continuaba abierta a la espera de que alguien decidiera echar a Valeria a patadas, no hizo falta que nadie abriera cuando se presentó Marco con esa expresión de que el rey de la fiesta había llegado.Traía dos botellas de vino y cuando vio a Valeria y se fijó en el silencio generalizado, se acercó a Maximiliano y se las colocó en los brazos.—Tú las vas a necesitas más que