Delilah salió del baño cuando se sintió un poco mejor, no quería hacer esperar a Maximiliano y que comenzara a preguntarle los motivos de su malestar y estropeara la sorpresa.Ya recompuesta, salió y se dirigió a su mesa, pero conforme se iba a acercando se percató de que su esposo no se encontraba solo.Maximiliano se había puesto de pie, le daba la espalda y frente a él se encontraba la misma mujer que entró al baño tras ella.¿De qué la conocería su esposo?¿Sería alguna de las clientas del club?La inseguridad comenzó a instalarse en su pecho, no era que Maximiliano no pudiera hablar con ninguna mujer, era la familiaridad con la que ella le tocaba el brazo y la forma en que lo miraba.Eso era un coqueteo en toda regla, no una simple conversación. Era hasta la forma en que alzaba el pecho como si quisiera que su marido metiera la cabeza en sus escote.No podía ver la expresión de su esposo, tampoco saber si a él le agradaba o estaba coqueteando también. Le habría encantado poder ve
Maximiliano no entendía por qué una noche que iba a disfrutar con su esposa tenía que terminar de esa forma.Apenas llegaron a casa tuvo que meterse en la ducha para evitar la mirada de Delilah, quería decirle la verdad, pero no sabía cómo afrontar un tema tan delicado.Su matrimonio era muy frágil aún, ella todavía no confiaba en él, lo sabía. La había tratado tan mal y despreciado tanto que eso no se sanaba de la noche a la mañana.Eran felices, mucho, pero todo parecía ponerse en contra.Desde la llegada de sus familiares a su casa, sobre todo sus primas, su esposa se había retraído mucho más.Le pidió a su madre que mejor celebraran la cena de Navidad en su casa y se los llevara allí por el tiempo que decidieran quedarse, pero su madre no quería ni oír hablar de eso porque cada rincón de su casa le recordaba a su padre.Si no fuera por eso, todo lo demás era perfecto entre ellos, hasta las discusiones le gustaban.Era consciente y sabía que iba por buen camino para ganarse la conf
Al día siguiente, Delilah despertó abrazada a su esposo.En algún momento de la noche los dos habían hecho un enredo de brazos y piernas del que le costaba deshacerse.Maximiliano se veía dormido en profundidad, lo había estado sintiendo moverse sin parar como si algo le robara el sueño y no hubiera sido capaz de quedarse dormido.Ella no había dormido mejor, pero el rugido del estómago la obligó a salir de la cama. La noche anterior no había cenado y ahora estaba hambrienta.Sin despertar a su esposo y sin acordarse de que su casa estaba llena de invitados, agarró su bata, sus pantuflas y con el cabello despeinado salió para atracar la cocina.Conforme fue cruzando el pasillo escuchó la voz de una de las primas de Maximiliano.Lo que le faltaba a ella, tener que encontrarse con esas mujeres tan pronto. Mira que eran madrugadoras.A pesar de caminar con lentitud e intentar que no la vieran mientras cruzaba hasta la cocina, no tuvo éxito. Supo que la habían visto por la risa burlona de
Maximiliano se iba a volver loco.El día anterior su esposa se la pasó esquivándolo y cuándo le preguntaba qué le ocurría le decía que nada con una sonrisa hipócrita.Era tan falsa esa sonrisa que casi parecía un depredador con los colmillos fuera.En esos momentos que tanto la necesitaba ella estaba enfadada con él y solo se le ocurría que sus primas le hubieran dicho algo.Tenía que solucionar lo de Valeria sin que Delilah se enterara, si de verdad resultaba ser su hija le tocaría afrontarlo de frente, pero mientras no fuera así no iba a arriesgar su matrimonio contándole.Acorraló a sus primas para preguntarles si habían hablado con su esposa, pero ambas dijeron que no, que ellas serían incapaces de hacer algo en su contra.Lo dudaba, no veía la hora de que sus tíos se marcharan por más que ellos sí le cayeran bien, pero no soportaba a esos dos buitres que tenían por hijas.Esa noche sería la cena de Navidad y quería a su amigo con él para sobrevivir a esa cena. Por más que Marco s
—Sabía que mi hijo no podía ser tan tonto, ahora sé que no me lo cambiaron en el hospital cuando nació y que tiene mi inteligencia —dijo suegra cuando vieron a Maximiliano marcharse y sin demasiado disimulo las tres salieron del local para continuar persiguiéndolo—. Ves, se dirige de nuevo a la casa.Debía reconocer que el alma se le había regresado al cuerpo cuando vio que a la persona que fue a visitar su marido no era otro que su mejor amigo, pero eso no significaba nada porque ella lo había escuchado hablar por teléfono.Tarde o temprano se encontraría con esa mujer.A su hermana encontrar a Marco no le había gustado tanto porque todo el camino de regreso se comportó muy huraña. Pobre Aurora, se había enamorado de ese hombre y todo el tiempo fingía aborrecerlo.Cuando ellas llegaron, Maximiliano ya estaba en la casa. Se habían cambiado de ropa antes de entrar, pero aún no se le había bajado los nervios por haber perseguido a su esposo cuando él salió a su encuentro con la felicida
¡Qué celebración de nochebuena tan…Espectacular!Pensó Delilah cuando vio aparecer a aquella mujer en su casa, vestida como si fuera a la gala de los Óscar, con su hija al lado pareciendo una mini copia de ella y con una sonrisa de suficiencia en el rostro.Las primas de Maximiliano aplaudían como dos primates a los que se les mostraba un plátano, los padres de esas dos cucarachas miraban a sus hijas con gesto de sorpresa y a su esposo con una disculpa escrita en sus facciones.Su marido abría y cerraba la mano como si no se decidiera a golpear a todo lo que tenía alrededor o controlarse.Para colmo, como la puerta continuaba abierta a la espera de que alguien decidiera echar a Valeria a patadas, no hizo falta que nadie abriera cuando se presentó Marco con esa expresión de que el rey de la fiesta había llegado.Traía dos botellas de vino y cuando vio a Valeria y se fijó en el silencio generalizado, se acercó a Maximiliano y se las colocó en los brazos.—Tú las vas a necesitas más que
Maximiliano comenzó a reírse llamando la atención de todo el mundo. Valeria entrecerró los ojos y las primas de su esposo perdieron la sonrisa cuando su marido la alzó en sus brazos y dio una vuelta sobre sí mismo a la vez que decía a viva voz.—¡Te amo, arpía! —Delilah comenzó a reírse y ocultó el rostro en su cuello al sentirse observada.—No es una arpía, es una víbora y mi nuera preferida, la única que tolero, no como otras que se me quedaban atascadas en la garganta —su suegra se entrometió y en esa ocasión fue su hermana la que se carcajeó.—¡Qué pena que nos robaran el vibrador! —soltó Aurora y Marco la miró, espantado—. Si lo tuviéramos se lo podríamos dar para que se lo metiera por el cul… ¡Qué, no me miren así! Si les molestas mi presencia y mi poca educación de gente de barrio pobre pueden marcharse por donde vinieron porque mi cuñado me adora, ¿verdad? —Terminó su discurso acariciando un cuchillo que había sobre la mesa y mirando a su esposo por debajo de la cintura.—¡Qué
—Mamá, ¡¿por qué esa señora te está arrancando los pelos?! —la voz de la hija de Valeria interrumpió a su hermana que se había sentado a horcajadas sobre la ex de Max y parecía querer sacarle la cabeza a tirones.Las primas de Maximiliano se habían echado a correr a la habitación para recoger sus cosas y mientras sus padres las perseguían dándoles gritos.Aurora y Valeria dirigieron la atención a la niña que las miraba con preocupación y la cara de Marco había pasado de incredulidad a frotarse los ojos para saber si lo que estaba viendo era cierto.—Se le metió una araña en el cabello, se la estaba sacando —dijo su hermana y se fue levantando con lentitud.La falda se le había subido por las caderas y dejaba a la vista la mitad del trasero que el amigo de su esposo no dudó en visualizar con lujo de detalles.—Nos vamos, hija, ya… Ya se hizo tarde —balbuceó Valeria y se frotó el cuello con dolor.—¿Me vas a llevar con papi? —dijo la niña con inocencia.—Y ¿dónde está tu papi, bonita? —